viernes 29 de marzo del 2024

Pratto es argentino, pero los negocios son ajenos

El delantero del Altético Mineiro, que fue mal vendido por Vélez, es posiblemente el mejor atacante nacional después de Messi. Los clubes que mejor negocian en el mundo.

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Bansky no tiene otra identificación que esa, simplemente es Bansky. Se sabe apenas que nació en Liverpool, Inglaterra, y que debe rondar los 35 años. Semi-anónimo, sin embargo, es famoso por su street art. Comenzó a mostrar sus cualidades en Londres y saltó al mundo cuando sus pinturas se reproducían en los amaneceres de lugares tan icónicos como inesperados por todo el planeta. Como en Belén, Israel, donde una década atrás pintó el muro que separa a ‘los uno y a los otros’. Bansky concede entrevistas por SMS pero jamás nadie consiguió fotografiarlo. Bansky no parece importante, sólo su obra, porque supera a la de cualquier otro grafitero, incluyendo los consagrados Keith Harina, Osgemeos y Blu.

Poco tiempo atrás, en la franja de Gaza, un vecino palestino –Rabea Darduna–, padre de seis hijos hambrientos, vendió la puerta de acero de su casa bombardeada por miserables 162 euros. Estaba amargamente feliz. Desconocía que el estupendo diseño que esa puerta exhibía en medio de las ruinas y en el que él casi no había reparado, era un Bansky original. Nadie lo sabía además de Bansky que lo pintó, como siempre solitariamente y entre gallos y medianoche, y el comprador de la puerta, Bela Khalel, que pagó ‘por una puerta’ y no ‘por una obra de arte’. Khalel, que no esconde haber percibido de qué se trataba, dice no obstante, que no piensa devolver la puerta; quiere vender la obra de Bansky por los cientos de miles de dólares que ella vale en los mercados de arte más evolucionados.

La anécdota es introductoria a lo que llamo ‘efecto Bansky’, mi idea de error, ética y valores que en nuestro tiempo se tornan tan flexibles como antipáticas y cuestionables. Siempre existieron los engaños. Nunca hubo sólo tontos. Los vivos nacieron con el mundo haya surgido este con el Big Bang o no. En círculos artísticos internacionales hay discusiones sobre el caso Bansky-Darduna-Khalel. No habrá consenso. Cada uno con la suya, de un lado ‘los de aquí’ y del otro ‘los de allá’ como en el muro de Gaza. Y todo por dinero. Porque en el fondo estamos hablando de dinero que sólo al Dios de Quevedo parecía no interesarle: “Para ver lo poco que a Dios le importa el dinero basta ver a quién se lo da” (escrito en ‘El caballero de las espuelas de oro’ hace 400 años).

En el fútbol el arte y el dinero aparecen como si fuesen otra obra de Bansky. De un momento para otro y aquí y allá. El último domingo veía al argentino Lucas Pratto meter los dos golazos con los que el Atlético Mineiro le dio vuelta el partido a su archirrival de siempre, Cruzeiro (eliminándolo del torneo estadual para delirio de medio Belo Horizonte), y no podía entender que Vélez Sarsfield lo haya vendido por cuatro millones de euros. Pratto era medio Vélez y posiblemente el mejor atacante argentino de la actualidad después de Messi. Pratto hoy es más que Higuaín y Tevez y no es menos que Agüero. Por edad –26 años–, futuro, evolución e historia, es más. Por momentos es un monstruo imparable sin jugar al lado de Cristiano Ronaldo, Pirlo o Yaya Touré como los otros.

