miércoles 24 de abril del 2024

Un exorcismo para Gutiérrez

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“Hay que tener mucho cuidado cuando se habla con el demonio. El miente. Es un mentiroso, pero sabe mezclar mentiras y verdades para confundirnos. Su ataque es psíquico, Damien, y poderoso. No lo escuches. Recuérdalo, ¡no lo escuches!”

El padre Merrin instruye a su asistente Damien Karras en ‘El exorcista’ (1973), dirigida por William Friedkin, sobre libro y guión de William Peter Blatty.

Si Grondona, el vicepresidente del mundo, consigue que Silva juegue para Boca en el Clausura, ¿no podría darle una manito a Baltasar Garzón, que en España le dieron once años de inhabilitación por meterse con los crímenes del franquismo? Mmm… Las cosas que piensa uno cuando no encuentra tema para la columna. ¿Y esas bellas imágenes en la tele? Ah. El glaciar Perito Moreno, rompiéndose. Qué espectáculo.

“Mirá cómo se va derrumbando ese largo témpano…”, susurré admirado, mientras hundía mi espalda en el sillón. Recién entonces reparé en él. Un hombre joven que me miraba fijo, con las manos apoyadas en mi escritorio. Parecía nervioso, agitado. Vestía de negro. En la camisa resaltaba el blanco del alzacuello. Era un cura. ¿Un cura?

—¡No sea injusto con Gio! Dele tiempo. Es un crack, como Riquelme. ¿Qué tiene contra los jugadores finos? ¿No estará usted también poseído por el Innombrable, Asch? ¿O acaso extraña esos satánicos cuernitos de Merlo?

—¿Que qué…? ¡Vade retro Satanás! –dije, impulsado por el instinto.

—¡Essssa…! Veo que nos entendemos rápido. ¡Vamos, contácteme con Molina! Están todos en peligro. Hasta Pekerman. Debo liberar a ese muchacho de las garras del Maligno. ¿Comprende? ¡Es urgenteeeee…!

Gritó y las venas de su cuello se hincharon como culebras. Recién entonces lo reconocí. Era Damien Karras, el cura de El exorcista. Estaba igualito. Lo hice sentar. Le serví un vaso de agua. Temblaba.

—¿Está aquí por Teo, verdad?

Asintió, con los ojos cerrados. Después, señaló su maletín.

—Tengo de todo. Biblias, cruces, hectolitros de agua bendita, un manual De Exorcismis et Supolicationibus Quibusdam. El kit completo del padre Merrin que sigue en Manchester, atendiendo a Balotelli. ¿Lo conoce? Otro talento poseído. Fue su aura demoníaca la que provocó la pelea entre Tevez y Mancini, créame. Acá, sé que Silva sufre algunos trastornos, pero sólo cuando pierde goles o los festeja. No es grave. Peor fue lo de Garcé, al que pude recuperar con la ayuda del Altísmo. Pero lo de Teo es… es… ¡Debo expulsar El Mal de ese cuerpo!

—Padre, en el fútbol hay códigos. Antes que nada hable con Basile, hágame caso.

—¡Pero si ya lo vi, Asch! Y le rogué que me permitiera exorcizarlo.

—¿En serio? ¿Y qué le dijo el Coco?

—Nada. Me tiró por la ventana.

—¡Como en la película!

—Sí, ¿vio? Es un karma que tengo. Pero ya estoy acostumbrado. Oiga: ¿ese chico Cogorno tiene algún poder? ¿Me dejaría a solas con Teo?

—No lo sé, padre. Pero creo que se equivoca. Para mí es un caso perdido. Un talento sin cerebro. Cuando apareció, me deslumbró.Pero ya superó todos los límites. No le importa nada. Se pelea con los rivales, con los árbitros, con los compañeros. Provoca, hace gestos. Se hace echar como un idiota. ¡Ni siquiera es vivo como el mellizo Guillermo, que boqueaba pero después ponía cara de monaguillo! A mí, discúlpeme, me tiene podrido.

—No es él, Asch. Es el Demonio.

—¿Hauche?

—¡No me tome el pelo que esto es serio! ¿Usted necesita pruebas de lo que le digo, verdad? ¡Aquí tiene su maldita prueba!

Karras sacó un grabador del maletín del padre Merrin y lo apoyó sobre el escritorio. Sonrió, misterioso. “Me llegó desde Barranquilla, hace unos meses”, dijo. No quiso darme más detalles.

—¡En el nombre del buen Dios abandona ese cuerpo, Satanás, Lucifer, Metatrón, Luzbel, Belcebú…! ¡Vade retro!

—Bah… ¡Cállate y vete! ¡Gonorrea! ¡Comemierda! ¡Déjame en paz!

—(breve silencio) ¡Exorcizamus te, omnis immundus spiritus, omnis satanica potestas, omnis incursio infernalis adversarii, omnis legio, omnis congredatio et secta diabolica!

(Se escuchan gruñidos, gritos, ruidos aterradores).

—¡adreim ed bulc etse arap on, dirdaM leaR le o naliM le arap yotse oY! !...solucemal senociram, odlanoR onaitsirC o isseM omoc orenid ohcum ranag oreiuQ!

La voz parecía la de Teo, pero hablaba en un idioma incomprensible. Según el padre Karras eran frases en “daemonum speculum”, como esos mensajes satánicos que, advierten, pueden escucharse pasando hacia atrás los temas de los Stones, Xuxa, Kiss, Madonna, Riky Martin, Lady Gaga o, en el caso de Shakira, de manera normal, en la que igual no se le entiende nada. Karras me dio la transcripción textual.

—Vamos, léalo al revés. Sepa lo que El Mal puede hacer con un alma pura.

Horror. ¡El supuesto Teo decía cosas terribles! Tragué saliva y pregunté, con voz temblorosa.

—¿Qué pasó con quien intentó aquel exorcismo, padre?

—Oh… No me haga hablar de eso, Asch, por favor. Fue un trabajo amateur que terminó mal.

Un silencio espeso nos envolvió. Fui yo quien, resignado, rompí el hielo.

—Oiga, padre, yo soy agnóstico pero muy open mind. ¿Está seguro de que después de un exorcismo el bobo ése volverá a jugar como antes?

—Por favor, Asch. Delo por hecho. Nos avalan un centenar de exitosas películas de género y dos mil años de trayectoria.

Fue un pacto de caballeros. Nos estrechamos las manos y lo acompañé hasta el ascensor. Decidí ayudarlo. Prometí llevarlo con mi auto y ser su asistente, en caso de ser necesario. El se fue ilusionado. Yo alcancé a decirle, antes de que la puerta se cerrara.

—Aunque sea hasta junio, padre. Es para sumar, por el promedio. Ya después, si le gusta… deje nomás que se lo lleve el Diablo.

(*) Esta nota fue publicada en la edición impresa del Diario Perfil