“Las dos maternidades fueron por cesárea y a los tres meses ya estaba jugando”, cuenta Fanny Rodríguez, jugadora que pasó a Boca y este martes fue la gran figura y autora de un triplete en el primer superclásico profesional de la historia ante sus ex compañeras de River.
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Apenas subió a su Instagram la foto con los colores Xeneizes, las primeras que la felicitaron fueron las jugadoras de River. Es que la atacante nacida en Berisso en 1985 fue a despedirse en persona, explicándoles las razones de la transferencia.
“Te vas y ahora quién me va a dejar servidas las pelotas para hacer los goles”, dijo la 9. Y una defensora escribió: “No importa a qué club te vayas, estás con nosotras”. Aunque, como era de esperar, también tuvo contras: “Ni Judas se atrevió a tanto”.
Ella asegura que la ayudó a decidirse el llamado formal del DT más allá de los rumores que iban creciendo. “Y el hecho de haber jugado solo cuatro meses en River, al que le agradezco que me haya abierto las puertas, aunque me siento más identificada con Boca. Igual soy hincha de Gimnasia”, declara sonriente, mientras entrena en el Centro de Alto Rendimiento del club en Ezeiza.
Sin prejuicios. En 2018 Fanny jugó el primer superclásico, con la banda roja y un gol incluido: convirtió el último de un 3-1. “Hacía diez años que River no le ganaba a Boca. Jugué muy bien y en ese torneo metí siete goles. Me preguntan cómo hago con 35 años para correr tanto. Es todo cabeza, les digo”. El gol, que tiene entre ceja y ceja podría hallarse en los genes de su padre, Raúl Horacio Rodríguez, ex delantero de Cambaceres.
“No tengo de qué arrepentirme, de ninguna decisión, tanto en la vida como en el fútbol. Me fui de Estudiantes a Gimnasia, también jugué en Villa San Carlos y en la Liga Platense. Esto ya se profesionalizó y el que entiende de fútbol sabe de qué hablo”, le contó a Perfil.
Su condición contractual mejoró sustancialmente: “Cuando estuve en River recién había abierto un almacén, pero no se puede estar con la cabeza en dos cosas a la vez, y a los seis meses lo cerré porque el negocio es una responsabilidad grande”.
La futbolista ya había llegado a Casa Amarilla a probarse en 2017, pero en ese momento los hijos merecían más cuidado. “Ahora estamos más organizados. A Boca voy a llegar más rápido en tren y hasta voy a poder dejar a los chicos en el colegio a la una y de ahí a entrenar”, explica.
Volviendo a esta nueva etapa que se inicia en el fútbol femenino, opinó que “se va a equiparar y no va a haber más un 8 a 0”. Su pareja, operario de YPF, no era del ambiente deportivo pero hace 6 años cuando se unieron sentimentalmente. “Andrés ahora se prende en los picados”, sonríe.
-¿Ningún problema entonces por el pase de River a Boca?
-En absoluto. Además, Boca es Boca, y mi marido es hincha.
Esta nota fue publicada en la Edición Impresa del Diario Perfil