"Son las leyes para Boca y nada más”, entona la hinchada del club de la ribera como grito de guerra ante cada injusticia que debe atravesar. No obstante, el flamante título obtenido por el equipo de Guillermo Barros Schelotto generó una modificación extraña en un reglamento que hasta hace pocas fechas no permitía la concurrencia del público visitante.
Dieciséis mil hinchas xeneizes se hicieron presentes en el estadio José María Minella ante Aldosivi. Y como si eso fuera poco, cuatro días después, ya campeones, otros cuatro mil coparon la tribuna visitante del estadio de Olimpo de Bahía Blanca.
Uno de los mayores inconvenientes para los organismos de seguridad pasó por convertir al visitante en neutral. Es que si bien hubo hinchas que lograron sortear los controles, la gran mayoría debió abandonar sus pertenencias de Boca. No sólo eso, sino que tampoco podían ingresar con pantalones azules o buzos amarillos. Así fue como en cuestión de horas las cercanías a los estadios se convirtieron en verdaderos cementerios de camisetas, globos, gorros y banderas.
¿Dónde fueron a parar esas camisetas? En Mar del Plata, aquellos hinchas que no contaban con vehículos donde guardar sus pertenencias tenían la opción de esconderlas entre los árboles de los alrededores del estadio y confiar en que nadie las descubriera. De hecho la policía, de entrada, eligió desligarse del problema: “El mensaje fue claro. Se les comunicó que vinieran sin camisetas. No hicieron caso, ahora quedarán a merced del que se las quiera llevar. Nosotros estamos para cuidar a la gente; una vez que levantemos el operativo, las camisetas quedarán tiradas”.
En Bahía Blanca la logística fue de película. Un puesto de bondiola y chorizos ubicado sobre la calle Chile, a pocas cuadras del ingreso visitante del estadio Roberto Carminatti, se transformó en un guardarropa: aquellos hinchas que no querían perder sus pertenencias debieron pagar 50 pesos a cambio de que el vendedor ambulante las cuidara hasta después del partido. Hasta en algunas casas guardaban camisetas a cambio de unos pesos. Los más optimistas, que creyeron poder sortear los rigurosos controles, no solo perdieron para siempre sus camisetas, sino que además debieron sufrir la helada de la noche bahiense.
Antes de finalizar el primer tiempo la policía había llenado siete bolsas de residuos con camisetas incautadas. Las trasladaron a la comisaría más cercana, donde labraron un acta. Después fueron enviadas al Ministerio de Seguridad de la provincia de Buenos Aires para que a su vez se las entregaran a la dirigencia de Boca y decidiera qué hacer con ellas. La realidad es que esas camisetas jamás iban a volver a manos de sus dueños.
(*) Esta nota fue publicada en el Diario PERFIL.