La aristocracia devino calles. Montes de Oca era una tradicional familia antes de ser una avenida neurálgica de un barrio de laburantes. En efecto, el principal foco de camioneros tiene anclaje en Barracas, donde habitan dos equipos que, ahora, los distancia también el signo gremial. Veinticuatro cuadras separan a Barracas Central de Sportivo Barracas. Un gobierno, a Claudio Tapia de Víctor Santa María. Los presidentes de los clubes de un barrio obrero tienen vocación sindical y las camisetas del clásico puestas. Tapia es el yerno de Moyano, no un familiar cualquiera. Casado con Paola, la hija de Hugo, fue la mano derecha del líder de la CGT opositora. Santa María es la cara de los porteros. El Suterh es la estampa impresa desde hace un año en el club que este semestre volvió a competir; en la D, el descenso implica el abismo. Sportivo Barracas ya purgó su ausencia de un año de olvido y, con nuevo proyecto, es uno de los punteros en las primeras tres fechas. Víctor Santa María, primer suplente de la lista de senadores que encabeza Filmus en la Ciudad de Buenos Aires, se hizo socio para comandar un club que vuelve de sus escombros y un pasado amateur glorioso.
La disputa del territorio ya no será solamente a pelotazos. Los bombos que suenan en las tribunas suenan también en los sindicatos. La historia futbolera se escribe a 24 cuadras. Los aristocráticos nombres de las calles de Barracas respiran también otra distancia.
Ser un estadio. En Barracas, Claudio Tapia es Chiqui. Por eso el apodo se mezcla entre el nombre y el apellido del nombre de la cancha del equipo que desde hace tres temporadas juega en la B Metropolitana. El presidente podría ser protagonista del sueño americano: pasó de barrendero a ocupar un lugar clave dentro del Sindicato de Camioneros. La meteórica carrera fue dibujada paralelamente a la relación con Paola. Pero Pablo, uno de los cinco hijos de Hugo, fue quien influyó en su padre para correr a Tapia del podio del sindicato. El Señor del Camión confinó a Chiqui a Barracas, donde es presidente desde hace 12 años, y la movida le valió alguna pelea con su hija. Tapia sigue en el gremio, pero se focalizó en el fútbol. Su vinculación con el entramado del sindicato moyanista se evidencia en la recolección de residuos. Los favores y beneficios de pertenecer tienen traducción publicitaria. La ropa deportiva de Barracas Central cuenta con tantas leyendas que desnudan el trasfondo político: Mutual de Camioneros, Ceamse y Banco Ciudad. Chiqui, también, fue el nexo para el acercamiento entre Moyano y el macrismo.
El estadio, que luce remodelado desde 2011, junta un promedio de 800 hinchas cuando juega Barracas Central, pero su presidente apunta a quienes critican: “Escucho cosas que me dan bronca”, dijo hace tres meses en un programa partidario de AM 1090. Allí también señaló que mientras tenga “ganas y esté bien”, seguirá al frente del club. “Me parece que es lo que le hace bien a Barracas”, diagnosticó. Después, sentenció con profunda estirpe peronista: “‘La única verdad es la realidad’, decía el General. Por algo lo decía”.
Conociendo el mar. Sportivo transita el año de su centenario. A 59 días de completar su siglo, el club que alguna vez contó con un estadio en el que jugó la selección argentina trata de reinventarse y disputar nuevamente la pertenencia al barrio. Su sede, aún en remodelación, sería reinaugurada el 30 de octubre. Tres días antes, su presidente, Víctor Santa María, participará de la elección legislativa con el Frente para la Victoria.
A cargo de la gestión de Sportivo desde hace un año, el hombre que representa a los encargados de edificios busca el golpe de efecto. El año sabático del club se terminó con el inicio de la pretemporada. En un hecho inédito, el plantel viajó a Valeria del Mar. En el arranque de su nueva etapa, Sportivo ganó dos partidos y empató el restante. Todavía sin cancha, el conjunto de uno de los gremialistas con sello oficialista juega de prestado en Sportivo Italiano. De todos modos, conocedores de la Primera D lo señalan como uno de los candidatos. El apoyo del Suterh es vital para el club que volvió de la muerte.
“Barracas tiene mucha cultura, sobre todo la del trabajo, que es la que siempre tratamos de reivindicar. El club tiene un potencial muy grande de cara al barrio, que seguramente vamos a poder rescatar y defender”, sostuvo Santa María cuando asumió. A 24 cuadras, las palabras hacían ruido.
La banda camionera
Hugo Moyano no sólo tiene vínculos e influencias en Barracas Central. Su hijo Facundo es el presidente de Alvarado de Mar del Plata, que juega en el Torneo Argentino A. La camiseta de ese club tiene estampados los nombres del gremio de los camioneros y el de los trabajadores de peaje.
La mano moyanista se aplica en Camioneros, el club que tiene doble comando y un mismo apellido. Hugo es el presidente honorario y Pablo el presidente real. Los colores de la camiseta son verde y blanco, como los del sindicato de Moyano.
El líder de la CGT opositora es de Independiente. Ahí juega por afuera de Javier Cantero. Y en los últimos tiempos sugirió cambios en el Rojo. Desde las sombras, impulsa adelantar las elecciones.
Esta nota fue publicada en la Edición Impresa del Diario Perfil