martes 16 de abril del 2024

La solución argentina, o cómo volver a ser campeones

Hay una huella que puede llevarnos a construir un nuevo camino victorioso, el único posible, ya que sólo nos importa el triunfo: desafiliarse de FIFA.

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Así en el fútbol como en la vida. No neguemos lo innegable: el planeta todo tiene problemas. Cuando Alemania cae ante México es más que una derrota deportiva. Nos globalizamos y se pudrió todo aquí y acullá. Pero, salvo una cuarentena de otros desperdicios que los mapas siguen mostrando entre fronteras y con capitales, como si fuesen países –en su mayoría territorios que viven de guerra en guerra–, el resto de las naciones supuestamente civilizadas amansó su esencia más salvaje y se tornó menos montaraz que nosotros. No todos reeligen a una Cristina o toleran a un ‘Chiqui’ Tapia. Produjeron anticuerpos que mal llegaron a Latinoamérica…

Todos tienen lo suyo, hay otros Sampaolis andando por ahí, descarriados hubo siempre y en el orbe no faltan los Boudou, pero la mayoría de las naciones ya no posee nuestro conflictivo espíritu colectivo, tristemente bestial, pérfido. No son convalecientes endémicos, se engripan de comunismo o utopías del género, pero les dura algunos inviernos y el buen tino los recupera fuertes y cabales. Aplauden a sus gobiernos como a sus Seleccionados, aunque no sean campeones, les alcanza con que sean dignos.

Aquí los preferimos indignos siempre que ganen algo. No tenemos gripes de estación, hacemos cuestión de convivir todo el tiempo con esos catarros ciudadanamente alergénicos que escupimos sobre la Constitución Nacional. Diariamente demostramos ser intolerantes a la histamina democrática, de ella sólo ejercemos el derecho a la protesta… por la protesta misma que, al cabo, se auto-ilegitima. En algún punto o momento todos somos ‘Quebracho’. Estamos muy enfermos y de un mal pandémico y probablemente incurable, llamado argentinitis.

Así, dañados colectivamente y dolientes en lo individual, no podemos esperar nada mejor del fútbol. Nuestro fútbol. Lo más radiante que brilló bajo el Sol de Mayo que ilustra la bandera celeste y blanca, con 32 rayos y un rostro humanizado –puede ser alucinación mía– que a cada año parece más horrorizado en su gesto. Nuestro fútbol no tiene chances de aislarse. Las aguas sin transparencia de nuestro Paraná lo arrastraron corriente abajo como un camalote populista que podrece en su viaje.

Y un día nuestro fútbol quedó a la intemperie, expuesto a heladas tan árticas como fatales. Esas que congelan a Messi y entumecen a Higuaín en los Mundiales. La infección ciudadana, como era de esperarse, también inoculó a la pelota. Nuestro fútbol es parte del todo que lentamente lo contagió y contagia de su enajenación creciente que, a veces, defendemos como virtud y salubridad: “Porque tenemos huevos”. ¿Podemos ser más idiotas? Sospecho que no. Estamos contaminados de nosotros mismos. De ahí la gravedad del presente. Y como no hay vacuna, tampoco hay futuro.

Lentamente el atolón de sucesos futboleros que ya disfrutamos (algunos muy discutidos como el de los brazos armados del ‘78 o el de la mano de Dios del ’86), va cubriéndose con las derrotas que carga la marea de desencuentros que nos reina desde el golpe de 1930 cuando, dos meses después de concluido el primer Mundial de Fútbol que nos vio subcampeones en Montevideo, el General Uriburu –como siempre, con el apoyo de la mayoría de las fuerzas políticas argentas– se apoderó del gobierno electo de Hipólito Yrigoyen. Desde entonces los golpes de estado no sólo se hicieron hábito, hasta ganaron ovaciones… Y nosotros nunca más fuimos los mismos. La manzana nacional había comenzado a pudrirse.

Esa mal entendida diatriba política y la acentuación de la incultura social sumergieron, hasta su desintegración, a la esencia de pureza y baldío que supo tener el fútbol; la hundieron en aguas siempre revueltas hasta que no pudo sobrevivir. Es el hoy. Vivimos décadas de egoísmos, intereses espurios y recuerdos que se esfuman. Nos contamos el chiste de que la única salida que tenemos es Ezeiza y algunos nos fuimos. Pero es un viaje de ida que no soluciona nada en el país. Siquiera altera nada en el fútbol que hizo de Ezeiza una pasarela de cracks y no cracks. No es un buen antídoto, no pasa de un chiste. El chiste en el que nos convertimos.

