Causa gracia cuando se escucha a hinchas de cualquier equipo, a periodistas y a la gente común expresar que las cosas que suceden hoy nunca habían ocurrido. Que antes todo era mejor y en el fútbol, puntualmente, nada era poco claro ni irregular. Que el dinero que se maneja en el deporte más popular, los intereses políticos y económicos que se manejan hoy hacen imposible el desarrollo de un fútbol sano y estrictamente competitivo.
Hace 70 años se disputó el campeonato de Primera A de 1946. En aquel tiempo era total el dominio de los equipos más poderosos y no tenían manera los cuadros más modestos de disputar un torneo palmo a palmo. Casi no había competencia internacional porque recién el mundo salía de la Segunda Guerra Mundial y apenas existían los sudamericanos. En el país, el certamen de 1945 lo había ganado River Plate, en gran estilo. En 1943/44 Boca se había quedado con los campeonatos y quienes luchaban por conseguir alguna estrella eran Racing –que no obtenía nada desde 1925 – y San Lorenzo, que buscaba repetir lo logrado en 1933.
El Ciclón lideró el torneo afirmado en un terceto delantero insuperable, que formaban Armando Ferro (llegado de Banfield), René Pontoni (traído de Newell’s) y Rinaldo Martino, que había sido adquirido a Belgrano de Rosario. Llegó tercero al finalizar la primera rueda, detrás de River y Boca, pero hizo una segunda rueda impresionante y se quedó con el título.
Faltando cinco fechas, San Lorenzo aventajaba por un punto a Boca y debió viajar para visitar a Newell’s en el Parque Independencia. El cuadro azulgrana vencía 2-0 al finalizar la primera etapa con goles de Silva y Pontoni. Los rojinegros reaccionaron y empataron gracias a dos apariciones de Runzer. Cuando faltaba muy poco para el final, se desató un incidente que casi provoca la muerte del árbitro del encuentro.
El juez fue Osvaldo Cossio, porteño de Boedo pero simpatizante de Huracán, que no tuvo mayores problemas en controlar el juego. Sin embargo, el puntero izquierdo Moyano venció al arquero azulgrana Blazina en el descuento y puso el 3-2 para Newell’s. El juez Cossio anuló el gol e hizo gestos visibles de que había existido una posición adelantada, no advertida por nadie. Las protestas se hicieron oir, con tan mala fortuna para el árbitro, que en la jugada siguiente y con el Parque convertido en una caldera, el defensor Nieres desvió un remate de Imbellone y metió la pelota en su propio arco. Era el 3-2 para el líder del torneo.
Allí explotó el Parque. Varias decenas de hinchas de Newell’s entraron al campo de juego y comenzaron a agredir a futbolistas visitantes. Al defensor Vanzini le partieron una silla en la espalda, hubo trompadas y patadas para todos los rivales y se inició la persecución del juez Cossio, que corrió hacia el túnel que conducía al vestuario. Parte del alambrado cayó y Cossio vio una chance de escaparse hacia el Parque, porque lo estaban alcanzando. Saltó y comenzó a correr entre los árboles, hasta que lo agarraron los más enfurecidos.
Quiso subirse a un auto en movimiento y no pudo. El auto frenó y Cossio cayó al piso. Ahí lo agredieron y alguno gritó “a colgarlo, a colgarlo del árbol…” Dos hinchas se quitaron sus cinturones y armaron una especie de soga uniendo los cintos con la clara intención de subirlo al árbol y ahorcarlo. Para fortuna de Cossio, tres soldados que estaban cerca del incidente dispersaron a la gente y salvaron al juez, que con el cuello herido fue trasladado al sanatorio Británico, donde permaneció hasta el martes.
La indignación de algunos hinchas de Newell’s no se calmó, al punto que en las inmediaciones de la clínica permanecían varios de los más enardecidos. Finalmente, Cossio fue sacado en el baúl de un auto y trasladado hasta San Nicolás, donde abordó el tren que lo depositó en la estación Retiro, a las 23.15 de aquel martes 27 de octubre, siendo recibido por su esposa, su hija y varios compañeros de referato.
Lo increíble es que el partido –según la planilla oficial- había sido suspendido cuando “faltaban 70 segundos de tiempo reglamentario”, de acuerdo a lo que había escrito el propio juez. El resultado estaba registrado con victoria de San Lorenzo por 3-2, pero la dirigencia de Boca, el escolta del Ciclón, hizo valer su poder político y presionó en el Tribunal de Disciplina para que el partido continuara. Sí, para que se jugaran los 70 segundos que faltaban.
Y así fue. El 11 de noviembre y aprovechando que Newell’s había viajado a la Capital para enfrentar a Vélez el día anterior, los rosarinos se quedaron y disputaron esos ridículos 70 segundos en Caballito ante San Lorenzo. La crónica del diario La Capital fue la siguiente: “Puesta la pelota en movimiento por Aballay, amagó San Lorenzo un avance que no tuvo éxito y enseguida la pitada del árbitro puso fin al primer período de 35 segundos. Tocó a Rafael López de Newell's reanudar la lucha, y la etapa final tuvo el mismo epílogo que el tiempo anterior, ya que llegados los delanteros a las proximidades del área chica finalizó el encuentro.”
Semejante barbaridad ocurrió hace 70 años. El poder de los clubes grandes no era moco de pavo. El Tribunal era un simple instrumento. Mientras tanto, San Lorenzo sostuvo el primer lugar y campeonó tras trece años de espera. Osvaldo Cossio recién volvió a dirigir el 18 de mayo de 1947, en Estudiantes-Vélez. La suspensión a la cancha de Newell’s fue de una sola fecha. Y nada más ocurrió.