sábado 20 de abril del 2024

Chocan los equipos

Por Ariel Magnus (*) | Esta vez serán los planetas los que salgan a sus balcones para observar lo que ocurre. River y Boca en una final de la Libertadores, algo jamás visto en la historia del universo.

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Me da respetuosa risa cada vez que anuncian que se verá en el cielo un eclipse o cualquiera de esos fenómenos únicos que ocurren cada veinte o cien años. No por el espectáculo en sí sino por los espectadores. Que algo ocurra cada muerte de obispo, empezando por la muerte de un obispo, nunca me pareció suficiente anzuelo para el interés.

Hasta esta semana. River y Boca jugando una final de la Libertadores, algo jamás visto en la historia del universo y que nadie sabe si se volverá a repetir (como sí sabemos con los movimientos de los astros, aunque no vayamos a verlos de nuevo), me hace entender por primera vez lo que significó el cometa Halley. Una final del mundo entre Argentina e Inglaterra o Brasil sería un lindo espectáculo, hay que verlo, pero esto que viene amerita que por una vez sean los planetas los que salgan a sus balcones para observar lo que ocurre en la única pelota del espacio que hace honor a su forma.

Nunca dudé de que River iba a llegar a la final, como debió haberlo hecho el año pasado (nada contra Lanús, pero cuánto mejor hubiera sido que nos representara un equipo que se trajera un triunfo como el del martes, ¿verdad?). Pero desde que parecía que Boca también llegaba (aunque nunca se sabe con ese equipo especialista en copas… del pasado) que no puedo más de la ansiedad. Ganarle a Boca es siempre como ganar una Libertadores, de modo que ganarle la Libertadores en el Gallardinero será todo.

Al único que le tengo miedo es al VAR. Aunque ahora nos hizo la gauchada de detectar una mano que no vio ni Scocco (el jugador más lindo de ver jugar con la banda desde el Mencho Medina Bello), el carácter veleidoso de este jugador número 23, que patea para el equipo que quiere cuando se le antoja, me da unos nervios insoportables, por no ser futbolísticos. Es el desquicie insano ante una computadora tildada o un embotellamiento, lo más lejano posible a mirar el reloj cada segundo o reclamar como loco un lateral.

Ya que no se lo puede anular como al gol doble de visitante, y ya que esta finalísima será todo lo que se recuerde de este bello deporte cuando deje de existir, mi propuesta sería jugarla de este modo: se juega un partido; luego se juega un segundo partido a partir del minuto en que el VAR cambió el rumbo del primero, pero como si no hubiese intervenido; luego un tercero con la misma lógica, y así hasta completar un encuentro entero sin VAR. Se suman todos los resultados y sale el campeón.

Esta novedad teco-no-lógica me preocupa (y hasta ahí, porque a Gallardo le tengo más fe que a la injusticia de dios, que no falla casi nunca). Pero también me preocupa toda la gente que no es de River ni de Boca, por ni hablar de la que no curte el fútbol. Chocan los planetas y estos infelices ni enterados. Mi consejo es que se tomen la semana que viene para elegir de qué lado vivir el partido de los partidos, lo único que nos habrá pasado en nuestras vidas. Y si quieren ser felices, blanco y rojo son sus colores de elección.

(*) Escritor, hincha de River