jueves 18 de abril del 2024

Boca-River, el clásico del morbo

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Si  hay algo que distingue y diferencia al fútbol argentino del resto de los lugares donde se respira fútbol como aquí, no es esa mitológica figura del jugador de potrero ya en desuso ni tampoco la paridad imperante en los torneos que puede encontrarse también, en otros, pocos por cierto, lugares del planeta fútbol. El gran rasgo distintivo es, quizás lamentablemente, el odio deportivo y, a veces no sólo eso, que existe para con el rival de siempre. El hincha del fútbol argentino, como no sucede en ningún otro lado del mundo, necesita del rival y goza, irremediablemente, de la desgracia ajena. Aquí el amor se entiende, también, desde el odio. No solamente se es hincha de Boca sino que se debe ser anti-River.

El domingo pasado, apenas terminó el partido de River frente a All Boys, mi teléfono empezó a recibir mensajes. Preguntas en realidad. Tener amigos de otro palo hace que las dudas futboleras deban ser subsanadas por uno. Un conocido músico hincha de Boca me mostró la hilacha al preguntar todos los detalles acerca del tema River y la Promoción. Parecía un animal que olía sangre. No recuerdo haber recibido de él semejante catarata de preguntas ante alguna de las alegrías que Boca le dio en los últimos tiempos. Por si algún paracaidista no lo sabe, si River pierde con Boca en la Bombonera y Olimpo, que jugará después, le gana a Independiente en Bahía, River y el Rojo seguirán igualados en el promedio pero, a cinco fechas del final deberían protagonizar un desempate para ver quien juega la Promoción.

¿Cómo no hablar entonces del clásico del morbo? Excede a lo que es un simple Boca-River. Siguiendo la lógica de la que hablábamos al comienzo, más de un hincha neutral, sólo por deformación sentimental, va a estar deseando, no ya que gané Boca, sino, más bien, que pierda River. Que de eso se trata la cosa. Por si no se termina de entender, vayamos a la historia con un ejemplo claro: en 1991, Boca y River compartían grupo en la Copa Libertadores y en el último partido de un Boca ya clasificado, jugadores e hinchas se pusieron de acuerdo para eliminar al clásico rival: “Esta noche, cueste lo que cueste, ésta noche tenemos que empatar”, se escuchó aquella vez en La Bombonera. Y Boca empató casi sin jugar frente a Oriente Petrolero de Bolivia que se clasificó con ese empate que, obviamente, dejó afuera a River.

La irracionalidad del fútbol nuestro de cada día no solo puede entenderse desde esta postura.  En noventa minutos, River pasó de ser puntero a penar con la Promoción.  Y, dependiendo de Velez, pudo haber sido puntero aún al ir a La Boca. Es decir, pasó de poder cantar: “En la cancha de Boca vamos a ganar y la vuelta vamo’ a dar”, a tener que bancarse, cuanto menos en toda la previa del partido, el grito de la tribuna de enfrente: “Y ya lo ve, el que no salta se va a la B”.

Suele decirse, livianamente, que el descenso no es un drama. Por supuesto que observado desde las verdaderas cosas importantes, nada que tenga que ver con el fútbol debería serlo. Pero desde adentro del mundo de la pelota, el descenso es un drama, como pocos. Y disfrutar de un drama ajeno es morboso.

La última vez, en el Monumental, con Cappa recién despedido, con River viniendo derrotado también frente a All Boys pero con mucho más partidos por delante, la previa fue toda de Boca, con canciones, remeras y banderas alusivas pero el festejo fue todo millonario por el 1 a 0 de Maidana, un ex Boca que se perderá el clásico por lesión. El aliciente para los hinchas de River tiene que ver con los números. Habiéndose disputado dos tercios de este singular Clausura 2011 hubo, inusualmente, más victorias visitantes que locales. Y tal vez, ésta sea una manera de explicar al fútbol argentino de hoy pero en el estricto sentido del juego. Aunque a horas de un clásico histórico donde los condimentos pasan por otro lado, intentar analizar el juego debe, obligatoriamente, quedar para más adelante.

(*) Columna publicada en el Diario Libre

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