Maradona, Cuba y un anecdotario contado en primera persona
Mariano Israelit mantuvo una relación de amistad durante 35 años con Diego Armando Maradona, acompañándolo durante la prolongada estadía del 10 en Cuba.
Productor de televisión, radio y eventos, Mariano Israelit conoció a Maradona a través de su hermano Hugo , de quien fue compañero de recreo en el colegio Comercial 20 de La Paternal.
La relación del “Turco” con Israelt lo llevó a comer asados en la casa de los Maradona , donde conoció a Diego en una de sus visitas desde España, cuando ya era futbolista de Barcelona.
Mariano Israelit publicó un libro de memorias titulado “El amigo de Dios” , en donde cuenta lo vivido junto al Diego, incluyendo la desopilante historia del “teléfono rojo” de Fidel Castro.
Los periodistas ingleses en Cuba y el teléfono rojo de Fidel
Entre toda la bibliografía dedicada a Maradona, este libro ofrece una propuesta distinta: son historias protagonizadas por Diego, contadas por un amigo con el que mantuvo una relación de 35 años. En este fragmento, algunas anécdotas de su estadía en Cuba: el acoso de periodistas ingleses, a los que les cobró una fortuna por una nota y su vínculo con Fidel Castro.
Una de esas mañanas en las que solíamos ir al campo de golf, veo a la distancia que alguien está escondido detrás de un árbol tomando fotografías. Me acerco a Diego y le digo: “Me parece que te están tomando fotos, creo haber visto a un flaco atrás de un árbol con una cámara”. Diego me responde: “Feo, vamos a hacernos los boludos y en el próximo hoyo, lo corrés”. Dicho y hecho, al siguiente hoyo comienzo a correr y cuando el sospechoso me ve trata de escapar. Lo alcanzo y logro capturarlo a los pocos metros, recién ahí fue donde se presentó como un periodista del medio más importante de Inglaterra, diciendo que estaba realizando una cobertura especial sobre la recuperación de Diego.
En ese momento Diego estaba en una situación económica bastante complicada, por no decir desastrosa. Estaba negado a cualquier trabajo, entrevista o participación en programas, rechazaba todas las publicidades y prácticamente no generaba ingresos. Es por esto que me acerco al 10 y le sugiero darles una entrevista en privado por unos cientos de millas de dólares, Diego no acepta la cantidad y me pide un poco más, los cité en la casa al día siguiente por la mañana.
Diego esa noche mantuvo una discusión con su novia Mavys y esas cosas siempre lo ponían de mal humor, por ese motivo a la mañana siguiente, después de haber recibido a la comisión del medio de prensa, quienes ya estaban con todo el equipo técnico listos para grabar, me llama y me pide que lo signen a los campos de golf para poder charlar, que no tenía ganas de hablar o dar una nota y menos a un medio inglés. Me solicita que les comunique que no quiere hacer la nota y que, si realmente la desean, que paguen un poco más: “Yo conozco de esto, van a aceptar”, me dice. En ese momento me enojé y discutí con él, ya que sólo tenía 2 mil dólares en una caja fuerte. El problema no era la cifra, lo que era complicado hacer llegar ese efectivo a un país como Cuba. Esto no fue impedimento ya que a los diez días volvieron con esa suma y más equipo para producir la nota. Los recibo, les preparan el lugar para hacer efectiva la entrevista, pero nuevamente Diego tuvo otra mala noche y al bajar no les dirigió la palabra. Se acercó a mí y me pidió que nos vayamos a jugar al golf. Entonces le digo: “Diego, tienen la cifra que les pediste”, a lo que él me pregunta: “¿Vos la viste? Yo voy a hacer la nota una vez que te vea a vos con una mochila y todo el dinero adentro, mientras tanto, yo me voy a jugar. Si quieren venir, que vengan ahora y la nota la hacemos, mientras estamos jugando”.
La prensa estuvo prácticamente toda la tarde tomando fotos, hasta que en un momento Diego me pide que efectivamente realizamos la nota acordada por una hora. Les preparan unas sillas a los periodistas y el 10 se acerca con su mejor cara, saluda uno por uno con todo su carisma y toma asiento para responder a las preguntas. No habían pasado 40 minutos que se levanta y da por finalizada la nota, se me acerca y me pregunta: “¿Mariano cuentate los billetes?”, a lo que le respondo: “Vos estás totalmente loco si pensás que me voy a poner a contar todo este efectivo acá, son muchos más verdes en efectivo de lo que vos pediste boludo, es tu plata Diego, contala vos”, pero él insiste y me dice: “Feo, esto lo conseguiste vos, es nuestra plata, después te doy algo para vos”. A todo esto, yo le comunico que el arreglo era por una hora de entrevista y el no cumplió con el tiempo pactado, entonces como una forma de compensar a los periodistas, les dio permiso para grabar imágenes de color por el tiempo restante, tan solo 20 minutos.
Esa tarde estuve con la mochila al hombro, bajo el calor abrumador desde las 14 hasta las 22, así de bizarro era vivir con él.
Nos estábamos por volver de Cuba para el partido de despedida, que era el 10 de noviembre y nosotros teníamos pasaje para el 3. Nos agarró el huracán Mitchell y las autoridades cerraron hasta el aeropuerto, todo...
Una noche me quedé charlando con Diego y cuando bajé a mi habitación, cerca de las 3AM, me asomé a la ventana, y veo que una palmera se movía de manera impresionante por la fuerza del huracán y justo daba a la ventana de Diego. En ese momento, le hice una sugerencia al 10: “Hagamos una cosa, bajemos tu colchón a mi cuarto, porque si esta palmera se cae, se cae arriba de tu habitación”. Él se asomó y la palmera se movía muy mal, pero no le gustó mi idea. “¡Lo voy a llamar a Fidel Castro!”, tiró. “¿Cómo lo vas a llamar a las 3 y pico de la mañana, por un árbol en el medio de un huracán?”, intentó convencerlo. “Él me dijo que cualquier cosa que necesitara, lo llamara. Bueno, lo voy a llamar”, insistió. Fue allí cuando el 10 usábamos el “teléfono rojo”, él tenía una agenda con el número de la oficina, el de la gente cercana y, por último, el “teléfono rojo” de la habitación de Fidel. Teníamos teléfono a discoteca en La Pradera, y enseguida se puso a marcar. Para mi asombro Fidel lo atiende. “Mirá, estoy teniendo problemas, no sé si estás al tanto de que hay un huracán. Comandante, hay una palmera que se me está por caer arriba de la habitación”, lanzó.
“Bueno, veo cómo te lo soluciono”, le respondió Fidel. Nos quedamos escuchando música y al rato vi entrar una grúa, bajar a cuatro flacos con una herramienta, sacaron la palmera de cuajo y la dejaron acostada con la raíz. Y nos comentaron: “Cuando pase el huracán, venimos y la volvemos a colocar”. Fui a avisarle a Diego. “Te dije, boludo. Fidel es amigo mío”, me dijo.
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