miércoles 24 de abril del 2024

Lo que no abunda, daña

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Goleadores, se necesitan. Bien podría ser un aviso clasificado para tratar de encontrar a aquellos afortunados que nacieron con el arco contrario entre ceja y ceja. O que se fueron perfeccionando en esta materia, tan difícil de conseguir y poder mantener. O que consiguieron que un entrenador los ubicara en ese puesto y así empezaron a satisfacer su apetito romperredes. Lo hizo el Turu Flores en aquel Vélez de Bianchi, lo hizo el chico Melillo en la goleada del modesto Villa San Carlos contra Atlanta, el casi campeón de la B Metro, el último sábado.

Hoy asistimos a la lenta declinación de dos monstruos del gol: Martín Palermo (221) y Esteban Fuertes (148). Dos dinosaurios aún vigentes, quizá todavía con goles para ofrendarle a los necesitados hinchas de Boca y de Colón. Detrás de semejantes figuras, asoma el rústico Denis Stracqualursi, que encontró su momento de gloria con los tres tantos a Boca, pero que ha producido un rendimiento espectacular: lleva 19 goles convertidos con la camiseta de Tigre, habiendo marcado solamente dos de penal. Su tarjeta de presentación indica, además, que metió ocho goles rematando con la pierna derecha, ocho de cabeza y uno arremetiendo con el cuerpo. Ninguno de sus tantos fue marcado con la pierna izquierda. Curioso, por lo menos.

Por ahí, cerca, anda Andrés Silvera, con 102 conquistas oficiales. Hay otro goleador de raza: Javier Cámpora, que lleva siete en

Huracán, con un penal concretado, cuatro goles de cabeza (a pesar de que no supera el 1,75m de estatura) y un gol señalado con cada pierna.

Después viene el turno de los extranjeros de categoría, que se lucen en el fútbol criollo pero apuntan a otro continente, se supone.

Santiago Silva es un goleador extraordinario. En la madurez de su carrera ha encontrado el punto justo de su rendimiento. Llegó a Newell’s para un solo torneo (14 partidos, 4 goles) y tras volver al fútbol uruguayo, se incorporó a Gimnasia (36 partidos, 14 goles), pasando luego por Vélez (33 partidos, 9 goles). Como no terminaba de encajar, fue cedido a préstamo a Banfield y llegó su consagración: goleador del campeonato y campeón con el Taladro, el uruguayo se despachó con 23 tantos convertidos en 35 juegos. Sencillamente, impresionante. Vélez lo volvió a convocar y lo encontró en su mejor versión: 34 partidos y 20 goles, con otro título de goleador del torneo. Difícil de marcar, de buen cabezazo y mejor pegada, calentón, el uruguayo es el mejor delantero que tiene hoy el fútbol argentino.

Sin embargo, le ha salido un competidor diametralmente opuesto. El colombiano Teófilo Gutiérrez tiene un juego muy distinto. Con mucha clase, una capacidad técnica que no abunda entre los centrodelanteros del fútbol nuestro, Gutiérrez es fino hasta cuando define. Pareciera que todo lo hace en puntas de pie: lleva seis goles en el Clausura, dos de cabezazo (el último ante Independiente, con un frentazo por elevación ante la muralla que había armado el eficiente Assman) y cuatro tantos fenomenales. Acá no se cuenta, además, el repertorio de tacos -como la habilitación a Hauche para el primer gol de Racing el sábado pasado- o ciertos cambios de frente de estilo setentista, o algunos destellos de habilidad realmente únicos. El hincha fana de la Academia moriría empalagado si llegasen a juntarse la armonía de Teófilo y de Gio Moreno…

Son dos estilos distintos, pero igualmente valederos. Son los jugadores que no abundan y que por suerte, hoy por hoy todavía

disfrutamos. Con actores de reparto (Rodrigo López, Maggiolo, Navarro, Niell, Leguizamón, Óbolo, Achucarro, Gastón Fernández, Pavone, Viatri) que quieren ser protagonistas. Ojala puedan, así no perdemos la costumbre de gritar gol.

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