viernes 19 de abril del 2024

La cuenta pendiente de Boca con sus inferiores

Durante el ciclo Barros Schelotto solo debutaron ocho pibes. Los proyectos chocan con las compras millonarias. La opinión de Claudio Vivas.

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Claudio Vivas duerme dos noches a la semana en la pensión de Boca. Transforma a la incubadora donde viven 55 juveniles en su hogar. Hace un año y ocho meses que es el coordinador de las divisiones inferiores del Xeneize. Asumió antes de que el club estrenara un predio con once canchas en Ezeiza a la altura de cualquier institución europea. El trabajo de Vivas requiere fermentación lenta. Todavía faltan varios años para que los resultados estén a la vista. Mientras tanto, lo que está a la vista es la escasez de talentos creados en las bases y una especie de adicción por comprar afuera. El último lunes quedó en evidencia: Boca presentó ante Estudiantes una alineación importada en su totalidad. Los chicos del club no parecen prioridad para Guillermo Barros Schelotto.

“Soy una fuente constante de consulta. Hablamos mucho con el cuerpo técnico”, dice Vivas. El diálogo es fluido. El proceso de gestación, sin embargo, no suele culminar con una catarata de presentaciones en el plantel superior. En los dos años y medio que lleva el Mellizo en su cargo debutaron ocho chicos: Gonzalo Goñi, Alexis Messidoro, Gonzalo Lamardo, Nicolás Benegas, Pedro Silva Torrejón, Agustín Heredia, Julián Chicco y Agustín Almendra, la última esperanza. El noveno sería Leonardo Balerdi, quien podría jugar el domingo ante Huracán debido a la venta de Santiago Vergini a Turquía. Ningún juvenil superó los cinco partidos. Boca produce y exporta. Los chicos se hacen hombres lejos de La Bombonera.

“Esas ventas –dice alguien que conoce muy de cerca el trabajo de las inferiores de Boca pero que pide el anonimato– son las que sostienen el presupuesto del primer equipo. Es mentira que no salen jugadores”. Vivas opina: “Formar para otros no es nuestro negocio. Pero hay que tener paciencia”.

Antes de Vivas, Boca buscó el éxito a través de la imitación. El proyecto de La Masía, la cantera del Barcelona, era la obra que encandilaba al fútbol mundial. Jorge Raffo, ex responsable de inferiores, importó el modelo culé. En Barcelona los jugadores salían a borbotones. En La Candela el engranaje se rompió: “Lo que falló fue la consolidación en el primer equipo”, le dijo Raffo a La Nación.

El último juvenil que logró imponer su apellido entre los tótems fue Rodrigo Bentancur. Los demás futbolistas fueron apariciones efímeras, opacas: Sebastián Palacios, Leandro Marín, Cristian Erbes y Andrés Cubas acabaron por emigrar. Raffo fue despedido en 2016. Daniel Angelici manifestó que “los ciclos se terminan”, y quemó las hojas de calcar. Vivas llegó en febrero de 2017 con la posibilidad de diseñar un plan a su merced: “Me encontré con buenos jugadores, no con diferentes. Y con una buena organización en la pensión y administrativa”, afirma.

En Boca había buena materia prima, aunque no joyas de elite: “Para jugar en la Primera de Boca hay que tener condiciones óptimas, marcar una diferencia, y ser mejor de lo que hay en el mercado. Hoy no existe eso. Hoy no le podemos ofrecer esa clase de futbolista a Boca. En Primera están los que tienen que estar: Almendra, Roffo, Balerdi. Pero la realidad es que ninguno de ellos va a ser clave para ganar la Copa Libertadores o el Tricampeonato, que son los objetivos del equipo. Estamos en un proceso madurativo”, sostiene el coordinador.

El proceso madurativo convive con los 80 millones de dólares que gastó Angelici en refuerzos a lo largo de toda su gestión, con la desesperación paternal del presidente por cumplirle la promesa a sus hinchas: ganar la Copa Libertadores. Vivas cría mansamente a las nuevas promesas en una isla que pretende salir ilesa del tsunami que puede llegar si la promesa queda en deuda.

(*) Esta nota fue publicada en el Diario PERFIL.