viernes 19 de abril del 2024

La política, el deporte y Moscú

No se puede olvidar que, aunque la medalla vale, el objetivo de un país en materia deportiva es acercar a la gente a la actividad física. Escribe Herbella.

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Corría octubre de 1983, cuando Raúl Alfonsín se impuso a Italo Argentino Luder en las elecciones presidenciales que marcaron la vuelta de la democracia. En el país se vivía un aire de renovada esperanza, mientras que a miles de kilómetros de distancia, apenas un par de días antes, se había disputado el primer campeonato mundial de Atletismo.

Ahora, a treinta años de aquella primera competencia, se disputó su decimocuarta edición, en Moscú (Rusia). Históricamente, los campeonatos del mundo posteriores a un Juego Olímpico (en este caso Londres 2012) parecen menos importantes que los que se disputan en la antesala de la subsiguiente cita olímpica. Sumado a ello, en las semanas previas al mundial moscovita, se confirmaron numerosas y relevantes bajas, sea por lesión o por suspensión (entre otros Tyson Gay y Asafa Powell). Nada de esto le importó a Usain Bolt para confirmar su categoría de estrella mayor en el presente del atletismo y, se podría decir también, que ya se ganó un lugar como leyenda: al conseguir tres nuevos oros (100 mts, 200 mts y posta). Con sus nuevas conquistas, el jamaiquino superó al estadounidense  Carl Lewis en el medallero histórico: lo igualó en el número de preseas doradas (ocho) pero lo supera en el total, al atesorar dos de plata mientras que Lewis posee sólo una y otra de bronce. Es por esto que si a Carl Lewis se lo considera uno de los grandes en la historia del atletismo, a Usain Bolt, después de lo demostrado en Moscú, le cabe el mismo reconocimiento.

Fue en el verano boreal de 1983, en Helsinki (Finlandia), donde se disputó el primer mundial de Atletismo y nuestro país estuvo representado por una pequeña delegación, compuesta por tres atletas: Gustavo Capart que competía en los 200 mts llanos, Alfredo Maravilla para la maratón y la única mujer, Beatriz Capotosto, quien corrió los 100 mts con vallas. Hubo que esperar diez años y el transcurso de dos campeonatos mundiales (Roma 87 y Tokio 91) para que nuestro país tuviera su primer atleta finalista, al concluir entre los doce mejores: fue el fondista Antonio Silio, en Stuttgart 1993, y terminó octavo en los 10.000 metros llanos. Se sucedieron otras dos competencias, en este caso en seis años porque a esta altura los mundiales de atletismo se disputaban de manera bienal (2 años), para que la Argentina tuviera su segunda finalista. La responsable fue Alejandra García, garrochista en Sevilla 99 (España), quien terminó en la onceava posición con un salto de 4,25 mts. Desde allí hasta la aparición del tercer finalista, transcurrieron doce años y cinco competencias sin que la Argentina tuviera un atleta en instancias decisivas. En Daegu 2011 (Corea del Sur), fue la lanzadora Jennifer Dahlgren, quien quebró la racha adversa y terminó décima, cuando su martillo voló 69, 72 metros en la final de la competencia.

Con apenas tres finalistas en treinta años de historia, se puede decir que Moscú 2013 se transformó en el mundial más importante del atletismo argentino, dado que dos atletas lograron clasificarse como finalistas en sus respectivas competencias: Rocío Comba que terminó decimosegunda en lanzamiento de disco y Germán Lauro quien terminó séptimo, en lanzamiento de bala con una marca de 20.40 metros, y obtuvo la mejor colocación de un atleta argentino en la historia mundialista.

Progresivamente, a paso lento pero constante, algo está cambiando en el atletismo argentino. Si escuchamos la opinión de los atletas, la mejora se debe principalmente al aporte del Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (Enard), un organismo que a través de un impuesto aplicado a la telefonía celular financia a los deportistas y sus asociaciones. El balance externo muestra que desde su creación hay una mayor eficacia (relación entre objetivos y resultados) pero las preguntas relevantes apuntan a su efectividad (relación entre gasto y beneficio).

¿En qué repercute el alto rendimiento en la población que lo financia con su factura telefónica?, ¿es el gasto en alto rendimiento redituable para el deporte en su conjunto?, ¿que la Argentina haya tenido la mejor participación de su historia en los mundiales de atletismo ha significado algo para cada uno de nosotros? Hasta el momento, no se ha probado que la relación entre deportistas de elite y ciudadanos que realizan actividad física sea de ida y vuelta: sí se sabe que el fomento de la actividad física desde niño brinda más posibilidades de tener deportistas de elite, pero no necesariamente tener más deportistas de elite significa que más ciudadanos se acerquen al deporte.

Han pasado treinta años de democracia y catorce mundiales de atletismo, quienes valoramos la importancia de la representación deportiva de alto rendimiento, vemos con buenos ojos el fomento de una política deportiva proactiva y la creación del Enard. Recibir un salario como deportista es algo único pero sólo un pequeño porcentaje de la población lo logra. Lo importante es no olvidar que, aunque la medalla vale, el objetivo principal de un país en materia deportiva es acercar a la gente a la actividad física como forma de obtener una mejor calidad de vida.