jueves 12 de diciembre del 2024

Entre los sueños y el horror

Por Panqui Molina y Pedro Molina | Un libro sobre las Inferiores de Independiente se detiene en los abusos a los juveniles. El testimonio de Ariel Ruiz, psicólogo del club.

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Desde la venta de Sergio Agüero hasta la actualidad, Independiente vivió casi todas las humillaciones posibles. Las de mayor impacto fueron los fracasos deportivos que se llevaron titulares de los diarios, enojos de los hinchas y movilizaron a las esferas del poder. 7

Las más dolorosas sucedieron en las Inferiores y pasaron más inadvertidas. Pero en marzo de 2018 se destapó una de semejante magnitud que dominó la agenda mediática durante semanas.

Un menor de edad le contó al psicólogo del club, Ariel Ruiz, que él y otros chicos cobraban plata a cambio de favores sexuales. Lo hizo sin tomar dimensión de que en realidad eran víctimas de abuso y que con su testimonio rompía una cadena de silencios y sufrimientos.

Amparado en el código de ética profesional, Ruiz le contó la situación a Fernando Berón y fue el coordinador de Inferiores, con el apoyo del club, quien realizó la denuncia.

Antes de que el horror saliera a la luz, Ariel Ruiz había contado, en una entrevista de ochenta minutos para este libro, algunos problemas de los chicos. Días después, su testimonio cobraría un valor casi profético: “Los entornos son fundamentales. Yo veo el modus operandi de algunos representantes. Agarran al chico más vulnerable, se lo llevan un fin de semana a una quinta, muestran un brillo y le dicen algo así como: ‘Si vos me hacés caso, vas a tener todo esto’. Y les hacen caso".

"Por suerte, últimamente hay chicos que me cuentan que se les acercan los representantes. Siempre les pregunto qué quieren de un representante. La mayoría te dice que quiere botines, que le den pasajes al padre para que venga a verlo, pero yo les digo que se fijen en la parte humana. Muchas veces los ponen en deuda. Les dan un celular, les compran un auto y, cuando los chicos llegan, les hacen caso a ellos. Esto también tiene que ver con la formación humana. A la larga, los que están con los chicos son su familia y los amigos íntimos. El resto, la parte más ingrata, está hoy y mañana no. El fútbol es así”.

La ineficacia de las instituciones no es un hecho aislado. Sin redes de contención que estén abocadas al día a día de los juveniles, suena difícil lograr un vínculo de confianza. Hasta que sucedieron los abusos, en Independiente había un solo psicólogo para las divisiones juveniles y el fútbol infantil. Integrado al departamento médico, Ariel Ruiz trabaja en el club desde 2013 y conoce el entorno de cada uno de los chicos.

—¿Qué condiciones se dan para que sucedan estos abusos?

—Estas cosas pasaron por carencias. Son carencias desde lo social. Más allá de la necesidad económica, lo que percibo es una cuestión de exclusión. El modus operandi es de pertenencia. Los seducían a partir de lo que no tienen. La cuestión va más allá de la pensión de fútbol, lo pienso en otros ambientes. ¿Qué hace un pibe de una villa que no tiene? Capaz que agarra un fierro. En este caso, son chicos que no están con sus familias desde edades muy tempranas.

—¿Los chicos no eran conscientes de que estaban siendo víctimas?

—No hubo percepción de los chicos de que estaban siendo abusados. El abuso muchas veces se asocia a la fuerza, al dolor. Pero acá fue de tipos con poder ante chicos que no tienen conciencia. Hubo un engaño.

—¿Cómo actúa el contexto del mundo fútbol en esto?

—El ambiente no es facilitador. Esto es darwiniano. Que un chico venga a plantear lo que le pasaba rompe el estigma de “te tenés que bancar todo”. Entiendo que Independiente sea un club grande, las exigencias, los contextos, la ambición y todo lo que hace al jugador. Pero tampoco creo que tenga que ser “como sea”. Al chico se le arma todo un entorno para que se la tenga que bancar, y no debe ser así.

—Al conocer tanto a los chicos, ¿cómo lo vivís?

—A partir de ciertas marcas, uno no sigue igual. Me causa dolor. Tengo un nudo en la garganta, es fuerte. El dolor es el impulso a poder hacer y lo transforma en un acto de amor, porque queremos que los chicos estén bien. Sigo creyendo en este deporte como el más lindo del mundo con un montón de cosas salvajes. A mí me generó más ganas y más fuerzas. Si esto no vuelve a pasar ya es mucho, así que ojalá sea un precedente para hacernos preguntas. Me importa que sepan que, a partir de que alguien los escuchó, esto se puede hablar. El mensaje es que a los pibes hay que escucharlos.

(*) Nota publicada en el diario PERFIL.

CV