Desde muy temprano la gente comenzó a vivir la previa de la gran final del Mundial entre Argentina y Alemania y miles de personas se hacen sentir en el Obelisco porteño brindando desde lejos su aliento hacia el seleccionado argentino, con bombos y las tradicionales vuvuzelas.
Pero a casi 2 mil kilómetros de distancia, bien cerca del Maracaná -donde Argentina busca su tercera estrella- el paisaje también se tiñó de celeste y blanco.
En ambos epicentros, los argentinos se hicieron escuchar. Los hinchas argentinos vibraron cuando Higuaín venció la valla del arquero alemán, y lanzaron insultos al aire cuando por las pantallas se vio al juez de línea levantando la bandera.
En un mediodía de domingo distinto para el microcentro porteño, habitualmente despoblado, cientos de argentinos, vestidos con los colores celeste y blanco, buscaban un lugar para almorzar y disfrutar la final de la Copa del Mundo.
Incluso, se veía a turistas extranjeros con camisetas albicelestes, que en distintos puestos de la calle Florida se podían adquirir entre 200 y 300 pesos. Las banderas y bufandas, en tanto, arrancaban desde los 100 "argentinos".