viernes 29 de marzo del 2024

Mohamed, ¿casualidad o causalidad?

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Nunca antes en su rica historia Independiente había tenido a un técnico debutante sentado en el banco en un clásico contra Racing. El Turco Antonio Ricardo Mohamed tuvo el extraño privilegio de ser el primero. Claro, ¿quién se anima a debutar en un clásico con la carga negativa casi irrecuperable que puede significar una derrota en un partido tan determinante? Nadie. Y más aún, a partir de constatar fehacientemente que la frase “técnico que debuta gana” se había puesto en desuso.

Conviven aquí dos razones: en primer lugar la ya conocida audacia del entrenador (más personal que por una cuestión exclusivamente futbolística) y la sensación inequívoca de que, perdidos por perdidos, los dirigentes del Rojo se la jugaron a todo o nada. La lectura habrá sido: peor no se puede estar. Solo quedaba mejorar y desde ese punto de vista el riesgo de otro traspié ya existía, pero las consecuencias no transformarían el estado de situación en algo peor de lo que ya era.

Es imposible saber si Comparada y compañía habrán decidido saltar a sabiendas de que el Turco venía con su propia red. Uno supone que el detalle que indica que Mohamed jamás había perdido -e incluso había ganado varias veces- contra Racing en su trayectoria como entrenador debe de haber sido contemplado por la dirigencia a la hora de contratarlo, pero fundamentalmente en el momento de decidir que se estrenara en el clásico.

En los días previos charlamos con el nuevo entrenador en TyC Sports y socarronamente respondió a la consulta de si su racha era casualidad o causalidad mirando a cámara, guiñando un ojo y eligiendo la “casualidad” como respuesta pero dejando entrever en otro momento que algún secretito de este Racing manejaba.

Al margen del reconocido trabajo de preparación de cada partido que hace Mohamed, a partir de lo que se vio en cancha, es imposible creer que estuvieron allí las razones de la victoria. La figura fue el arquero de Independiente, Hilario Navarro, y eso no se ensaya, obviamente. En la primera parte, Racing generó las mejores situaciones, y al margen de que alguna vez el Turco le sacó ventaja en el Cilindro a la desesperación histórica de la Academia cuando necesita ganar, nadie puede planear un partido para que el rival tenga las mejores situaciones y uno logre embocarlo un par de minutos después y en la primera jugada de riesgo.

Se podría, en todo caso, argumentar que se preparó la jugada del gol y que ahí radicó la mínima diferencia que volvió a darle los tres puntos a Independiente, y no habrá nada que discutir. Pero también es cierto que las razones del resultado habría que ir buscándolas en la racha de 11 partidos invicto que ostenta el Rojo frente a Racing, en un nuevo guiño de la suerte y otro de la historia.

Por lo general suele ser al revés, pero este Racing cuando está completo pareciera tener un potencial superador al de este desdibujado Independiente. El equipo de Russo cuenta con buenos defensores, variantes en el medio tanto en nombres como en características, y tres buenos delanteros. Pero le falta gol. La verdad desnuda de este maravilloso juego. Sin gol usted podrá tener razón pero marchará preso, siempre.  Al margen de que las razones esgrimidas por Racing en el interminable Libertadores de América no iluminaron demasiado.

Mohamed, pillo, eligió mover poco la estantería. Paró de entrada un tradicional 4-3-1-2 sin nombres nuevos. Fue audaz para asumir y cauteloso para jugar, al menos en el arranque. Así y todo movió fichas en el entretiempo, arriesgó y casi se le complica cuando quedó con tres delanteros, cediendo el medio y casi se lo empatan con tiros desde afuera.

La decisión de arriesgar mucho debutando en el clásico salió bien. Y lo que está claro es que aquel atrevido que se ponía colitas, calzas rosas y hasta bronceador para jugar, supo desde siempre que en el fútbol y la vida, que muchas veces parecen ser lo mismo, el qué no arriesga no gana.

Fuente: DyN.