El estratégico silencio de la presidenta brasileña, Dilma Roussef, contrastó con el rugido de las clases populares del Movimiento Sin Tierra que la policía -sin éxito- intentó acallar a fuerza de gases lacrimógenos y balas de goma. Mientras tanto, las lentes de la televisión mundial apuntaban a la ceremonia inaugural más austera y chata de la que se tenga memoria, tanto fue así que la canción "We are the one" fue lo más destacado de la presentación del certamen internacional.
La "brazuca" comenzó a rodar con un puntapié inicial que emocionó a todos de la mano de un hombre cuadripléjico montado a una sofisticada estructura robótica.
El momento más ansiado llegó con el pitazo del -hasta ese momento- ignoto árbitro japonés Nishimura, Brasil arrancó desorientado ante una ordenada y prolija Croacia que gracias a la destacada labor de Luka Modric, Rakitic y Olic, que fue una pesadilla para Dani Alves, se convirtió en un escollo inesperado para la selección local.
El jolgorio y la alegría de las tribunas sintonizó con el hondo mutismo de Dilma cuando Marcelo se llevó por delante la pelota y anotó un gol contra su propia valla.
Sin embargo, la verdeamarelha comenzó a empujar contra el arco croata obligada por el entorno. Oscar cortó la salida del conjunto de Kovac, tocó con Neymar y la figurita brasileña dejó en el camino a un rival y, desde la medialuna, remató haciendo estéril el lento vuelo de Pletikosa.
El juego continuó parejo -con una leve diferencia a favor de Croacia- hasta que decidió interceder el árbitro nipón cuando Dejan Lovren y Fred disputaban un balón en el área y Nishimura vio falta del defensor. Neymar, contendiendo la respiración, convirtió el segundo gol con algo de suspenso luego de que Pletikosa tocara el balón.
Los croatas se lanzaron al ataque y lograron convertir, pero el japonés entró nuevamente en acción e invalidó el tanto por una discutida falta de Olic sobre Julio César.
El partido se extinguía cuando, tras una tapada de Julio César, Brasil aprovechó una feroz contra que terminó con una extensa corrida de Oscar que, imitando el sello de Romario, coronó con un puntinazo.
Al final, reinaron los gritos sobre el silencio. Los brasileños festejaron, pero el gusto amargo de una actuación deslucida y un Mundial envuelto en la polémica perdura.