jueves 28 de marzo del 2024

Superliga: el Rojo juega con los chicos

Moyano quedó en una encrucijada: por un lado está Tapia, su yerno, abanderado de los pobres; por el otro, su club, condicionado por los otros grandes. Galería de fotosGalería de fotos

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El fuego cruzado de noticias relacionadas a la AFA en esta semana –la Superliga, las elecciones, el ascenso de Claudio Tapia, la reaparición de Marcelo Tinelli– hizo que una situación quedara eclipsada, pero a la vez formalmente evidenciada: el presidente de Independiente, Hugo Moyano, quedó en el medio de una encrucijada de la que no sabe cómo salir.

De un lado tiene a su yerno, Chiqui Tapia, ya postulado –y envalentonado– como candidato a suceder a Luis Segura al frente de la AFA; pero por el otro, los demás clubes grandes (Boca, River, San Lorenzo y Racing) buscan que se sume a ellos para darle mayor impulso al torneo separatista que surgió en estos días: una Superliga que podría ser, además, una excusa para renegociar los derechos televisivos a largo plazo –¿10 o 20 años?– sin la necesidad de que el Gobierno pague el costo político de terminar con el Fútbol para Todos.

La actitud del titular de la CGT Azopardo y líder de Camioneros quedó al desnudo el último martes, cuando en la reunión de Comité Ejecutivo envió a Carlos Montaña, vicepresidente segundo de Independiente, para que el club tenga una representación. Montaña asistió mientras que las sillas de los otros grandes quedaron vacías. Con ese desplante, la escisión empezó a tornarse clara. “Esto es una falta de respeto a todos los clubes que han venido. Fundamentalmente, a los que hacen un esfuerzo y viajan desde el interior”, se quejó Tapia, replicando las críticas que habían lanzado Segura, Armando Pérez, Nicolás Russo y otros dirigentes de peso.

La reticencia de Moyano a integrar la mesa que planea formar esta nueva Superliga tiene tres explicaciones: primero, su apoyo y vínculo familiar con Tapia; segundo, su áspera relación con el presidente de Boca, Daniel Angelici, al que habitualmente confronta en las reuniones de Viamonte 1366 (y al que, hace dos semanas, a modo de chicana, amenazó con llevarle a Elisa Carrió a la AFA); y por último, sus cruces sistemáticos con Marcelo Tinelli, quien esta semana lo trató de “patotero” y de ser el artífice de una campaña sucia en su contra, por la aparición de carteles en toda la Ciudad de Buenos Aires sin firma.

“Tinelli es muy importante en el país, pero no sería el indicado para presidir la AFA”, declaró Moyano el jueves en un programa partidario de Independiente, para retrucar los dichos del conductor televisivo. El sindicalista, según lo que pudo reconstruir este diario, cerró filas en contra de la “liga paralela”, como él mismo llamó a la Superliga, porque entiende que las condiciones del fútbol nacional son muy distintas a las de los torneos europeos. Moyano asegura que este tipo de formato puede realizarse dentro del marco de la AFA y evitar, así, que los veinte o treinta principales clubes del país desplacen a los más chicos del Ascenso.

Pero mientras Moyano se para en la vereda de enfrente de Boca, River, Racing y San Lorenzo, por lo bajo también desliza alguna preocupación por la obstinación que muestra Tapia en su intención de ser candidato a presidir la AFA. “Hugo no sabe cómo pararlo. A solas te dice que el candidato debería ser otro, pero tampoco puede ni quiere romper con él”, confía el presidente de un club con llegada a ambos.

Hasta aquí, cada vez que le preguntaron si quisiera ser una opción para conducir Viamonte 1366, Moyano evade la respuesta y alude “temas familiares”. Sabe que una disputa cuerpo a cuerpo con Tapia podría dañar su relación. Y para Moyano, la familia es sagrada: Tapia está casado con una de sus hijas, María Isabel Moyano, algo que lo impermeabiliza. “Hugo puede ser candidato también. Somos del mismo espacio, pensamos lo mismo”, le dice Tapia a PERFIL.

Tapia sabe que buena parte de los clubes de Ascenso y del Consejo Federal le darían su voto, algo que desconcertó a los hombres que operan a favor de los otros candidatos. Tanto Tinelli como Russo y Pérez –los tres dirigentes que aseguran que serán candidatos el 30 de junio– saben que todos los votos de la Primera no alcanzan para ganarle al presidente de Barracas Central. La Superliga también resolvería esa cuestión: Tapia, en el caso de que continúe como favorito, puede ganar la presidencia de una AFA que sería sólo una cáscara semivacía. Porque los que ahora están adentro, bajo una nueva figura asociativa y para sacarle más rédito económico a los derechos televisivos, podrían balcanizar el fútbol argentino y anunciar su independencia.

En europa si se consigue. Imitar a las grandes ligas europeas. Con esa premisa, y con la convicción de que la creación de una Superliga en Argentina duplicaría y hasta triplicaría los actuales ingresos de los clubes, los cuatro dirigentes que se pusieron al frente del proyecto –Angelici, D’Onofrio, Lammens y Blanco– intentan seducir a los que por ahora se muestran reticentes a la escisión de la AFA. La idea es copiar el modelo español, en el que la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) se hace cargo de las distintas selecciones nacionales y de torneos de categorías menores. A mediados de los 80, por iniciativa de los clubes, se creó la Liga de Fútbol Profesional (LFP), que se separó de la RFEF y administra sus propios recursos.

Quizás, lo más parecido a lo que ocurre en Argentina sucedió en Inglaterra, donde se fundó la Premier League (en 1992) para que los clubes puedan obtener mayores ganancias por derechos de TV. Y en Francia, la Ligue 1 tiene un acuerdo exclusivo –por fuera de la Federación– con los canales Canal+ y beIN Sports para la transmisión de partidos.

Esta nota fue publicada en la Edición Impresa del Diario Perfil.

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