Aparecieron los defensores de Diego Cocca. Eternos apologistas de plazo vencido. Expertos en subir las velas del oportunismo cuando llegan los vientos populares. Son los mismos que pisan a los caídos en la avalancha de la derrota. Demagogos de micrófono abierto, cámara enfocada o página en blanco: la ovación o el escarnio de la masa les dan la letra. La hacen fácil: cero compromiso, cero riesgo. Cero.
Coincidir con las mayorías ignorantes siempre fue negocio. Entronarse en el carro vencedor no sólo da rating, los hace creer también vencedores. Viven gordos de falsa felicidad. Cantar el coro de la condena –de muchos a pocos– es su canción preferida. No importa la verdad ni las rutas transitadas. Se sienten jueces, sabios y, lo peor, éticos. Jean Cocteau no hablaba para ellos cuando decía que "no se debe confundir la verdad con la opinión de la mayoría" (que tan pocas veces viajan juntas).
Se dicen periodistas pero son amebas que van y vienen con el flujo y el reflujo de la marea. Los conozco. Pertenecen al oscuro fondo del mar aunque la ‘caja boba’ los emerja a la superficie cotidiana. El país los padece hace años, décadas. Como las cucarachas, sobreviven a todo y a todos; están siempre, con Boca o River, con Racing o Independiente, Con Central o Newell’s. Jamás tienen proyecto propio; siempre al servicio de cualquier patrón. Ya pasaron por varios. Pasaron. Veletas de techo bajo. Así estamos.
Cocca no precisa defensores y menos aún defensores que en el medio del relato, en línea perdida, por si acaso, quien sabe mañana, abren el paraguas en el punto flaco de la discusión. El técnico de Racing no precisa defensores porque no fue atacado: fue descubierto. A lo sumo criticado. Mal informado de dónde estaba y a quienes dirigía, antes del clásico con Independiente, el joven entrenador de ropa ajustada, tailor-made, dijo su frase más famosa e inapropiada: “Prefiero perder el clásico y pelear el torneo”. Para su suerte, después de perder el clásico ganó el torneo. Raspó el fondo del tacho…
Si River no hubiese puesto a sus pibes, en Avellaneda, posiblemente Cocca no hubiera sido campeón. Ese 1 a 0 facilitado le dio a Racing los puntos que le faltaron a River. Y allí, esos defensores de tercer tiempo mal entendido, lo estarían acribillando con la misma soltura que hoy lo defienden. Campeón o no, ninguna hinchada acepta perder su clásico. Es de Perogrullo. En el fútbol argentino menos aún. Y eso no está ni bien ni mal: es así. Como todo sentimiento. Más aún en torneos sin revancha. Mucho más aún cuando en la estadística el rival lleva ventaja que hay que descontar (71 a 48). Y muchísimo más cuando el rival viene de la ‘B’. Cocca le erró de aquí a la China aunque, después, haya sido campeón.
Los serviles del éxito ajeno ahora dicen que a Cocca se le tergiversaron las palabras. No hubo tergiversación. Dijo exactamente eso y ningún hincha de Racing lo va a aplaudir aunque aparezca en el estadio alguna bandera pidiendo disculpas en medio de la vuelta olímpica. Reconozcámoslo, también hay hinchas de dos caras y momento único, de presente sin pasado ni futuro. De memoria corta. El título de Racing no mejora el resultado del clásico. No lo cambia, ni le da los tres puntos a quien los perdió.
Pero no fue ese el punto flaco de Diego Cocca. El punto flaco fue llenar a su equipo con jugadores agenciados por su mismo representante. Eso suena mal aunque haya terminado campeón. Moralmente no reverbera bien. No es inmoral, ni siquiera amoral. Es feo, enturbia las aguas. Mohamed hizo lo mismo en Colón y como no fue campeón tuvo que renunciar. El resultado, aquí, no altera la ética. No genera ni más ni menos sospechas.
No pongo las manos en el fuego por Cocca pero lo creo limpio. Resolvió como podía, con lo que tenía a mano y en el tiempo del cual disponía. Lo entiendo. Pero no fue lo mejor ni es lo correcto. No es el comportamiento más esperado. Hoy, en la ‘patria burra’, queda disimulado por su triunfo, pero le caben los mismos cuestionamientos que a Mohamed, por citar uno entre tantos. Es una discusión deontológica, no resultadista.
Como racinguista estoy feliz por el título. Muy feliz. Pero una vuelta olímpica no es suficiente hipnótico para no percibir su contextualización. Quiero que Cocca continúe siendo el entrenador de Racing en la Copa Libertadores. ¡Sí! Pero no quiero que se refuerce con ningún otro jugador de su propio representante. Hay miles de profesionales para traer sin necesidad de contaminar más un ambiente naturalmente enrarecido como es el del fútbol.
El mismo entrenador acaba de declarar que las críticas lo fortalecieron mucho y que en los momentos malos el equipo tuvo autocrítica. En esos conceptos se resume que el propio protagonista –plantel incluido– entendió el mensaje de quienes no aplaudimos todo sólo porque visten una camiseta que nos emociona, ni cuando ganan un partido. Hay capítulos que van más allá de la trama visible, aunque los defensores de la nada quieran poner el pecho por Cocca creyéndose la reencarnación mediática del sargento Cabral.
