miércoles 24 de abril del 2024

No pierda tiempo, ésta es una crónica inútil

POR GONZALO BONADEO | En días de extrema sensibilidad, ser auténtico convierte en un ejercicio inútil intentar pensar en un tenista, un partido de fútbol o una botinera.

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Esta es una crónica inútil. Y el libre albedrío, el responsable.

Nada bueno puede salir del intento de escribir sobre cosas que no te importan. Al menos, en este momento. No siempre trabajar en un diario pasa por jugar con un puñado de palabras presumiendo tener destreza para hacerlo. Hay días en los que, para que algo tenga sentido, tiene que tener sustancia, salir de adentro, ocupar un espacio válido en tu cerebro.

En días de extrema sensibilidad, en los que se mezclan caóticamente la bronca, la impotencia, la incertidumbre y el miedo, ser auténtico convierte en un ejercicio inútil intentar pensar en un tenista, un partido de fútbol o una botinera. Pocas cosas te exponen más que no ser auténtico. Como Nat King Cole cantando en castellano. Como la dirigencia de River y de Boca apoyando a Grondona… o a Segura.

Tarde o temprano se muestra la hilacha. Y, aun en una sociedad inconsistente para la memoria, a algunos nos molesta quedar en evidencia.

Fue una semana ideal para hablar del regreso fallido de Juan Martín del Potro. De honrar el reclamo –y el consejo– de gente que lo conoce bien y que sugirió esperar su recuperación antes de hablar de la Copa Davis.

¿Cómo juntar ganas y concentrarse en el vaivén entre la ilusión del triunfo ante Fognini en Sydney y su deserción en Melbourne mientras nos refriegan en las narices que en la Argentina deciden los que elegimos, pero el poder también lo ejercen husmeadores a sueldo?

Anoche se jugó el primer River-Boca del año –supongo que me enteraré de resultado al igual que muchos de ustedes; al fin y al cabo, sigo estando de vacaciones– y la atención comienza en la peculiaridad del choque entre la formación ideal de uno y el emparche del emparche de otro y termina en tribunas repletas de hinchas de los dos equipos, algo que, por decisión de los mismos funcionarios, no podrá pasar, por ejemplo, el 24 de mayo próximo, cuando en el mismo escenario Aldosivi enfrente a Racing (¿será casualidad que, durante este año tan lleno de elecciones, ni River ni Boca deban viajar a Mar del Plata?).

¿De qué manera puede uno detenerse en la pequeñez de un partido de verano, o de cualquier partido de cualquier deporte, en días en los que pretendemos profundidad en los hombres de la justicia, esos hombres de la justicia que son incapaces de pequeñeces como la de evitar que las cabeceras del Minella estén infectadas de asesinos con camiseta partidaria?

Claro que los chicos del handball se merecen lo suyo. Meterse en octavos habiéndoles ganado el mano a mano a los rusos es todo un acontecimiento para un seleccionado que no tiene el presupuesto anual de un equipo líder de Primera B; mucho menos el respaldo en negro de un intendente del Conurbano. Vale la pena destacar el tema aunque sea para ganarle de mano a la gilada que está al acecho de cualquier cosa que ande lejos de su órbita para minimizar resultados o performances que están fuera de su comprensión. Escasa.

¿Qué lugar pueden ocupar en mi cabeza los Gladiadores y su entrañable dignidad, mientras la opinión pública, el periodismo y la clase política bailamos al compás de un texto subido a Facebook?

Sería justo hablar del Sub 20. Por lo menos hasta entrar en la zona decisiva –esa en la que hay que demostrar que la forma de jugar y de comportarse es un asunto de convicción–, el equipo de Grondona mostró la mejor cara de los equipos del hijo de Don Julio. Por los goles, por la ambición y hasta porque cuando un jugador insinuó tocar la nota de la grosería fue sacado de la cancha sin esperar una sanción del árbitro. Bienvenido sea si ese es el camino que nos puede llevar al Mundial de Nueva Zelanda y a los Juegos de Río.