Llegó la hora de la verdad, que siempre es nuestra y no escuchamos si es ajena, para la nación que mejor demostró que la democracia es un fracaso austral. Al menos el fútbol tiene una salida que no es Ezeiza. Sólo requiere coraje, el coraje de asumir quienes somos, adónde estamos parados y hasta cuando resiste nuestra corpulencia.

La solución argentina no está en la FIFA, no la encontrará el suizo Gianni Infantino, su risueño presidente, con el dislate que inventó para 2026, con 48 países divididos en 16 Grupos de tres y bla, bla, bla. Tampoco está en los envejecidos pulmones de Mascherano o en los desconcertantes pies de Messi como quedó demostrado en Kazán. La solución argentina no la localizaremos proyectando otro Maradona que nunca más existirá, ni imaginando un nuevo salvador de la patria. Pero… Hay una huella que puede llevarnos a construir un nuevo camino victorioso, el único posible, ya que sólo nos importa el triunfo.

El primer paso para hallar esa solución argentina es desafiliarse de la Conmebol y de la FIFA y afiliarse a la joven Confederación de Asociaciones de Fútbol Independiente (ConIFA, sus siglas en inglés)… Que reúne a 47 Agrupaciones de regiones o dependencias que (como la fingida Argentina, pero de otro modo) intentan ser países reales. Verdaderos –ellos lo pretenden seriamente–. Hoy, a diferencia nuestra que nos registran las actas de la FIFA y de la ONU, ellos son estados no reconocidos por la comunidad internacional. Ninguna de estas micro-naciones está adherida a cualquiera de las confederaciones continentales que alimentan oficialmente a la millonaria caja de Zurich… ConIFA, en su sitio virtual, se define como “la federación de fútbol para todas las asociaciones fuera de la FIFA” y por ahora no se descubrió ningún Blatter en sus estamentos de gobernanza.

Atención, pues aquí está nuestra oportunidad: La ConIFA, cuya sede se encuentra en Luleá, Suecia, desde 2014 juega un Mundial cada dos años pares y un mes antes de que se dispute la Copa de la FIFA cuando ambos coinciden. Participan todos sus miembros (un 23% de Selecciones si son comparadas con las afiliadas a FIFA), así reunidos: 24 europeos, 10 asiáticos, nueve africanos, dos americanos y dos de Oceanía. Este año, entre mayo y junio, lo organizó la Asociación de Barawe que precisó establecer su sede en Londres ya que en su Somalia actual los conflictos armados impiden cualquier evento.

El flamante campeón del mundo, surgido en esta tercera edición, fue la mal conocida Selección de Karpatalija (o Carpatalia). Para ser campeón mundial, la Selección de esta región también llamada Transcarpátia, que ya fue húngara, checa y soviética y hoy es un óblast (división administrativa) del sudoeste de Ucrania, debió derrotar a Chipre del Norte. La final requirió de una emocionante definición por penales que acabó con la incógnita del cero a cero del partido y la prórroga… Los dos finalistas europeos dejaron atrás, en semifinales, a los ‘tanos’ de Padania y a los transilvanos de Szekely.

Cuatro años atrás, los primeros campeones mundiales de ConIFA, fueron los franceses de Niza que, en 2014, se consagraron en Östersund, Laponia, norte de Suecia. Y en 2016, en su casa del Mar Negro, ganaron el título ecuménico los georgianos de Abjasia. El próximo campeón puede ser… ¡Argentina! Además, tendríamos un título que no tenemos, el título de ConIFA que rima con FIFA cuyo trofeo, por no ganarlo desde los tiempos de Maradona, pasó a ser poco interesante para nosotros.

No obstante, no creamos que será fácil derrotar a los ‘defensivitas’ de Panjab, comandados por el inglés Reuben Hazell, ex Aston Villa, y que no habrá dificultades para vencer al seleccionado de Tamil Eelam que entrena el técnico de la Fundación del Chelsea inglés, Ragesh Nambiar. Nadie se la lleva de arriba con el once de Groenlandia, cuyas estrellas, los hermanos John y Niklas Kreutzmann, son especialistas en traslado de pelota sobre césped sintético; los tiempos cambiaron… Pero soñemos, no nos preocupemos con los nuevos escollos que ya tenemos bastantes. Pensemos positivo, como que rivales cual Rohinya y Transnistria serán pan comido.

