martes 23 de abril del 2024

Un amor que no conoce obstáculos

Tras su exitoso paso por México, la vuelta de Antonio Mohamed a Huracán representa una historia de amor genuina. La columna de Alejandro Fabbri.

442

Empezaban los años ochenta y ya estaba jugando en las divisiones inferiores de Huracán. Encarador, pícaro, habilidoso y con físico para aguantar a juveniles más grandotes, se ganó velozmente un lugar para ser catapultado a la primera división. Había cumplido los 18 años cuando el cordobés Sebastián Viberti decidió darle una chance entre los grandes. Huracán había descendido hacía dos años por primera vez y la experiencia inicial no había sido buena, bajo la batuta de Ángel Cappa.

Aquel 11 de junio de 1988 entró un rato y colaboró con la cómoda victoria ante Douglas Haig, en Pergamino, por 3-0. El pase a la siguiente fase se aseguró con el empate 2-2 en la revancha, mientras disfrutaba a jugadores de talento como el Negro Herrero, Marcelito Barticiotto y el caudillo Fernando Quiroz. El pibe –al que ya apodaban Turco- debutó en la red contra Belgrano, cuando a cinco minutos del final estampó el 3-1 que le permitió a Huracán, sacarse de encima al difícil cuadro cordobés. Fue titular por primera vez ante el durísimo Chaco For Ever y no pudo impedir que por mejor ubicación en el torneo, los albinegros pasaran de ronda. Había que seguir luchando en el ascenso.

Hizo 16 goles en la temporada 1988/890 y conquistó 13 cuando el Globo alcanzó el título, al año siguiente. Su cabezazo contra Los Andes a los 5 minutos del segundo tiempo en Lomas, hizo delirar a los 12 mil quemeros que llenaron la popular, el 19 de mayo de 1990. Con su gol, el Turco le hizo gritar campeón a todos. El fanatismo por la camiseta lo hizo seguir, a pesar de que ya eran varios los ofrecimientos para cambiar de club.

Tres meses después debutó en Primera A con su querido Globo. Metió el penal en Corrientes para el empate en dos tantos con Mandiyú. En total fueron 30 partidos y 10 goles, algunos muy recordados, como los dos que le hizo a Unión en Santa Fe y la hermosa definición frente a Rosario Central, con victoria 3-0. El 30 de junio de 1991 se despediría con su amada casaca en Avellaneda, cuando Huracán derrotó 2-0 al Racing Club.

Se fue a jugar para la Fiorentina italiana, pero enseguida se lo llevó Boca, donde jugó poco y causó sensación entre tantos chupamedias y oportunistas. Cuando llegó, en medio del vendaval de micrófonos y grabadores de mano, aclaró decidido: “Cuidado que yo no soy hincha de Boca, siempre fui de Huracán…” Un sincericidio dirían algunos, un acto de grandeza, defendían otros.

Pasó por Independiente, un año con altibajos y alejamiento definitivo al fútbol mexicano. Figura excluyente en Toros Neza, un recorrido exitoso por otros seis equipos aztecas y la vuelta a casa, ya como entrenador y con experiencias menores en Honduras y el propio México. ¿Adónde? A Huracán, por supuesto. Fueron dos temporadas durísimas en la B Nacional, sin conseguir el ascenso: primero fue Instituto de Córdoba que lo venció en la final, después fue Argentinos Juniors tras dos empates en la Promoción y el ascenso en el borde. No pudo ser.

Sin embargo, volvió y lo consiguió. Tomó nuevamente el equipo en 2006 y lo llevó al ascenso, tras sufrir un arbitraje desleal en San Juan y sobreponerse frente al supuestamente mejor Godoy Cruz en una Promoción que lo catapultó bien arriba con su Globo.

Seis fechas apenas, lo hicieron darse cuenta que no había material para intentar una pelea digna en Primera A. Sus diferencias con el presidente Carlos Babington lo alejaron de Parque Patricios aunque siempre se ocupó de decir que volvería. Cuando el Globo descendió, Mohamed andaba bien firme en Colón de Santa Fe y más tarde, alcanzaría a ganar la Copa Sudamericana con Independiente. Volvería a México, su segundo hogar y llevaría al muy joven Xolos de Tijuana a ganar su primer campeonato mexicano. Logró la clasificación para la Copa Libertadores y sorprendió avanzando de ronda, hasta que se topó con Atlético Mineiro, aunque estuvo a punto de eliminarlo, porque su equipo falló un penal en el último minuto. Allí mismo anunció que volvería a Huracán, porque se lo pedía su corazón.

De vuelta al pago, con el enorme desafío de conducir a Huracán nuevamente a Primera A, fue presentado el 6 de junio ante sus hinchas y declaró con los ojos rojos: “No resigné nada, porque ahora estoy donde siempre quise estar.” Si esto no es amor a la camiseta, no es amateurismo puro, corazón desbordado por un club, profesionalidad puesta al servicio de lo que la historia personal representó Huracán para Mohamed, no existe el amor. Y ocurre hoy, en julio de 2013, increíblemente.

En esta Nota