
Periodista
Todo empezó en 2014, cuando el equipo de Gallardo eliminó a Boca por Copa Sudamericana, aunque nadie imaginó en esos primeros meses del Muñeco que una década después la historia se seguiría repitiendo en loop, con los mismos finales. El virus Gallardo aún no tiene antídoto en el mundo Boca, que ya vio caer el imperio del macrismo, que se cargó a 7 entrenadores y que hace tambalear la gestión de uno de los grandes ídolos del club, Juan Román Riquelme.
Si bien el primer impacto no fue directo, sí fue parte de los primeros daños a la estabilidad institucional que vivía Boca. Las eliminaciones en la Sudamericana 2014 y la Libertadores 2015, con el escándalo del gas pimienta, empezaron a erosionar las bases de aquel proyecto que tenía al Vasco Rodolfo Arruabarrena en el banco de suplentes y a Daniel Angelici en la presidencia.
La imagen del presidente de River, Rodolfo D’Onofrio, ingresando a la Bombonera el día del escándalo del gas pimienta en la vuelta de los octavos de esa Libertadores, fue parte del mismo asunto: el virus del mal Gallardo ya estaba dentro del organismo de Boca.
Cuando a fin de año River salió campeón de la Libertadores y acabó jugando con el mejor Barcelona de todos los tiempos en Japón, el fin del ciclo de Arruabarrena se cayó de maduro a inicios del 2016. Angelici, que vivía una gestión tranquila, pasó a estar a la sombra de un Juan Román Riquelme en modo candidato.
La llegada de otro ídolo, el Mellizo Guillermo Barros Schelotto, fue el antídoto que buscó Angelici. No le salió bien. A pesar de que en medio de un triunfo de Boca a fines de 2016, Carlos Tévez dijo que todo había vuelto a la normalidad, en 2018 Gallardo le ganó dos finales —Supercopa Argentina y Copa Libertadores— y decretó el despido del segundo entrenador.
De paso, allanó el camino para que en las elecciones de 2019, luego de otra eliminación en semifinales de la Libertadores que se llevó puesto a Gustavo Alfaro, cayera el imperio del macrismo que gobernó Boca casi dos décadas, y le abrió las puertas a Riquelme.
Después de un período tranquilo con Miguel Russo, que pudo eliminar a River en dos ocasiones por penales, Riquelme volvió a sentir que el virus de Gallardo regresaba. Por eso se tuvo que ir su segundo entrenador, Sebastián Battaglia, que en 2021 perdió un clásico en el Monumental que le allanó el camino al torneo local de Gallardo.
Diego Martínez, que perdió con un equipo alternativo de River en la Bombonera el año pasado, y el último fin de semana Fernando Gago, que cayó en el Monumental jugando con una línea de 5 que lo crucificó a pesar de ser el líder de la tabla, volvieron a poner a Gallardo en modo echa técnicos de Boca.
Y, casi como en un espiral histórico, pone a Riquelme en zona de peligro en cuanto a sus ganas de seguir manejando el club cuando en un par de años haya nuevamente elecciones, y le abre las puertas de nuevo al mismo macrismo que se tuvo que ir por culpa de Gallardo.