Pensemos también que clasificaremos con más facilidad que jugando en la Conmebol. Sortearemos en las eliminatorias continentales a los yankees de Cascadia y a los rebeldes canadienses del Quebec (Isla de Pascua y Martinica se retiraron). Después podremos encontrar en la fase final de la Copa propiamente dicha, a seleccionados de mayor jerarquía como los de Mónaco y Armenia Occidental, o el de los Coreanos Unidos de Japón, tan bueno como Yorkshire y Sahara Occidental. Y por qué no a los representantes del Pueblo Gitano entre otros. No ría: un par de décadas atrás la invencible (para nosotros) Islandia no hubiese sido extraña en esta Liga… La Selección de Cataluña, que ya nos derrotó 4 a 2 en el 2009, se desafilió de ConIFA hace dos temporadas.

Si aspiramos a ser campeones del mundo nuevamente, no lo dudemos, aquí está nuestra chance. ¡Avancemos Argentina! Primer dato a favor: la inscripción está garantizada; sólo debemos demostrar que queremos ser un país. Y allí está la gracia, en el folleto que exhibamos mostraremos que hoy no somos un país. Los remitiremos a los sitios de nuestros diarios y allí, sin más ni menos, verán que no somos una sociedad escandinava ni tampoco otro Uruguay. Que somos un caos andante y arraigado.

Además, cualquier dislate que aparezca en la presentación será divertidamente verosímil por la sola presencia de Tapia explicando el PowerPoint. El ‘Chiqui’ nos asegura la afiliación. No imagino que, a pesar de todo lo que cuentan las web gubernamentales, seamos menos que Darfur y Kiribati. Dicho esto con mucho respeto, no seremos Japón pero estamos a la altura de afiliados como Franconia, Pueblo Arameo, Donetsk y Osetia del Sur. Y aunque no hayamos conseguido anexar las Malvinas, no podemos tener menos derechos que las Islas Ryukyu, que también es una Federación inscripta en ConIFA.

Hasta los argentos que no consiguen desaguar dentro del tarro, argumentarán en sus diapositivas que merecemos afiliarnos, pues, para ellos no somos un país desde el momento en que recurrimos al FMI; nunca aceptarán la realidad: que el Fondo Monetario Internacional es un socorrista de primeros auxilios que cada tanto nos recoge en su ambulancia de créditos stand-by y costura las cicatrices que dejaron abiertas gobiernos anteriores.

Otros varios, con tanta o más razón, dirán que no somos un país porque el primer gobierno democrático que tuvimos pos-última-dictadura, el de Alfonsín, no consiguió terminar su mandato como tampoco reivindicó a los Radicales el pésimo De la Rúa. Igualmente montarán un slide fotográfico con los cinco presidentes que conseguimos sentar en el sillón de Rivadavia en once días (esos récords Guinness ayudan). Tesis y razonamientos no faltan ni faltarán. Sobran.

Sin embargo, para estar a la altura de Somalilandia o Felvidek, hablaremos de nuestra desvencijada igualdad de género, representada en las figuras de las dos mujeres que nos presidieron; generará impacto, pero lo que nos dará chapa con este asunto será informar que ninguna de ellas llegó por mérito propio, ambas por ser la ‘esposa de’… Y, allí, enseguida, el remate visual será una foto del rodete de Evita, gloria de nuestra política que no escapa de esa misma y fatídica lógica vernácula.

Con eso todo ingresaremos a esta “organización sin fines de lucro que apoya representantes de naciones de facto, regiones, pueblos minoritarios y territorios aislados del deporte” según reza su estatuto. ¿Usted sabe cuántos problemas y dinero nos ahorraremos? Ya no vamos a tener que convencer a Simeone o Pochettino para que dirijan a la Selección. La exigencia será menor. Tanto que puede continuar Sampaoli.

Quien sea el DT podrá divertirse convocando a Marcos Rojo y Meza para el próximo Mundial. No son peores que Sam Edwin Caine y Khulekani Maziwa, defensores de Ellan Vannin y Matabeleland respectivamente. Tampoco son inferiores a los volantes Idir Lamhene del seleccionado de Kabylia o Afelee Valoa de Tuvalu… Soñemos. Willy Caballero se convertiría en el arquero menos vencido del certamen, porque nadie duda de que Katepu Iosua, el portero de Tibet es peor que él y todos los demás arqueros también. Lo Celso y Ansaldi podrían tener su oportunidad frente a Barotselandia y el ‘Toto’ Salvio llegaría al gol ante Islas Chagos. ¡Seguro!

