jueves 25 de abril del 2024

Cabrita suiza en fuga y el temible Carrió negro

La ruptura de la estructura política de la FIFA luego del fallecimiento de Julio Grondona y la figura de Loretta Lynch frente a la estrategia de Joseph Blatter.

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¿A quién alquilarme? ¿Qué bestia hay que adorar? ¿Qué santa imagen atacamos? ¿Qué corazones romperé? ¿Qué mentira debo sostener? ¿Entre qué sangre caminar?

Arthur Rimbaud (1854-1891); de “Una temporada en el infierno” (1873): “La mala sangre”.

Los norteamericanos tienen una curiosa habilidad para nombrar magistrados que parecen surgidos de un casting meticuloso, muy profesional. ¿Quién mejor que el torvo juez Thomas Griesa para defender a los fondos buitre? Es perfecto. Lo mismo Loretta Lynch, la fiscal afroamericana de cuna humilde y sureña, incansable en su cruzada contra la corrupción de los más poderosos. Puro Hollywood.

Cómoda en su papel de policía del mundo, la Justicia de Estados Unidos hizo –justo es reconocerlo– lo que nadie antes; pese a que los sobornos y coimas para adjudicar sedes mundialistas, asegurar derechos televisivos y arreglar sponsors han sido un secreto a voces, un estilo de la casa, una ley no escrita que cada vez hacía más poderosa a la FIFA –tan ajena a tribunales y alertas rojas del FBI– y más obscenamente ricos a dirigentes vitalicios y empresarios voraces como pirañas.

El trabajo de Lynch, sólido, bien documentado, no deja mucho margen para visiones conspirativas, pese a que es cierto que la mayoría de los acusados vive al sur del río Grande y sería inocente pensar que semejante operativo es del todo ajeno a intereses económicos, comerciales y geopolíticos. “La FIFA es corrupta hasta en sus más altos niveles”, sostuvo la fiscal para despejar dudas y dejar claro que esto recién empieza.

Como dijera don Sigmund para evitar excesos a la hora de la interpretación simbólica: “A veces un cigarro es un cigarro”. Sin humo, en este caso.

Blatter bailó en el Titanic y renunció cuatro días después, sorprendiendo a propios y extraños. “Sé que vendrán más malas noticias”, había advertido. Tanto lo sabía que –cuentan– tuvo tiempo para planear bien su salida. Más que armando una sucesión afín, muchos lo imaginan canjeando información por un retiro en paz.

“Soy como una cabra de las montañas suizas: avanzo y avanzo, ¡nada me detiene!”, se definió alguna vez. Mmm… Ya vimos lo que hizo la astuta cabrita high class cuando se vio sola, sin apoyo político y con la soga al cuello. Se fue, sin irse del todo. Huyó hacia adelante, con margen como para negociar a cualquier costo. Es lo suyo.

Metido hasta las manos en la mugre, Austin Jack Warner, un moreno de 72 años, ex vice de FIFA y líder del Partido Liberal Independiente de Trinidad y Tobago, se puso algo místico y apocalíptico, muy al estilo Elisa Carrió. “¡Ni la muerte podrá detener lo que está por venir!”, pontificó, cuidando el pellejo y prometiendo “una avalancha de secretos inconfesables de la FIFA”. Trapitos sucios que involucran a su ex amigo y protector.

Escudado en una lógica mafiosa clásica, justificó su inminente cacareo en una traición previa: “Señor Blatter: sé lo que siente porque pasé por eso en 2011; con la diferencia de que usted provocó mi caída pero yo no la suya”. ¿De qué habla? De cuando huyó de su sillón en Zurich, el que lo hizo rico, para eludir una denuncia por la compra de votos a países del Caribe. ¡Vendetta! Hablará, hasta por los codos.

Como Chuck Blazer, de máster en coimas a topo del FBI; mala cruza entre Karl Marx y Santa Claus que, cebado, desempolvó sobornos vintage en la elección de las sedes de los mundiales de 1998 y de 2010. Wow. ¡A los botes, muchachos!

El inglés Cameron, la alemana Merkel y el francés Hollande presionan al tibio Platini –que no es ni tan inocente ni tan ajeno al sistema, igual que Figo y los demás– para que Europa recupere el control de un negocio global que, luego de cuarenta años de dominio de la exótica troika Havelange-Blatter-Grondona, ha quedado condicionado por países periféricos, insignificantes. ¡Civilización o barbarie!

Como Perón, don Julio supo morirse a tiempo. Un año sin su artesanal forma de construir poder y la estructura política de la FIFA estalló en mil pedazos. Creer o reventar. La AFA, su feudo, formateado para la unanimidad, naufraga sin destino. Con una vieja guardia quebrada, ebria de impunidad y por lo tanto aterrada por tanta huella dejada por ahí; una nueva generación ambiciosa pero sin experiencia ni fuerza política para imponer liderazgos y outsiders exitosos –Tinelli, Verón– que llegan incontaminados, pero ajenos, el panorama es desolador.

Si algo más nos faltaba –además de Burzaco y los Jinkins, más De Luca, Castelli y otros ex dueños de circos–, allí está su hijo Humberto, técnico de la Sub 20 por portación de apellido, eliminado en primera ronda del Mundial de Nueva Zelanda. Muy simbólico, todo.

Putin defiende su Mundial a cara de perro y sólo un rebrote serio del conflicto en Ucrania lo pondría en duda. Es lógico que, más allá de sus petrodólares, la mira de Europa apunte hacia Qatar 2022, una sede sospechosamente votada en la misma ceremonia que consagró a Rusia 2018. Luego de quedar afuera, los ingleses y norteamericanos van por lo suyo.

Greg Dyke, presidente de la federación inglesa, sin Blatter y sin sutilezas, fue al hueso. “Si fuese Qatar, estaría muy preocupado”, dijo. Hamad bin Khalifa bin Ahmed al-Thani, su colega qatarí, le contestó con ironía: “No tenemos nada que ocultar, así que mi consejo a mister Dyke es que arme un buen equipo y así tal vez pueda ganar nuestro Mundial”. Las hostilidades recién comienzan.

Ay. ¡Ayer Messi y Tevez jugaron la final de la Champions en Berlín y yo acá, escribiendo sobre parásitos, traidores y ladrones de guante blanco. Ridículo, ¿no?

En fin… Alguna vez escribí que el sueño de mi vida era tener una bodeguita como la de Menem o una ferretería como la de don Julio. Negocios modestos con admirable rentabilidad.

Bah, es inútil. No me da el cuero. Para ser así de exitoso hacen falta ciertos talentos especiales que yo, por suerte o por desgracia, no tengo ni tendré jamás.