viernes 19 de abril del 2024

Pepe 1 - Pep 0

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Los lectores de este diario, aunque más bien debería decir quienes suelen dejar sus comentarios en esta columna, suelen tener opiniones bastante diversificadas y, por lo general, podrían ser calificados como algo atrevidos. A uno y cada uno de ustedes, los desafío a que me digan cuál puede ser la razón por la que alguien, que no sea hincha del Real Madrid, claro, podría tener ganas de ver perder al Barcelona. ¿Desde qué lugar futbolero puede alguien desear que le vaya mal a quien juega muy bien, con belleza, convicción en sus ideas y armas leales siempre?

Claro que no se vive exclusivamente de deseos, amén de que sean estos el gran motor de todo. Y, al margen de qué pueda uno desear que este Barcelona le gane a este Real Madrid, sería necio no analizar con objetividad lo sucedido.

Está claro que Mourinho es un gran entrenador. Imposible de encasillar. Absolutamente pragmático. Opera en base a los hechos y no a convicciones previas. Adapta sus necesidades y las de sus equipos a los momentos y a los rivales. Y lejos de ser esto entendido como un defecto lo ha transformado en su principal virtud. Fue campeón de Champions con Porto e Inter y alcanzó las semifinales con el Chelsea. Es ésta su cuarta semifinal, la que empezará a jugar en una semana. Eligió, en cada uno de estos equipos, ideas, esquemas y nombres diferentes aunque sus excelentes dispositivos defensivos planteados contra el Barcelona lo han mediatizado como un entrenador ultradefensivo. Sin embargo su Inter campeón solía jugar con 5 nombres de ataque (Stankovic, Pandev, Sjneider, Milito y Eto’o) aunque no contra el Barsa, claro.

Después de la experiencia del Inter, Mourinho (gran sicópata gran) cedió ante las presiones del madridismo o les hizo creer que cedía. Sufrió un humillante 0-5 en la Liga jugando como el madridismo quería. A ver quién era el mejor. El mejor fue el Barsa y él, seguramente ya lo sabía. El mensaje parece haber sido: “Jugando asi nos hacen 5. Jugaremos diferente. Déjenmelo a mí”.

Mourinho, más que el Real Madrid en sí, parece haber encontrado la fórmula para reducir, nunca acabar, el poderío del mejor equipo del mundo. Siempre contando con el imprescindible relleno humano (Julio Cesar, Lucio, Samuel, Cambiasso en Inter y Casillas, Sergio Ramos,Pepe,Xabi Alonso ahora) entendió que para equiparar las chances necesita: cortar la primera línea de pase en la zona media, achicar espacios para jugar en 30 metros y que el Barsa no pueda “desplegar” su fútbol en semejante maraña de piernas, jugar al límite del reglamento y cortar con faltas sistemáticas el ritmo de juego que el conjunto de Guardiola necesita porque hace de la posesión, su llave para abrir la defensa rival.

No se explica solamente así la victoria en la final de la Copa del Rey. Es justo decir que el partido estaba para cualquiera. Que en el primer tiempo se jugó como el Madrid quiso (y eso es altamente meritorio) pero que en el segundo se jugó al ritmo de Xavi, Iniesta y un poco menos de Messi porque las marcas se aflojan, inevitablemente, a punto tal de que Casillas terminó resultando la figura del partido. Llamativamente cuando el juego no era ni de uno ni de otro aprovechó el Madrid. Pese a que la idea fue, siempre, ceder terreno y salir de contra, el gol no llegó de esa manera. Marcelo y Di María doblaron a Dani Alves y postularon la reivindicación de Cristiano Ronaldo quien marcó el gol más importante de su carrera. Mucho más que el de la final de la Champions con el Manchester. Aquel sirvió para empatar. Este en cambio para ganar. Y ganarle al Barsa, a Messi, a todos los que lo critican y hasta para ganarse a él mismo.

Tal vez lo que primó en el suplementario que decidió la suerte del resultado fue, una vez más, el poder de la mente. El mismo que, a partir de este partido ha cambiado. No definitivamente. Lejos estoy de pretender señalar que la mayor fortaleza mental corresponde al circunstancial ganador. Sí, que ha crecido notoriamente.

Barcelona es mejor. Individual y colectivamente. Si jugaran 10 partidos, el equipo de Messi ganaría la mayoría y es por eso, por ejemplo, que ganó las últimas dos ligas y se encamina a ganar la tercera. Allí se juegan 38 partidos. Pero, para lo que viene, lo mejor de todo lo que los enfrentará, quedan por jugarse solo 180 minutos. Y, en ese caso, siempre es diferente.

Puede ganar el mejor o no. No siempre el que gana una instancia como las semifinales que se vienen es el mejor de los dos. Pero será el que gane. Y en materia futbolística, ganar es mucho más importante que ser el mejor. Le guste a quien le guste.

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