Lucas Pratto no tiene la ‘magia’ del ‘Kun’ que no tiene la potencia de Pratto. Tampoco tuvo la suerte de Carlitos que pasó por los mejores clubes y los mejores mercados, pero aprovechó su mala fortuna para mostrar que la evolución también alcanza a los futbolistas que el destino no viste con camisetas de gigantes como Boca, Corinthians, Manchester o Juventus. Y no nació con el cuerpo de atleta que el ‘Pipita’ heredó, pero hizo de su robustez una herramienta que hoy cualquier atacante le envidia, aunque la prensa miope lo condenaba llamándolo ‘gordo’ sin entender su contextura. También, hoy por hoy y pensando en los próximos torneos de Selecciones, es más que Icardi, Dybala, Di Santo, Vietto y cualquiera de los chicos que serán nuestra solución futura. Pratto es presente concreto.

El fútbol paga por el uruguayo Edinson Cavani más de media centena de millones de euros y por Pratto el ocho por ciento (¡!). Gareth Bale, por veloz que sea, no puede valer veinticinco veces más que Pratto (¿?). Sin ir tan lejos Racing abonó, recientemente, no mucho menos que eso por un pedazo del pase del (com)prometedor paraguayo Oscar Romero. Yo sé que no hay lógica y que el mercado se rige por otras reglas que los representantes entienden mejor aún que los tesoreros de los clubes. Lo sé. Pero todo precisa tener un límite. Y cierta lógica. Por barato que Vélez, para reemplazarlo a Pratto, lo haya traído a Mariano Pavone, a préstamo del Cruz Azul mexicano, donde se le había dicho que no jugaría más a seis meses de la finalización de su contrato, el club de Liniers no puede descapitalizarse así. Esperen y verán que el gran negocio con Pratto lo hará Atlético Mineiro revendiéndolo al fútbol europeo, donde Pratto ya tuvo un breve pasaje.

Es cierto, ¿cuánto vale un jugador? Lo que alguien esté decidido a pagarlo. Como una obra de arte. Como un Bansky. Pero Pratto tampoco puede ser vendido como una puerta de acero. Duele, aunque uno sepa que algunos ‘marchands’ venden mejor que otros y que algunos clubes ídem. Y Vélez comienza a despeñarse como tantas otras entidades que alguna vez fueron modelo de gestión futbolera y ya no lo son, su vecino Ferro Carril Oeste sin ir más lejos.

Además, los jugadores son como las redes sociales, un día valen millones y al siguiente, por una lesión o porque la propia tecnología que las inventó creó una nueva instancia, ya no valen nada. Por eso hay que transferirlos. Pero en ‘EL’ momento justo, cuando valen mucho; allí hay que aprovechar y no dejar que otros se aprovechen de lo que uno tiene. Brasil mismo negocia mejor que Argentina, aún en la actualidad, cuando su fútbol está relativamente decadente, sin ser lo que es hoy Argentina: subcampeón mundial.

¿Usted sabe cuántos brasileños y cuántos argentinos clasificaron con clubes europeos que disputaron los octavos de final de la actual Champions Ligue? Se lo digo: 48 brasileños y sólo 14 argentinos. No porque sean mejores o porque ellos ‘fabriquen’ más cracks; no, simplemente son menos giles que nosotros que nos creemos tan vivos… En 2014, envolviendo negociaciones por cuatro mil millones de euros, en todo el planeta se transfirieron internacionalmente 13.090 futbolistas, y el 12% fueron brasileños (1.493 exactos: 689 exportados ese año, el resto ya estaba afuera del país). Y sólo alrededor de la mitad fueron argentinos.

España, sí, leyó bien, España que cría un crack por década, exportó más que Argentina según datos de la propia FIFA. Aunque muy pocos españoles, claro… la mayoría de los que vendió fueron sudamericanos y africanos que compró baratos, usó uno o dos años y revendió caros. Lo mismo sucede con Inglaterra, Portugal, Francia e Italia en ese orden. Enriquecen con nuestros jugadores porque los dirigentes nativos regalan, en el mejor de los casos y sin pensar en cosas raras, el patrimonio nacional. A Pratto, por ejemplo. Se creen piolas y sólo dan pena.

