jueves 28 de marzo del 2024

Arsenal arrastra el dolor de ya no ser

Desde que falleció Julio Grondona, el club de Sarandí no encuentra el rumbo. Acaba de cerrar su peor temporada en Primera.

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La muerte del padre es el evento más trascendente en la vida de una persona. Así lo definió Sigmund Freud hace más de cien años. Pero la pérdida paterna puede representar también un momento revelador: Tim Burton lo narró de manera maravillosa en la película El gran pez. Aunque la ausencia de papá, además, puede tener otros significados: el cierre de un ciclo, una clausura, el final de los buenos tiempos. Es lo que demostró Arsenal.

Cuando falleció Julio Grondona a mediados de 2014, en el club de Sarandí se terminó la calma. Arsenal estaba en un gran momento. Todavía saboreaba los títulos que se habían encadenado en los últimos dos años: en 2012, el Clausura y la Supercopa Argentina, y en 2013, la Copa Argentina. En apenas diez años en Primera había logrado sumar su primer título local. Era un club sin deudas y sin estrellas, con pocos hinchas y menos socios, pero eficaz. Pero a partir de aquel 30 de julio todo cambió. Sin el fundador sentado en el sillón presidencial de la calle Viamonte, Arsenal perdió el rumbo. La ausencia paterna lo derrumbó.

Sin ser presidente, lo presidió. Elegía técnicos y jugadores, ordenaba la economía y era el auxilio cuando los números no cerraban. Además de fundador, era el protector.

En caída. Pasó sólo un año y medio, pero por Sarandí pareció un siglo. Arsenal cerró el torneo que terminó hace dos semanas con la peor campaña desde que ascendió a Primera. La tabla de posiciones lo delata: quedó en el vigésimo octavo lugar, con sólo dos equipos abajo. Jugó treinta partidos y ganó apenas siete. Y como visitante, dio pena: quince encuentros, un triunfo. De aquel equipo que le complicaba la vida hasta a los grandes hoy queda sólo un boceto.

Si Arsenal llegó a Primera, se instaló y ganó títulos, fue porque Don Julio controló el mando a distancia. Sin ser presidente, lo presidió. Elegía técnicos y jugadores, ordenaba la economía y era el auxilio cuando los números no cerraban. Además de fundador, era el protector. Un periodista allegado al club ofrece un nombre que funciona como ejemplo: Giovanni Simeone. En enero de este año se barajó la posibilidad de que el delantero se mudara de Núñez a Sarandí, pero al final el préstamo no se concretó. Seis meses después River lo cedió a Banfield. “Con Don Julio eso no hubiera pasado jamás –explica el periodista–. El viejo lo llamaba y lo convencía de las ventajas de jugar en Arsenal. Así hacía con todos”.

Con la muerte de Don Julio, el control recayó en su hijo Julito, el presidente. Pero el heredero no estaba bien de ánimo. Donde más notaba la ausencia de su padre era precisamente en el club, ese lugar donde se había criado. Ni siquiera viajó a Salta, donde el plantel hizo la pretemporada en enero. Arsenal dejó de beneficiarse con la tutela celosa de los Grondona.

Con Martín Palermo como entrenador, el equipo se llenó de refuerzos que no funcionaron. La mala campaña eyectó al Titán, entonces recurrieron al mediático sacapuntos: Ricardo Caruso Lombardi. Pero tampoco anduvo. Y así cierra el año Arsenal. Preocupado por los puntos. Afectado por las ausencias. El club que fundó Julio Grondona, que tiene el estadio llamado Julio Grondona sobre la calle Julio Grondona, se quedó sin padrino y sin rumbo.

Esta nota fue publicada en la Edición Impresa del Diario Perfil.