viernes 29 de marzo del 2024

¿Qué superclásico?

Mientras escribo esto, River y Boca juegan por los octavos de final de la Copa Libertadores. La tele está de fondo y cada tanto miro para ver qué pasa. Nada más.

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En la Argentina hay muchos hinchas de Boca y hay muchos hinchas de River. De modo que es lógico que un Boca-River o River-Boca convoque a una gran cantidad de gente y tenga una gran repercusión mediática. El problema está en que desde los medios quieran hacerme creer que este “superclásico” (sí, empieza la bronca y empiezan las comillas) debería importarme a mí también. Mientras escribo esto, River y Boca juegan por los octavos de final de la Copa Libertadores. La tele está de fondo y cada tanto miro para ver qué pasa. Nada más.

El partido no me es indiferente. Pero porque se trata de fútbol. Aclaro: parto de la base de que me gusta el fútbol. No soy un talibán que habla de “estupidización de las masas” ni soy fan de Juan José Sebrelli. Entonces en la tele está el superclásico porque estoy en casa y miro fútbol. Pero le estoy prestando la misma atención que le presté, hace un rato, a Racing-Wanderers.

Si fuera hincha de Racing, ese hubiera sido mi partido. Y si fuera de Independiente lo hubiera visto con el morbo de que Racing pierda. Si no, da igual. Lo miro pero no con una atención especial. Lo mismo me pasa con el “superclásico”: es un partido de octavos de Libertadores más. Nada especial. Y más ahora que San Lorenzo quedó afuera en primera ronda. En realidad, sí, es un poco más importante: porque siempre que juega un equipo argentino es un poco más importante.

Al lado del Barcelona-Bayern o del Juventus-Real Madrid, River-Boca es un Almirante Brown-Platense.

El asunto de los equipos argentinos pesa. Lo mismo pasa con los jugadores: no es lo mismo ver al Manchester United, con Di María y Rojo, que al Chelsea, donde no hay ni un argentino. Claro que el fútbol europeo es otra cosa. Allá juega la elite del fútbol mundial, son partidos gourmet donde, además, juegan argentinos a un nivel fenomenal. Entonces, ¿cómo me va a importar este “superclásico” de jueves, si anteayer Tevez jugó un partidazo con la Juve y contra el Real Madrid de Cristiano y compañía?

Ni hablar del miércoles, cuando Messi hizo una obra de arte de las más maravillosas del fútbol mundial, con KO a Boateng y picada a Neuer incluidas. Al lado del Barcelona-Bayern o del Juventus-Real Madrid, River-Boca es un Almirante Brown-Platense. O peor. Porque un Almirante Brown-Platense es bizarro, se juega en una cancha horrible y uno ya sabe de qué se trata. En cambio un Boca-River es pretencioso.

Ver al Barcelona es como escuchar a Los Beatles. Ver cualquier partido de semifinal de Champions League es como escuchar a los Rolling Stones. Ver un Almirante Brown-Platense, en cambio, es como escuchar a Los Pibes Chorros. Uno sabe de qué va y lo toma o lo deja. En cambio, un Boca-River es, para quienes no somos de Boca ni de River algo que se la quiere dar de lo que no es. Como escuchar a U2 o a Coldplay, por ejemplo.

A la pretenciosidad le sigue el rechazo. Así funciono. Entonces, cuando juegan Boca y River siento algo parecido a lo que pasa con esa propaganda de Telekino: mientras parece que el país se paraliza, que no ocurre otra cosa y que no se puede hablar de otro tema, imagino que aparece un personaje con la forma de un típico producto comestible, de origen avícola, pero con cara, patitas y bracitos, se acerca, saca la lengua y comienza a lamerme. O sea, mientras parece que lo único que importa es el “superclásico”, a mí me chupa un huevo.

Esta nota fue publicada en la Edición Impresa del Diario Perfil