Este mal argentino, hay que decirlo, aunque los brasileños y hasta a veces los uruguayos lo hagan mejor, no es exclusividad nuestra, es regional. Sudamérica es la mayor fábrica de cracks, salen más de dos mil jugadores por año para otros mercados, especialmente hacia Europa, pero pocos clubes de nuestro subcontinente hacen buen negocio. ‘La papa’ la tienen los europeos en la reventa. Un estudio de PriceWaterHouse Coopers lo reveló a principios de este año. Aún así, errando feo, la Argentina vendió por 228 millones de dólares el año pasado, un cuarto de lo que exportó en carnes. Si vendiendo mal se recauda todo eso, imaginemos con buena dirigencia!!! Ningún club nacional sufriría por sus deudas.

El año pasado, en Uruguay, ingresaron más divisas por la venta de jugadores que por la exportación de pescado y en Ecuador empataron las exportaciones de cracks y café. Si Ecuador, sin pergaminos, llega a tanto, Argentina debiese ser líder mundial en el rubro… Jean Francois Bourg, profesor de Economía Política del Deporte en la Universidad de Limoges, Francia, calculó que un jugador africano es revendido entre clubes de Europa en 20 veces su valor inicial. Pero eso es África donde sus necesidades son tan imperiosas en la mayoría de los casos, y la corrupción tan grande, que uno lo saca del análisis. No debiese serlo en Sudamérica, no en Argentina, jamás en Brasil.

La reventa de sudamericanos genera un margen inferior al africano (allí, es la manera que sus antiguos colonizadores europeos encontraron para seguir saqueándolos: antes eran diamantes ahora son jugadores), pero igual lucran. Bourg cita, como ejemplo, al mundialista brasileño Thiago Silva a quien el Milan compró –aparentemente caro– en 10 millones de euros al Fluminense de Rio de Janeiro, revendiéndolo dos temporadas después en 41 millones de euros al Paris Saint-Germain.

El club paradigmático, no obstante, no es de un país líder, central, clave, lo que demuestra que ‘si se quiere, se puede’. Es el Porto, de la ciudad de Oporto de Portugal, que gana más que ningún otro club de Europa revendiendo. Compró en dos millones de euros al zaguero brasileño Pepe y lo revendió al Real Madrid en 30 millones de euros. Con el atacante Hulk, a quien adquirió en 5,5 millones de euros, ganó 50 millones en su reventa al Zenit ruso. Algo parecido, aunque menos loco y sin tercermundismo en el medio, hizo con el defensor Ricardo Carvalho comprado a otro club portugués y hoy en el Real Madrid (llama la atención como estos dos clubes ‘se entienden’).

Como en la vida están los que saben hacer negocios, los que creen que saben hacer negocios y los que hacen malos negocios. Además de los truhanes. El fútbol no escapa al resto de las cosas. Ni la obra de Bansky, ni la puerta de acero de quien no está ‘en el juego’ en la sufrida Gaza. Nadie escapa, aunque Pratto se le escape a Vélez y tal vez a la Selección si el ‘Tata’ Martino no mira el mapa adónde tiene que mirar. Porque Pratto, ‘Tata’, es argentino, es nuestro Ibrahimovic…

De Argentina también se fue, sin que nadie lo perciba, el jugador extranjero más caro que proporcionalmente ya revendió Brasil: Darío Conca. Salió de River al Desportivo Brasil Ltda –no existe como club– por dos millones de euros, Fluminense se lo quedó por cifra equivalente, fue campeón, lo consagró ídolo y lo revendió a China en ocho millones doscientos mil euros. Conca, que usted no sabe bien quien es, triunfó en China y volvió a Fluminense y no a River cuando terminó su fabuloso contrato en el Guangzhou Evergrande Taobao. Y tras otra buena temporada en la institución carioca, fue transferido en otros tres millones de euros, a los 31 años, al Shanghai Sipg, también chino. Hace cinco años que el ‘Flu’ vive de Conca. ¿Y River? Poco y nada. Lo prestaba todos los años por monedas.

