jueves 28 de marzo del 2024

La revancha del ingeniero Mauricio Macri

Cuando era presidente de Boca fue acusado de colaborar con la barra, aunque también intentó combatirla. Esa vez, perdió.

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La determinación del Estado de asumir todos los costos de la seguridad en el fútbol y la inminente creación de un “Registro de personas con derecho de admisión” bajo la órbita política ubica al flagelo de la violencia como uno de los temas sustanciales en la agenda del nuevo gobierno. De hecho, una de las promesas de los funcionarios encargados de la seguridad ha sido desarticular cuanto antes las organizaciones delictivas vinculadas a los clubes. “Yo no negocio con los barras bravas bajo ningún concepto”, explicó el propio Macri cuando todavía era presidente de Boca. Aquella gestión, que duró doce años y en la cual consiguió diecisiete títulos, tuvo como protagonistas a Carlos Bianchi y a Juan Román Riquelme. Pero también a Rafael Di Zeo, líder de La Doce.

El arribo de Macri al club se produjo en diciembre de 1995, meses antes de que Di Zeo tomara el control de la tribuna de Boca producto de la detención de José Barritta, El Abuelo, luego del asesinato de dos hinchas de River. De arranque, Oscar Montoreano, director de Operaciones de la Policía Federal, acusó a la comisión directiva de Macri de financiar a la barra a través de entradas, micros y dinero. El periodista Gustavo Grabia en su libro La Doce explica que a aquella denuncia se le anexó una planilla que evidenciaba que sesenta barras habían viajado a Paraguay por la Mercosur con todo pago, y la declaración de una empleada de la empresa de turismo que afirmaba que los micros habían sido costeados por la institución por casi seis mil pesos.

A los pocos meses, la emboscada a la barra de Chacarita durante una práctica en la Bombonera dejó secuelas imborrables. El 3 de marzo de 1999, cerca de veinte barras ingresaron corriendo, a los gritos, con cuchillos y navajas, y atacaron a los hinchas visitantes. Aquel recordado episodio no sólo dejó el saldo de catorce heridos, sino que además sentó en el banquillo de los acusados a Juan De Turris, dirigente xeneize; Pedro Santaeugenia, jefe de seguridad del club, y a Carlos Martínez, custodio de la cúpula directiva, y actualmente hombre cercano a Daniel Angelici. “Por cincuenta patoteros estamos metidos todos en este lío. Yo estaría encantado si no pisan nunca más la cancha de Boca”, sostuvo Macri en su declaración ante el fiscal Angel Gabriel Nardiello.

Al poco tiempo de dicha batalla, Edgardo Mastandrea, ex comisario inspector de la Policía Bonaerense y hombre vinculado al Frepaso como asesor en temas de seguridad, acusó a Macri de financiar a la hinchada a través de talonarios de entradas. “Hay un integrante de la barra que trabaja en la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, que tiene licencias especiales para viajar a ver a Boca y cuando hay clásicos se instala en un bar de la calle Perú a vender entradas que le regala el club”, acusó Mastandrea en referencia a Santiago Lancry, El Gitano, quien respondía a Enrique Coti Nosiglia, ministro del Interior de Raúl Alfonsín.

Aquella controvertida relación de la dirigencia de Boca con la barra vivió su época más delicada justo en el mejor momento futbolístico del equipo. Luego de que el propio Macri le negara las dos mil entradas por partido que pretendían Di Zeo y compañía, La Doce declaró la guerra. Pedro Pompilio, vicepresidente del club ya fallecido, durante una reunión del Consejo de Seguridad reflejó su preocupación: “Les cortamos los víveres y nos la tienen jurada”. Así fue como no les tembló el pulso para suspender un partido ante Newell’s arrojando bombas de estruendo. “No importa si nos quitan los puntos, quiero que Boca sea ejemplo de los demás clubes; seguiremos luchando contra los barras”, aseguró el ingeniero. Pero eso no fue todo. Es que al poco tiempo, Rafael Di Zeo irrumpió la práctica del plantel profesional en Casa Amarilla junto con varios laderos de La Doce con el fin de arreglar los números del viaje a Japón para la final de la Intercontinental contra el Real Madrid. Después de aquel episodio, Macri le envió una nota a Bermúdez, en su condición de capitán, en la cual le indicaba que a partir de ese acontecimiento los jugadores iban a ser responsables de cualquier encuentro con los barras. “Me jodió enormemente; Bermúdez deberá explicar por qué se juntaron con estos señores en un vestuario”, sostuvo el máximo responsable de la institución.

Tras algunos años de tensión con La Doce, Macri eligió el camino político y así presentó un proyecto contra la violencia en el fútbol por medio de la Secretaría de Seguridad Interior. “Con la ayuda de todos los dirigentes se podrá erradicar la violencia de una buena vez. Hoy los espectáculos deportivos están militarizados. Es increíble la cantidad de policías que se necesitan en las canchas”, detalló Macri en marzo de 2002.

Si bien la relación del máximo mandatario con la cúpula de la barra pasó por diferentes estados, antes de dejar el cargo para dedicarse de lleno a la política Macri hizo un segundo intento por expulsar a Di Zeo de los registros societarios del club: “Desde que soy dirigente en Boca la familia volvió al fútbol y la violencia se fue por la otra puerta. Di Zeo no es Boca, el club es deporte y familia”, dijo.

“Con Macri siempre tuve una buena relación. No somos amigos ni mucho menos; en su momento tuvimos una relación cordial”, sostuvo el mismísimo Di Zeo luego de ser absuelto en un caso de asociación ilícita. “Ahora bien, si los dirigentes reparten entradas, liberan los molinetes o ponen micros, en todo caso el problema es de ellos. Esto es un negocio, papá”, agregó el líder de la barra brava de Boca que en la época dorada del club firmaba autógrafos en el Balneario 12 de Punta Mogotes.

Esta nota fue publicada en el Edición Impresa del Diario Perfil.