martes 19 de marzo del 2024

Independiente, un club que puso primera

Economía controlada, estadio terminado, jugadores en el Mundial y dos copas internacionales ganadas. Un ciclo exitoso que arrancó después del ascenso.

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Independiente ayer estaba en la B. Y no solo eso: en el club llovían los embargos, la cancha era una obra en construcción, los jugadores pasaban sin pena ni gloria, los entrenadores no le encontraban la vuelta a nada y los barras hacían uso y abuso. De las grandes estrellas, nada. De las copas, ni el brillo. Ese túnel que desembocó en la Segunda División del fútbol no tenía luz al final. Independiente se había convertido en eso: en un club de la B. Esto ocurrió hace solo cuatro años. Ayer. Da vértigo hoy parar la pelota y, con 18 copas encima, pensar en esos desajustes.

La caída de Independiente al infierno del Ascenso tuvo su lógica. Después de la saga presidencial de Andrés Ducatenzeiler, Julio Comparada y Javier Cantero, nada podía salir bien. En poco más de diez años dejaron al club en la ruina. El tema que todavía debería observarse con detenimiento tiene que ver con la reconstrucción institucional que desde 2014 volvió a poner a Independiente de pie.

Punto de partida. La reparación histórica empezó en julio de 2014, un mes después de que Independiente ascendiera a Primera. Hugo Moyano arrasó en las elecciones con el 70 por ciento de los votos. El camionero era la esperanza de los socios. Entró al club y pisó ruinas. Enfrentó imágenes de posguerra, como siete meses antes lo había hecho Rodolfo D’Onofrio en River. Por delante solo quedaba una refundación, institucional y deportiva. Pablo Moyano, actual vicepresidente, lo explica así: “Fueron tres años durísimos, donde el club era noticia por problemas con la barra brava, por juicios y por embargos. No hay que vivir de recuerdos y eso nos sirvió de experiencia”.

No bien terminó el partido ante el Cerezo Osaka y en pleno festejo del plantel por la 18ª copa internacional, Ariel Holan reconoció la gestión de los Moyano. Frente al primer micrófono que le pusieron delante, el entrenador les agradeció en primer lugar al presidente y al vice. Unas horas después, en un tuit que publicó en su cuenta, ratificó ese reconocimiento. Un mes antes del viaje a Japón, el técnico había renovado contrato con el club por tres años y los dirigentes aceptaron sus condiciones: desde entonces, decide todas las contrataciones y maneja la Reserva y las divisiones inferiores.

En la cancha. La reconstrucción del club se sostuvo en los resultados. Tal vez no haya otra manera de acomodar las piezas en un club de fútbol. En Independiente funcionó. Desde que Moyano se hizo cargo de la presidencia pasaron cuatro técnicos: Jorge Almirón, Mauricio Pellegrino, Gabriel Milito y Holan. En principio, los cuatro respetan el estilo de juego que tanto añoraban los hinchas del Rojo: protagonismo, respeto por la pelota y juego asociado. Los resultados acompañaron: los cinco torneos que disputaron los cerraron entre la cuarta y la sexta posición. Tal vez resulten campañas poco ambiciosas para el tercer grande del fútbol argentino, pero reflejan un salto de calidad si se tiene en cuenta que los años anteriores Independiente merodeaba el fondo de las tablas y protagonizaba la de los promedios.

Hasta que en diciembre de 2017 llegó la Copa Sudamericana en el Maracaná, con el desahogo por un grito reprimido durante tantos años. Una semana después, los socios reeligieron a Moyano con el 88 por ciento de los votos. Esta elección marcó, además, el derrumbe de la oposición. El camionero quedó al frente sin rivales a la vista.

Con ese respaldo electoral, Moyano arriesgó una promesa: techar la cancha. El Libertadores de América había sido habilitado en su totalidad un año antes, después de una década con una tribuna en obra.

El broche de oro antes de ganar la Suruga Bank fue la presencia de Maxi Meza en Rusia. El último jugador de Independiente en participar de un Mundial había sido Luis Islas en Estados Unidos 94. El regreso del mundialista a Avellaneda tuvo forma de contrato: le renovaron por tres años con una claúsula de salida de 25 millones de dólares. Con Martín Benítez, otro de los jugadores claves, hicieron lo mismo.

Así superó Independiente el auténtico infierno. Cuatro años que quedarán en la historia como los que marcaron el salto de la B Nacional a las copas internacionales.

(*) Esta nota fue publicada en el Diario PERFIL.