Casos parecidos sucedieron con Montillo, ex San Lorenzo, y tantos otros argentinos. ¡Qué se puede criticar de entidades que dejaron ir a Messi por no ver su futuro en el fútbol ni el de la medicina que lo recuperaría! Somos intelectualmente pobres y eso es lo que nos torna también económicamente pobres. Padecemos de la desaconsejable ansiedad del hambriento. Nos empachamos de angurria. Queremos ganarlas todas y por contar las monedas del peaje permitimos que nos roben el camión de caudales que transportamos. No aprendemos del pasado, condenamos el presente e hipotecamos el futuro.

Jerome Champagne, ex asesor de Joseph Blatter, presidente de FIFA (entidad que al menos pretende impedir que los Fondos de Inversión, como el Desportivo Brasil Ltda, operen en el mundo del fútbol), recuerda que aún cuando cien Federaciones viven con dos millones de euros por año, en contrapartida, si lo desean, los 20 clubes más poderosos de Europa, que mueven más de seis mil millones de euros anuales de presupuesto, pueden dejar a un país como la Argentina sin un solo crack en una única temporada. ¿Si tienen tanto dinero por qué, entonces, les vendemos barato facilitando que hagan más dinero y sean más ricos, mientras nosotros seguimos endeudados? No se entiende.

El sayo le cabe a todos, no sólo a Vélez, incluyendo a Racing, aunque hoy por hoy tenga una de las mejores gestiones del fútbol nacional: puede arrepentirse con las –aparentemente buenas– transferencias de Luciano Vietto (Villarreal, 5,2 millones de euros), Ricardo Centurión (San Pablo, 4,2) y Rodrigo De Paul (Valencia, 4 millones de euros redondos).

De acuerdo a Transfermarkt, del Reino Unido, el valor total de los 30 clubes argentinos de Primera ‘A’ no llega ni al diez por ciento del presupuesto de esos 20 poderosos –sumados, valemos 546 millones de euros–. Parece una obra de Aristófanes donde la (in)justicia distributiva es el tema. Pero no, es la realidad. Y es cierto que podrían adquirirnos a todos los que nos divierten en FPT, no sólo porque tienen el dinero para comprar, mucho más porque nosotros no sabemos vender: regalamos. No sabemos valorizar lo que tenemos. Como el palestino Darduna vemos una puerta de acero donde hay un Bansky.

Como se vende apresuradamente, antes de que los ‘pibes’ encuentren su cenit futbolístico, se vende mal. Así, un solo club, el Barcelona, está valuado 50 millones de euros más que los 30 clubes argentinos, de Primera, juntos… ¿Por causa de Messi? No. El Bayer Munich, sin ‘Lio’, vale cinco millones de euros más que todos los clubes de nuestra holgada ‘A’. Y el plantel del Real Madrid esta cotizado 155 millones de euros más que River, Boca, Racing, Independiente, San Lorenzo, en fin, que todos los ‘de aquí’ juntos. Tan ridículo como real. Sí, los negocios son ajenos aunque los cracks como Pratto sean nuestros.

Seguimos vendiendo Banskys como puertas de hierro. Pratto es la última muestra de ese botón que todavía prende las rasgadas vestiduras del fútbol nacional cuando de dirigentes se trata. Especialmente cuando nos referimos a esos dirigentes que se creen Gardel y nacieron mudos. Mudos para cantar, no para difamar, claro. Sino no serían ‘Argentos’.

IN TEMPORE: Hablando de dirigentes: siete técnicos echados y tres al borde del precipicio, en diez fechas jugadas, muestran que el empobrecimiento de los clubes en la ‘patria burra’ no es por culpa de la AFA ni de la FIFA, ni del torneo de 30 equipos o del Fútbol para Todos; y no solamente por lo mal que venden su patrimonio y las deudas que acumulan cuando compran sus reemplazos… Es por todo. Nada nuevo. Pero ahora hay metástasis. Lo que no se sabe es si hay salvación.

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