Cocca no necesita de ellos ni de los jugadores de Bragarnik para mostrar quien es, ya lo demostró este año dando dos vueltas olímpicas, una a mitad de año con Defensa y Justicia en la B Nacional y otra ahora, a fin de año, con Racing en Primera División. Además, en toda su carrera dentro del fútbol, nunca participó de escándalos ni escandaletes. ¿Es el técnico que más me gusta? ¿Su equipo es el que mejor jugó este año? No. Creo que Gallardo hizo en River una revolución mayor, llenó más los ojos y también consiguió resultados.
Gallardo no se quedó con todo porque tuvo que enfrentar dos competencias al mismo tiempo, dilema que Cocca no vivió. Gallardo apostó más a las inferiores; no fue el caso de Cocca.
En fin, si tengo que votar voto por el Muñeco Gallardo y su River, pero Cocca y su Racing también me gustaron más allá del título. Y el DT me gustó pese a no haberse atrevido a jugar con tres delanteros, dejando al más desequilibrante –Gabriel Hauche– en el banco. Aunque haya insistido hasta el hartazgo con Acevedo (la realidad le demostró que no era con Acevedo que sería campeón). Y me gustó aunque no haya mostrado suficiente personalidad para continuar reemplazando a Milito después que el ídolo le cuestionó públicamente una substitución. Insisto, el triunfo, una vez más, tapó todo. Pero lo tapado continúa ahí. Soy feliz, pero no ciego.
Pese a todo y dentro de lo que hay en el medio, Cocca me gustó bastante. Como me gustó Matías Almeyda aunque por sostenerlo caprichosamente al arquero Gaspar Servio haya comprometido el promedio de Banfield. Como me gustó Jorge Almirón, el técnico de Primera ‘A’ que más puntos cosechó en el año, 65 en total: 32 puntos con Godoy Cruz (escolta del campeón River en el Torneo Final) y 33 puntos en el Torneo Transición con un Independiente de dos o tres buenos jugadores. Sin equipo mostró mucho, hasta llegó a ‘jugar bien’ un par de partidos.
Cocca fue el campeón, Gallardo el más expresivo y Almirón el de más puntos acumulados; pero también me gustaron los mellizos Barros Schelotto, que sumaron 63 unidades en este 2014, los mismos de Mauricio Pellegrino, en Estudiantes de La Plata, aunque el Pincha no me agradó en su juego. Lo prefiero a Pedro Troglio que con muchísimo menos plantel y presupuesto sumó sólo 52 puntos en Gimnasia, pero puso en cancha un equipo con personalidad; la suya.
Martín Palermo en Arsenal y Jorge Burruchaga en Atlético Rafaela no me pasaron inadvertidos, como la injusticia ahora cometida con José Turu Flores que en un Vélez desgarrado totalizó, sin embargo, 55 puntos. Quiero seguir observando a Carlos Mayor por su curioso trabajo en Godoy Cruz. Imposible no citar al Vasco Arruabarrena que contuvo la sangría de prestigio boquense. Y el que innegablemente también merece el elogio es Edgardo Bauza con un San Lorenzo muy especial, que sólo decayó después de llegar a la cima. Allí está la docena de entrenadores del círculo superior que valieron la pena este año, sin descartar a Gustavo Alfaro, claro.
Entre todos nos regalaron un torneo diferente, no en emociones, sí en juego. Se volvió, un poco, a ‘la nuestra’, de más pelota por abajo, con más pases y sin perder velocidad. Un fútbol menos miedoso, más ofensivo, donde el resultado fue más causa que consecuencia, generoso, con goles aquí y allá. Esto significa que Diego Cocca no fue una excepción, que apenas integró una onda. Saludable nueva onda. Donde otros, como el elogiado Jorge Almirón, no por acaso del mismo representante de Cocca, también rellenaron su equipo de jugadores agenciados por Bragarnik (no fueron los únicos). En cambio, algunos de los destacados, como Gallardo, no precisaron de ese recurso.
Así siendo, elijo a Gallardo. Fue el mejor de todos sin necesidad de que los aduladores del día oportuno y la hora señalada, tengan que salir a defenderlo de ataques que no existieron, ni de puntualizaciones de comportamiento reñidas con el buen gusto (no pasó de eso). Lo escojo porque Marcelo Gallardo le hizo bien al fútbol argentino, mientras Diego Cocca le vino bien a Racing. Por eso elijo al técnico de River aunque la explosión de alegría me la haya dado el técnico de mi Academia. Le dejo el carro triunfalista a los de siempre, me sentiría incomodo con tan malas compañías.
IN TEMPORE: Campeones. No comparto el insulto pluralizado de Ezequiel Videla, ni el rechazo a las disculpas pedidas por un periodista partidario a Gustavo Bou. El insulto no suma puntos para el próximo torneo y las disculpas no borran el pasado pero mejoran el ambiente de cara al futuro. Además, hoy se es campeón y mañana no…
Hablando racinguistamente de campeones, imposible no recordar una vez más al título del 2001, el que rompió la verdadera sequía del equipo y, más que eso, el que selló el rescate del club bajo el comando de quien no fue debidamente reconocido: Fernando Marín.