jueves 18 de abril del 2024

El éxito del vóley argentino: La Pampa, el fútbol y más

La génesis del histórico logro en El Cairo y la importancia de un proyecto a largo plazo. El ejemplo del capitán del equipo: Gastón Fernández.

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El vóley argentino finalmente cumplió el objetivo por el que venía trabajando y luchando desde hace largo tiempo: la coronación mundial. Terminó siendo el seleccionado sub 23 masculino, que venció 4-2 a Rusia, en El Cairo (Egipto). La sorpresa mediática fue grande y los jóvenes voleibolistas, esos pequeños gigantes que rondan los dos metros de altura, ocuparon durante un par de días las primeras planas de los portales y canales deportivos. Por detrás de estos momentos de fama, está la historia de un proyecto. Un proyecto de captación, desarrollo y perfeccionamiento ideado por la Federación de Voley Argentino (FeVA) hace más de diez años. También están las historias individuales de años de trabajo y de esfuerzo, historias de búsquedas meticulosas y sueños resignificados.

El logro de los juveniles en Egipto no es fruto de la casualidad, sino que se enmarca en un plan diseñado con “el objetivo principal de formar atletas de alto rendimiento deportivo capaces de integrar las Selecciones Argentinas de base y con proyección de integrar a futuro la Selección Argentina Mayor en competencias internacionales”. Entre las actividades desarrolladas resaltan: los encuentros y concentraciones anuales en diferentes regiones del país, la participación de la selección juvenil en la Liga profesional A2, la detección de biotipos acordes para el deporte y la puesta en funcionamiento de los Centros Regionales de Desarrollo en distintos puntos del país, el desarrollo del sentido de pertenencia con la selección y el encolumnamiento detrás de una idea. Estos son algunos de los puntos salientes de un proyecto poco habitual, por su mirada de largo plazo, en el deporte argentino.

El Plan Estratégico 2011-2020, presentado por la FeVA, sostiene como objetivo la posibilidad de articular todas las acciones relacionadas con el perfeccionamiento: desde la iniciación hasta el alto rendimiento. En este proceso, la detección precoz del deportista tiene una injerencia fundamental. El vóley es un deporte donde el biotipo del atleta es condicional y, cada vez más, iniciar a los “ectomorficos” tempranamente en el juego es condición sine qua non para llegar a la elite. Por eso se planifica que, para al cierre del ciclo, el 75% de los integrantes de las selecciones nacionales hayan pasado inicialmente por esta instancia formativa.

Es por este motivo que la historia internacional del equipo campeón, dirigido por Camilo Soto, comenzó hace seis años en el Sudamericano Pre-Menor Guayaquil 2011. Allí, bajo la conducción de Julián Álvarez, un equipo conformado por muchos de estos chicos, perdió la final en cinco sets con Brasil. Desde aquel día, pasado triste a este presente único, hubo muchos viajes e infinidad de partidos, entre ellos la final perdida hace dos años, en el Mundial Sub 21 de México 2015, justamente ante el mismo rival. Algunos jugadores no están más (Miranda o Verasio); otros se sumaron al año siguiente (Matías Sánchez y Vieira); otros vinieron después y varios continuaron desde el comienzo como Lazo, Melgarejo o el youtuber Johansen: alías Mister Giordi.

Con el título bajo el brazo, el encargado de levantar la Copa fue el capitán, el central pampeano Gastón Fernández, máximo anotador del encuentro con 20 puntos. De pequeño, Fernández jamás soñó con este presente ilustre e histórico: quedará en el recuerdo como el primer voleibolista argentino en alzar un trofeo mundial. Su historia personal permite identificar el trabajo realizado por la Federación Argentina de vóley y abordar, de paso, la dicotomía entre iniciación deportiva o especialización tempranas en niños. Gastón es un ejemplo perfecto para graficar los beneficios iniciales de la “plurideportividad”

Apodado Pampa por su origen en un pequeño poblado de 5.000 habitantes, muy cerca del límite entre La Pampa y la Provincia de Buenos Aires, llamado Guatraché. Como es habitual en las infancias campestres, de niño practicó cualquier deporte que se le presentó cerca: fútbol con amigos, en cualquier lado; handball en la escuela, el Instituto Juan Bautista Alberdi; atletismo, en la pista que estaba cerca de su casa; etc, etc. Eso sí, por las noches, recostado en su cama, sus sueños estaba en Boca y de ser posible llegar a la selección nacional. A mediados del 2011 arrancó formalmente su carrera deportiva como futbolista: cuando debutó como arquero en la Primera División del “popular” Club Atlético Pampero, llegando a disputar cuatro partidos oficiales. Su ídolo, del momento, era el cordobés Mauricio Caranta.

En un pueblo donde todos se conocen y nadie más mide dos metros de altura a los 14 años, pese a no jugar al vóley, Gastón era una fija para ir a los Juegos Pampeanos con sus amigos, sin siquiera haberlo practicado de manera asidua. Así fue donde lo vieron los reclutadores, así fue como cambió su vida.

“Terminaron los juegos y me invitaron a la siguiente convocatoria en el CeNARD. Apenas dos meses de haber empezado en el vóley, viaje al Sudamericano Pre-Menor en Guayaquil. Para ese entonces, yo seguía imaginándome como futbolista, para mí esto era una prueba, un divertimento, no lo imaginaba como parte de mí vida. Cuando volvimos de Ecuador, un día se me acercó Julián (Álvarez) y me dijo que necesitaba hablar conmigo seriamente. Sentados en el hall del CeNARD durante casi una hora, me preguntó si realmente creía que podía llegar a ser futbolista, porque era una pena que desperdiciara la oportunidad que me daba el vóley: llegó a asegurarme que por las condiciones que tenía (de altura, fuerza y coordinación motora de brazos y piernas) difícilmente no llegara a ser jugador de la selección mayor argentina. Así fue que volví a mi casa, charlé con mis padres y terminé dejando el fútbol. Al día de hoy, sigo preguntándome hasta donde hubiese llegado, pero no me arrepiento del camino elegido.”

Los caminos del vóley argentino, hoy conducen hacia el norte argentino. En Salta y Jujuy se estará jugando, en estos días, el Premundial para “Italia y Bulgaria 2018”: donde el selección mayor buscará el pasaje a su onceavo mundial mayor consecutivo. El título Sub 23 es fuente de confianza de cara al futuro y un aliciente en la concreción del objetivo de los próximos días. “Vení a jugar a la Selección argentina”, era el lema de la campaña de reclutamiento que inició la FeVA hace diez años. Gastón Fernández es un fiel exponente del éxito conseguido. Bajo la dirección de Julio Velasco, la meta final del camino, el último paso del Plan Estratégico 2011-2020, está en los Juegos Olímpicos. Tokio 2020.