jueves 25 de abril del 2024

Guatemala y Guatepeor

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¡Vaya! Después de una caída como ésta, rodar por las escaleras me parecerá algo sin importancia. Abajo. Abajo. Abajo. ¿No acabaría nunca de caer?” Lewis Carrol (1832-1898), de “Alicia en el país de las maravillas” (1865).

No hay candidato. Deben rendirse ante la cruel realidad: irán de punto con lo poco que tienen y que Dios los ayude, muchachos. Son un desastre, se dividen cada vez más y a ninguno le da el piné como para ilusionar a nadie. Tratarán de hacer su negocio, intentarán cumplir, zafar o al menos no empeorar las cosas, que bastantes problemas tienen puertas adentro. Uno, el de imagen más presentable, se mandó a mudar y el otro no sabe si seguir o salir corriendo. El que se quedó solo, colgado de un pincel, ahora piensa que con Macri no estaba tan mal y los demás se matan entre ellos, hacen equilibrio, nombran a uno por un rato para ganar tiempo y todavía piensan salir a la cancha con las mismas glorias decadentes de los años 90. Uf… Mientras tanto, la feroz interna lo devora todo y el peligro de quedarse sin el pan y sin la torta aumenta día a día. ¡Qué partido, señores! Ya no es lo que era.

Paradojas. El Enganche Melancólico regresa a las pistas, literalmente, mientras Reutemann, gran cortador de curvas, entra en boxes para meditar, una actividad que parece apasionarlo. Mmm… La visita de Román al autódromo molestó a varios, parece. No por los riesgos de la velocidad, porque se ve que el 10 es un profesional serio y se cuida mucho de esos excesos. El tema es la disciplina: que el jueves come con los amigos y no con el plantel, que con éste sí pero con aquel no... La historia de siempre, que sólo vuelve a salir a la luz cuando no se gana, obvio. Puro cabaret, mesa chica en llamas, fragoteo político y un numerito especial para el show: un tal Horacio Paolini, zar de las grúas, ex vice de prensa y en plena campaña para ser presidente, cayó a la bucólica práctica de Los Cardales para saludar al técnico ¡en helicóptero! Wow. ¿La buena noticia? Fue sin Ricardo Fort. Un gesto.

Por lo visto, Borghi no huyó en ese helicóptero, como De la Rúa, solo porque lo aterra volar. No se lo nota cómodo ni feliz. Si la cosa sale mal, nadie lo duda, tendrá el auto listo, con el tanque lleno y gomas nuevas. Lo espera Chile. Y si la cosa sale bien será lo mismo, un poco más tarde. Ni Cappa ni él encajaron nunca en esta trinchera de elite y vergüenza ajena donde solo se mata o se muere. Esos dos, como Javier Martínez en Manal, pueden cantar juntos el viejo blues: “Entre ganar, o empatar, prefiero sonreír, mirar dentro de mí…”. Have mercy.

Y encima Palermo, pobre. Indignado, resoplando en los micrófonos justo en una previa de superclásico, aterrado de que Boca, oh no, termine como River, el club que insiste en ser Racing. “Estas cosas en el Real Madrid no pasan” dijo, desolado, minutos después de que su club, como Nietzsche, negara a Dios. Eso es lo que aseguró, solemne, amenazante, el pastor y camarógrafo de Crónica TV Juan Bosso, indignado por no haber podido ingresar cargado de bendiciones al predio de Casa Amarilla donde se entrenaban los gladiadores bosteros. “Boca le cerró la puerta a Dios”, fue la apocalíptica frase. Que lo parió.

Aparentemente el hombre, con vasta experiencia milagrera en Argentinos Juniors, había arreglado la visita con Norberto Batista, ayudante de Borghi, que se arrepintió del gesto en cuanto notó que esa extrovertida personalidad no pasaría inadvertida frente a la prensa. No lo hizo. Bosso, íntimo de Dios, experto en “correr” los arcos de la mira de los 9 rivales a fuerza de oración, se retiró ofendido, mascullando rabia y maldiciones. “Ay, me duele acá”, dijo al rato Román, señalándose el talón. Tendinitis aquiliana, diagnosticó el parte, junto a la gripe de Giménez y la distensión de Viatri. Glup. Creer o reventar.

River no la pasa mucho mejor, por supuesto. Sé que el cruel mundo de la redonda le echa en cara a J. J. López la seguidilla de descensos que sufrió como DT y, seré sincero, ni idea tengo de cómo navegará este Titanic. Pero de algo sí estoy seguro: ha sido uno de los jugadores más extraordinarios y con peor prensa de la historia. Cada vez que River visitaba al Racing de mi infancia, ese morocho de la cintita blanca en la muñeca me hacía llorar. La pelota pasaba por él y zas, la jugada se aclaraba. Gol de ellos. Todos se rendían ante el genio del Beto Alonso y el esfuerzo de Merlo, pero era J.J.López el George Harrison de esos Beatles, caballeros. Chapeaux.

Cappa se perdió, creo. Así es el Poder, devastador para las almas sensibles. Don Ángel, hombre afable, lleno de buenas intenciones, no pudo con el agobio de ese universo futbolero enfermo, violento, necio hasta la estupidez. Tan cierto como que, desde aquel Huracán suyo insólito, surgido de la nada, sus equipos jugaron espantosamente mal. Endebles, vacíos, descompensados, a la deriva, con variantes que los empeoraban aún más. No dio pie con bola. Una pena.

¿Y…? ¿River o Boca? Un triste empate, intuyo. O cualquiera, lo mismo da. Todavía falta, pero la cosa está clara, compatriotas. Ningún campeón saldrá de semejante caos. Escrito está.

Esta nota fue publicada en la Edición Impresa del Diario Perfil

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