Me considero inútil de toda inutilidad –no confundir con la reiterada sandez de falso de toda falsedad, por favor– para concentrarme demasiado en el asunto. Ni siquiera para destacar la negligencia y la impericia de los dirigentes de la región que aceptaron que, para Río 2016, Sudamérica tenga sólo aseguradas la plaza del campeón del torneo continental y la del anfitrión y sólo se pueda conseguir un lugar más en un desempate con un equipo de la Concacaf, cuando en Beijing 2008, por ejemplo, los asiáticos mantuvieron los tres cupos habituales y sumaron un cuarto por China (Asia y Africa con más cupos que Sudamérica; la lógica berreta de la cantidad de países que votan).

¿Cómo gastar siquiera un insulto en algo tan trivial cuando el fútbol mismo le manda su mensaje a la sociedad, que necesita justicia para Nisman, mientras se cumplen dos años del asesinato de un periodista partidario de Racing durante un asado en la sede de Villa del Parque, fuera de todo horario permitido, con intento de encubrimiento, con barras involucrados y ningún asesino a la vista?

Resumido: el pensamiento lineal de la mayoría de los mortales imagina difícil que el mismo sistema incapaz de descubrir a los asesinos de gente ignota sea capaz de llegar a fondo en una causa de trascendencia institucional. Lamento no estar a la altura de los muchachos de Big Bang Theory.

Francamente, sólo podría tener ganas de decir lo mismo que viene diciendo cualquiera de ustedes. Cuando el impacto es tan profundo, cuando la sensación es que la vida de cualquiera vale lo que quiera cobrar un sicario, ni siquiera me importa ser poco original.

Como cuando en las buenas hablamos de Messi sin saber qué se podría decir que no se haya dicho ya, en estas malas todo lo que sentimos se dijo en la tele, en la radio, en los diarios, en las redes sociales o en la carpa de al lado.

Con un agravante. Ninguno de ustedes espera nada de mí que no tenga que ver con el deporte (“mejor dedicate a hablar de la garrocha, gordo”). Lógico. Para lo otro, para lo inevitable en estas horas, ya hay de sobra. Y no siempre bueno.

Para colmo, estas líneas se publicarán un 25 de enero, día marcado en negro para mucha gente amiga. José Luis Cabezas fue asesinado aquí, en Pinamar. Fue uno de mis tantos veraneos por estas tierras. Y con el derecho que me da ser propietario turista, como gustan llamar aquí a algunos con ínfulas selectivas, debo decir que no hemos aprendido gran cosa 18 años después. El mismo derecho a la impunidad que sintieron sus asesinos se sostiene en una expresión macrobiótica en los cuatris mal permitidos, las construcciones en lugares indebidos, casas monumentales que se levantan con dinero que nadie sabe de dónde proviene o cargamentos de drogas que alguien descubre, pero nadie vende ni consume. Nunca comprendimos aquí que la lógica de las pequeñas transgresiones puede terminar en tragedia.

Quiero decir, de la muerte de José Luis, si tengo derecho a hablar desde un lugar diferente. La viví de cerca. Días antes, combinando una producción con él y con Gabriel Michi. Horas después de su muerte, por el afecto con toda su gente, especialmente con Cristina y con su hija, Candela, a quien mi Catita, de apenas cuatro años, intuyó una tarde en Posta Norte que prestarle su muñeca favorita era una buena forma de contenerla.

Sin embargo, ni siquiera por ese lado me libero de la angustia por el tema que todo lo invade.

¿Cómo hablar de José Luis sin pensar en Braga, uno de sus asesinos, celebrando un acto del que participó Florencia Saintout, responsable de la formación de cientos de periodistas en la UNLP

¿Cómo explicarle a alguien mayor de edad que, aun cuando no podamos echar a alguien de un lugar, nadie nos impide irnos de ese sitio si no queremos compartirlo con un criminal? ¿Cómo creer, entonces, que hay una lógica diferente? ¿Cómo creer que, realmente, tenemos en claro el valor que tiene la vida, el valor que tiene la muerte y lo que le corresponde a un asesino?

¿Quién puede darme certezas de que tenemos en claro quién es la víctima y quién es el victimario?

Se lo advertí.

Esta es una crónica inútil.

Esta nota fue publicada en la Edición Impresa del Diario Perfil