miércoles 11 de diciembre del 2024

Semenya y un oro que realimenta la polémica

La sudafricana se quedó con la medalla dorada en los 800 metros femenino. Mucha gente del atletismo piensa que es un hombre y la cuestiona.

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No tiene la misma atención que sus colegas. Ni cerca de estarlo. Tampoco del público. Un público que la abucheó fuerte en las pruebas de clasificación de la prueba que domina hace años. Caster Semenya saltó a la fama con apenas 18 años cuando ganó el Mundial de Berlín en 2009. Siempre corrió con la presión en sus hombros de que los demás piensen que es un hombre. Todo por un rumor de un periodista, que obligó hasta a la propia Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo a someterla a controles de sexo. En Río consiguió el primer oro olímpico de su vida, tras ser plata en Londres, y reavivó la polémica.

En el estadio Olímpico, Semenya marcó un tiempo de 1m55s29 (estuvo a sólo 1s001/100 del récord mundial que data de 1983). Fue un dominio de principio a fin, en la que solo la atacó la burundesa Francine Niyonsaba (medalla de plata). “Ya no se podrá llamar deporte”, había sentenciado la ex atleta Paula Radcliffe, recordwoman de maratón, cuando le preguntaron por un posible triunfo de de la sudafricana. Pero ¿por qué la IAAF la considera una atleta 'intersexual'? Porque su cuerpo genera en forma natural niveles de testosterona similares a los de los hombres en un fenómeno que se conoce como hiperandrogenismo.

No es la primera vez que se acusa a una atleta que gana una prueba de ser hombre. En la final de los 100 metros de Berlin 1936 la estadounidense Helen Stephens derrotó a Stanislawa Walasiewicz -favorita por sus antecedentes y favorita de Adolfo Hitler-, la misión polaca acusó a Stephens de ser un hombre. ¿Cómo se solucionó la historia? La estadounidense se desnudó y chau. O no tanto. Porque cuando en 1980 murió en Cleveland la ahora estadounidense Stella Walsh (Walasiewicz había adoptado esa nacionalidad y ese nombre), una autopsia determinó que sus órganos sexuales eran masculinos.

Pasarán los días y Semenya deberá vivir con este debate entre ético y científico sobre la ventaja genética que saca con su cuerpo. Por lo pronto, ahora su próximo desafío es romper el récord de Jarmila Kratochvilova, que perdura desde  1983 y que, como si fuese poco, también está sospechado. Por dóping.

(*) Enviado especial a Río de Janeiro