viernes 29 de marzo del 2024

"Olimpismo reloaded": el futuro ya llegó

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“El futuro llegó hace rato -cantan los Redonditos- todo un palo, ya lo ves”. Eso mismo podrían replicar los atletas olímpicos en su lucha por ser cada día más rápidos, más fuertes o por saltar más alto que sus pares.

Oscar Leonard Carl Pistorius y Caster Semenya son dos de los atletas que competirán, a partir de mañana, en las pruebas de atletismo de los Juegos Olímpicos de Londres 2012. Ellos, probablemente sin tener  plena conciencia, están llevando al deporte a una dimensión desconocida. Como dice la canción, el futuro ya llegó y lo que en un momento pareció inviable, hoy está al alcance de la mano. No habrá que sorprenderse si en el futuro aparecen muchos Pistorius y otras tantas Semenyas.

El sudafricano Oscar Pistorius será el primer atleta amputado de un Juego Olímpico: correrá en el London Olimpic Stadium la prueba individual de 400 metros (pese a no conseguir la marca mínima clasificatoria) y los 4x400 metros en posta de relevos. Pistorius nació con una malformación congénita en las piernas en noviembre de 1986. La ausencia de los peronés le imposibilitaba el normal desarrollo de los tobillos y sus padres debieron enfrentar una dolorosa decisión. Ante el escenario sombrío, a los once meses de vida y pensando en su mejor desarrollo a futuro, se inclinaron por la amputación de ambas piernas.

Sobre este episodio traumático, el sudafricano afirma que siempre ha pensado que la decisión de sus padres fue la adecuada y que no tiene nada para reprocharles, ya que gracias a ellos es quien es hoy. Su madre falleció de manera sorpresiva hace ocho años y no podrá disfrutar del máximo anhelo de su hijo. Sin embargo, estará presente a través de la carta que le escribió cuando era pequeño: “Un perdedor no es quien llega último, sino aquel que se sienta, mira y nunca intenta correr”.

Esta es la particularidad de este joven de 25 años que con 90 kilos y 1,86 metros de estatura (con sus prótesis de fibra de carbono “Cheetah Flex-Foot”), corre los 400 metros en 45,07 seg. Bautizado cariñosamente como Blade Runner (“corredor con láminas”), ya se colgó cuatro medallas doradas entre los Juegos Paraolímpicos de Atenas 2004 y de Beijing 2008. Por eso Oscar Leonard Carl Pistorius, el hombre biónico del planeta, es una de las mayores atracciones de Londres 2012 y no es para menos: es la representación más concreta de la tecnología aplicada al deporte.

En el caso de Caster Semenya, hay una relación con la tecnología pero de un modo indirecto. Semenya, curiosamente, también es sudafricana pero en lugar de crecer en un distrito elegante de Johannesburgo (Sandton) como Pistorius, lo hizo en un pequeño poblado cerca de Polokwane (en la frontera norte de Sudáfrica). Castor es una mujer, así fue inscripta por el registro civil sudafricano y así fue educada por su familia, pero su impresionante aptitud deportiva puso en tela de juicio esa identidad.

En agosto de 2009, en el Mundial de Atletismo de Berlín, Semenya ganó la medalla dorada con un tiempo de 1:55:45 (el mejor tiempo del año) y desató la polémica que ya se venía gestando alrededor de ella. A partir de aquel día, la sudafricana quedó provisoriamente suspendida. El motivo: la necesidad de realizarle exámenes más exhaustivos (entre ellos las pruebas de género) para determinar  las causas de su elevado nivel de testosterona en sangre (tres veces mayor al de cualquier mujer). Lo que ocurría con Semenya era un secreto a voces que los resultados deportivos expusieron a la masividad. Ahora, científicos y burócratas administrativos debían ponerse de acuerdo y definir el camino a seguir, la decisión no era fácil. Pasó casi un año, hasta julio de 2010, cuando finalmente optaron por levantarle la prohibición para competir. En su comunicado, el ente mundial del Atletismo (IAAF), fue muy escueto y no aclaró el motivo de la suspensión. El secreto a voces es que la atleta sudafricana es hermafrodita, una enfermedad genética de los cromosomas sexuales, que explicaría sus niveles hormonales y la masculinidad de algunos de sus rasgos.

Durante el desfile de inauguración, Semenya portó la bandera de la delegación sudafricana. Su lucha, y la de su país, en defensa de sus derechos como atleta, le abrieron la puerta a un nuevo escenario en materia deportiva. Es de público conocimiento que en los primeros Juegos Olímpicos los deportistas consumían sustancias estimulantes para ganar. El antidoping surgió para evitar esa competencia desleal o desventajosa entre los deportistas estimulados y los que no lo estaban. Entre las sustancias estimulantes están las hormonas esteroideas: una de ellas es la testosterona. Debido a una alteración genética, Semenya secreta tres veces más testosterona que sus rivales, ¿acaso esto no es una ventaja deportiva?

Un caso similar al de Semenya, es el del esquiador de fondo finlandés Eero Mäntyranta, que ganó medallas de oro en los Juegos Olímpicos de Invierno del '60 y el '64. Tiempo después de dejar la práctica deportiva, le detectaron niveles anormalmente altos de hemoglobina (proteína transportadora de oxígeno de los glóbulos rojos) producto de una mutación en la codificación genética que le permitía una mayor expresión de la hormona eritropoyetina. Esta expresión aumentada, le permitió un mayor transporte de oxígeno a los músculos a través de los glóbulos rojos: efecto beneficioso al momento de competir en un deporte preferentemente aeróbico.

La ciencia avanza, la tecnología y la genética se entremezclan con el deporte. Existe abundante literatura científica que confirma la presencia de ciertos genes favorecedores para el deporte de alto rendimiento. Está comprobado que la mayoría de los velocistas olímpicos poseen el alelo 577R, “el alelo del sprint”, una variante genómica del ACTN3. La posibilidad de obtener mejoras a través de modificaciones genéticas es una realidad. ¿Por qué no habría de permitírsele a un deportista equiparar sus posibilidades genéticas con la de sus rivales? El mundo del olimpismo se debate ante la cercanía de un cambio de paradigma: es que “el futuro llegó como vos no lo esperabas, todo un palo, ya lo ves”.

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