Es hora de que la AFA piense en todas estas ventajas que nos caen del cielo en un momento en el que estamos en el infierno. Salgamos de la FIFA, basta de competir con países organizados como Alemania o Dinamarca, llenos de cracks como Bélgica o Brasil, con técnicos con aire profesoral como el de Uruguay, alejémonos de esos croatas que juegan en el Barcelona y el Real Madrid, no compitamos más inútilmente ante los franceses que tienen a Mbappé y Griezmann que no podemos alcanzar. Impidamos que los memes del Mundial de Qatar sean a nuestra costa. ¿No estamos cansados, acaso, de que el mundo se divierta con nosotros? Si hasta los chilenos nos cargan… ¡Basta!

Imagino a todos los vehículos de comunicación nativos, que sistemáticamente en la previa de los Mundiales venden más humo que el propio Sampaoli, anunciando a diestra y siniestra, en sus versiones impresa y digital, las bondades del rival de turno: Pueblo Lezguino se transformaría en potencia. Y ya imagino el título ante Uyghur si nos gana: algo así como ‘Uy uy uy los esperamos en Jujuy’. Piensen en una final ante ‘Laponia… Y la sacaba’; bueno uno no tiene todo ese genio que a ellos les sobra para titular…

Y ni les cuento las canciones de nuestra belicosa hinchada. Por ejemplo, el cántico de la barra brava ante Kurdistán sería: “!Por el c… te la dan!”. O simplemente un ajuste al ‘brasileño, brasileño’ cantando: “Monegasco Monegasco / que amargado se te ve / Enzo Pérez es más grande... / es más grande que tu diez!”… Y, claro el clásico “Decime que se siente” adaptado a Skåneland o Raetia el día en el que estas minorías organicen una Copa de ConIFA… Desde ya invadiríamos Zanzibar que quiere organizarla en 2020: tiene poco más de 200 mil habitantes, les metemos otros cien mil argentos y ‘aguante Freddy Mercury’ (era su tierra natal).

Sería lindo de ver. De vivir y de disfrutar. Dejemos que el país continúe destruyéndose con nuestros sindicalistas, alimentándose con el odio de Hebe de Bonafini y escuchando a terroristas mediáticos como Lanata. Dejemos que se sigan cortando rutas y calles como rebanadas de salame criollo mientras se le da espacio a las Jaitt y a las Granata. Dejemos que cada año se disminuyan más los días de clase y todas esas salvajadas en las que dictamos cátedra, pero salvemos a la pelota. Salvemos al fútbol que nos dio al ‘Cuila’ Sastre, a Di Stéfano y a Passarella, ‘al Diego’, a Brindisi y a Kempes; que nos regaló al ‘Pájaro’ Caniggia, a Perfumo y a Fillol. Y al gran Alberto Bernardino Ohaco, por citar sólo a una decena de insignes representantes de nuestra Legión de Honor desde los tiempos del amateurismo…

Volvamos a ganar, volvamos a ser campeones del mundo. Paremos de perder. Evitemos que los diarios hablen mal del fútbol como si fuese una sesión de la Cámara de Diputados, que los medios se dediquen al dólar que sube y sube mientras nuestras calidades futboleras bajan y bajan. ¡Salvemos al fútbol! Demos un golpe maestro conquistando el campeonato del mundo de ConIFA. Goleemos a las selecciones de Lugansk y Nagorno Karabaj… Volvamos a soñar con una Argentina campeonísima del mundo. ¡Vamos Argentina, vamos todavía! Y todos juntos como en las desgracias que nos unen y sólo ellas nos unen, cantemos: “¡Vamos vamos a ganar / que esta banda quilombera / no te deja y no te deja de alentar!”...

Post scriptum: ¿Si esto es una ironía? Confieso que no lo sé. Puede serlo, debiese serlo. Pero en un país no-país las ironías significan lo contrario de lo que normalmente expresan. Así, creo, el subconsciente me revela que es una propuesta seria, sin sarcasmo, que es la Asociación a la cual, de verdad, debemos afiliarnos, es la que nos corresponde… ¿O no?

(*) Autor de ‘ARCHIVO SIN FINAL’ (Selección Argentina), en español; ‘GLORIA ROUBADA’ (el aprovechamiento político de los Mundiales) y ‘PENTA’ (Brasil en la Copa de 2002) en portugués, entre otros.