sábado 23 de noviembre del 2024

El vertiginoso ciclo de Matías Almeyda

Un año y medio que tuvo de todo. Tensión, emoción, felicidad y desprolijidad. Un repaso por la estadía del Pelado como DT millonario.

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Desprolijo. Así fue el final del ciclo de Matías Almeyda como entrenador del Millonario. Un año y medio que tuvo de todo: se puso el buzo de DT en el peor momento en la historia riverplatense; vivió momentos de tensión y escándalos en la B Nacional y explotó con el ascenso; no se pudo afianzar en Primera; nunca encontró el equipo y quedó instalado que su equipo “juega mal”. Como pasó con Cavenaghi y el Chori Domínguez, el cierre del Pelado como entrenador fue desprolijo. Una vez más, un ídolo se va por la puerta de atrás.

Le tocó ver el partido de vuelta de la Promoción ante Belgrano desde afuera, por estar suspendido. Con el descenso consumado, no dudó en hacerse cargo del equipo ante el ofrecimiento de Daniel Alberto Passarella. “Tenemos que hacer bien las cosas para volver a Primera”, bajaba línea en su primer entrenamiento con el buzo de DT.

Fueron los 363 días más difíciles en la historia de River y, probablemente también, en la vida de Almeyda. 38 partidos llenos de tensión, emoción, lágrimas y desahogo. Algunos más, algunos menos. 20 victorias, 13 empates y 5 derrotas para lograr un sueño/obligación de todo un pueblo Millonario: el regreso a Primera.

En el medio, Almeyda debió salir a aclarar varias veces que el único que armaba el equipo era él. “Passarella jamás me dijo a quien tengo que poner”, escupía, con bronca, el Pelado cada vez que algún colega consultaba por la incidencia del Kaiser. Como en todo su ciclo, nunca encontró el equipo. Para la campaña en la segunda categoría usó 30 jugadores, de los cuales sólo seis jugaron más 30 partidos.

El desahogo del ascenso -tras la derrota contra Patronato y el agónico festejo en la última fecha ante Almirante Brown- les devolvió el alma al cuerpo al DT y a todo River. Sin embargo, la tranquilidad duró poco. Con Almeyda poniendo la cara -primero en una radio y después ante los jugadores-, Passarella decidió que Cavenaghi y Domínguez, banderas del equipo en la segunda categoría, no siguieran en el club.

La adaptación en Primera no fue fácil. De hecho, nunca la logró. Almeyda siguió sin encontrar el equipo y los rumores sobre su salida se multiplicaban en cada una de las fechas del Torneo Inicial. Ni el propio Passarella supo bancarlo como correspondía. En un monólogo para el recuerdo, el presidente ensayó una defensa pero luego se desdijo: “El fútbol es muy dinámico y pienso que ustedes (a los periodistas) entienden las distintas situaciones”.

Las críticas para Almeyda llovieron de todos lados: Ortega pidiendo “un DT que vaya al frente”, Alonso contando que “se duerme” viendo a River, la gente silbando por el rendimiento del equipo y hasta la sombra de Ramón Díaz rondando los pasillos del Monumental.

Passarella escuchó los cánticos en contra de su gestión tras el empate ante Argentinos como local y decidió mostrarle la puerta de salida a Almeyda luego del 2-2 ante Independiente. Como lo hiciera con Astrada, el primer entrenador de su mandato, le hizo saber al DT, por teléfono, que su ciclo estaba terminado. El crédito del Pelado se había acabado.