viernes 29 de marzo del 2024

Nuestro rugby mejora cuando no juega

Diferencias entre la actuación del seleccionado de fútbol Sub 20 y el mal torneo del Seven en Nueva Zelanda. Fuimos, somos y seremos un país deportivamente redondo.

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Cuando todavía no terminamos de festejar el título conseguido en el Sudamericano de fútbol Sub 20 (¡siempre el fútbol!), la agenda deportiva avanza y, entre mil compromisos, señala que del 11 al 12 de julio se jugarán en Toronto, Canadá, los Juegos Panamericanos.

Incluyendo el de rugby (Seven) que clasificará para los Juegos Olímpicos de Rio 2016. Un torneo poco serio por lo desequilibrado: prácticamente todos los participantes son 100% amateurs, excepto… Argentina que es profesional (más allá de cual equipo presente en la competición; como los juveniles del Sub 20, donde no importa si todos tienen o no contrato).

No clasificar, en ese caso y entre los ocho que jugarán tal pasaporte, sería vergonzoso. Aunque, recordemos, Canadá, que es semi-profesional, se quedó con el Oro en Guadalajara 2011, torneo que daba medallas pero no era clasificatorio a nada: Argentina fue Plata.

Recién en mayo se conocerán los adversarios iniciales del Pan, pero, como una luz roja, de alerta, no ignoremos que en la misma semana en la que los chicos de Humbertito Grondona se consagraban en el histórico Centenario montevideano, nuestros ‘Pumas por la mitad’ jugaron el Seven de Wellington, en Nueva Zelanda, y no consiguieron clasificar (de cuatro) entre los dos mejores para la fase siguiente. Bochorno.

En nuestra zona, de dicho Seven, que obviamente terminó ganando el local, Nueva Zelanda, clasificó Kenia, sí, único rival al que derrotamos en el Grupo ‘D’. El empate con Samoa, que concluyó última, fue negativamente decisivo. El otro clasificado resultó Escocia que nos trituró 21 a 7. Así sólo pasamos a la inflada Copa de Bronce que, tras dos peldaños fáciles –Japón y Portugal– perdimos impiedosamente frente a Francia 29 a 5.

Aunque el ex San Lorenzo Ángel Correa sea un crack, Augusto Batalla un formidable arquero y Tiago Casasola (ya en el Fulham inglés) haya jugado una final para poner en un cuadro, está claro que en el equipo de Grondona-hijo no hay ningún Messi o Di María. Sobran los Lavezzi, los Palacio, los Biglia, los Banega y diría que, a nivel selección, la línea de fondo garantiza un futuro superior al actual donde juegan mediocres como Federico Fernández y Marco Rojo. En resumen: hay base suficiente para soñar con el mañana. Como siempre, hay infinitamente más materia prima que en el rugby que, frente a este inesperado desaire en Nueva Zelanda, uno debe contenerse y no dar por obvia la clasificación a las Olimpíadas cariocas aunque enfrentemos a ‘nadie’. No vaya a ser que, nuevamente, nos derrote Canadá…

Casualmente, esta semana en Las Vegas, los ‘Pumas por la mitad’ enfrentarán a los canadienses en otra etapa del circuito Seven y ese partido puede ser importantísimo para evaluar el futuro olímpico (nuestros rugbiers, contrariamente a lo que piensa quien no acompaña este deporte y por cómo ‘los infla’ la prensa súbdita de la impostada elite sobreviviente, además de militar en el exterior en su mayoría, juegan muchos partidos, desde hace muuuucho tiempo y muchísimas veces internacionalmente cada año, por eso no podemos disculparlos más).

Diferente del fútbol, de nuestro rugby se puede esperar cualquier cosa. La historia no se cansa de demostrarlo. Estoy hablando del rugby masculino. Del femenino, que también disputará su clasificación en el Panamericano, entre apenas cinco competidores, ya anticipo que de viajar a la antigua capital brasileña el próximo año, no irá mucho más allá de la primera ronda. Nuestras chicas, en este deporte británico, y contrariamente en lo que sucede en otras disciplinas como el hockey, consiguen ser peores que los varones.

Así estamos. Aunque hayamos subido un puesto en el ranking mundial ‘sin jugar’ como obligatoriamente precisa noticiarse (sólo subimos porque Escocia, la misma que nos ganó en Wellington) perdió puntos… Es curioso, el fútbol sube jugando. Nuestro rugby es mejor cuando no juega. Todo dicho.

De los nueve goles de Gio Simeone en Uruguay no voy a hablar porque el pibe todavía necesita demostrar más (aunque metió casi el doble que su inmediato perseguidor), mi duda surge porque no es un virtuoso, pero igual merece el aplauso y un seguimiento más cercano. Sí quiero hablar de Pablo Matera, el tercera línea de Los Pumas, contratado profesionalmente por la UAR entre sus trece elegidos a retener en el país (con miras al Super Rugby 2016 –le sobra nombre–), que se trompeó en un boliche de Pilar.

Quiero hablar pero no condenarlo como están haciendo muchos, porque una pelea, en un local nocturno ‘argento’ es más común que los descuentos de fin de semana en los supermercados de la misma Pilar (descuentos ahora llamados ¡tiendeo! En fin…). Lo que quiero decir es que me parece una fantochada el sumario que abrió la Unión “porque su actitud riñe con los valores del rugby”. ¡Por el amor de Dios! Esta gente no entiende donde vive ni nada de todo lo que sucede a su alrededor. Unas piñas entre jóvenes noctívagos en la Argentina de Nisman hoy son como el gigantesco endeudamiento griego: tan inaceptable como parte del incontestable día a día. Triste. Pero real.

Matera, con su metro noventa, sus 110 kilos, el entrenamiento que recibió en el Leiceister inglés donde jugaba, más alguna cerveza extra, a sus 21 años, difícilmente no reaccione a una provocación. Las imágenes difundidas, donde aparece con el torso desnudo, sin embargo, no muestran nada en concreto. Lo suyo no es más ni menos condenable que lo que sucede todo el tiempo en todos los boliches, y fuera de ellos actualmente en el país. Por ser rugbier la historia no cambia aunque los habitantes de la burbuja se crean distintos. Tal vez lo sean. Pero no en el sentido que ellos lo piensan y se ven.

Distintos, en la ‘patria burra’, son nuestros jugadores de fútbol que pese a todo –economía, política, buitres, peleas, migración, deudas, inflación, muertes, dudas, fuga de capitales, denuncias– continúan acumulando pergaminos. Fuimos, somos y seremos un país deportivamente redondo. El rugby, nuestro rugby, más allá de su pelota, fue, es y será ovalado.

IN TEMPORE: La frase de la semana, elogiable por cierto, es de Spinosa. No de Baruch Spinoza, el filósofo holandés, sino de otro racionalista, más actual, Eduardo Spinosa –las dos veces con ‘s’–, presidente del Taladro: “Banfield no paga comisiones y menos entre clubes que están a cuadras de distancia”.