lunes 18 de marzo del 2024

El futbol argentino y Streeck

El gran problema de la concentración de la riqueza entre pocos equipos. El duopolio Boca-River y el germen del modelo español.

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Wolfgang Streeck nació en Lengerich (Alemania), cuando se cumplía el primer aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial. No jugó al fútbol; estudió sociología, y llegó a ser uno de los mejores en su campo: siendo director de Instituto Max Planck para los Estudios de Sociedades y profesor emérito de sociología de la Facultad de Economía y Ciencias Sociales de la Universidad de Colonia. No tuvo al deporte entre su campo de análisis, pero sus estudios pueden extrapolarse directamente al fútbol argentino y explicar su problemática actualidad: la transferencia y acumulación de la riqueza.

Si algo caracterizó a nuestra competencia en las últimas décadas fue la imprevisibilidad en el resultado y la diversidad de aspirantes con posibilidades de competir por el título. Esa pluralidad de oportunidades llevaba a que cada partido fuera un desafío. Esta situación podía llegar a atentar contra la obtención de buenos resultados fronteras afuera (en Copas internacionales) y se escuchaba comúnmente: le apostó a la Copa renunciando al campeonato. Están los que consideraban esta situación como un defecto más que una virtud, como un mecanismo de nivelación hacia abajo, siendo su ideal el del fútbol español: donde el sistema funciona para que unos pocos se refuercen con los mejores exponentes de todo el resto.

Hace una semana, se cumplió el cuarto aniversario de la muerte de Julio Humberto Grondona, eterno presidente del Fútbol Argentino durante 35 años. En ese tiempo, hubo trece instituciones que se consagraron campeonas, tres clubes de los considerados grandes descendieron (River, Independiente y San Lorenzo) y, lo más importante de todo, cuando comenzaba el campeonato todos los hinchas tenían algún grado de ilusión con pelear por el título.

En estos últimos cuatro años, esos escenarios lucen cada vez más lejanos. El nacimiento de la Superliga tuvo en su germen al modelo español y ha crecido “asesorada” por uno de sus impulsores, Javier Tebas, quien se ha ufanado públicamente en Europa de la inteligencia que tuvieron al adoptar este modelo: “porque supieron mantener las diferencias de nuestros grandes clubes con el resto, para mantener el talento mundial”. Una postura donde los grandes son cada vez más grandes y los chicos se pelean por repartirse las migajas que caen de su mesa.

En los últimos torneos, se ha hecho ostensible la forma en que el duopolio Boca-River fue agigantando la brecha con los demás equipos de la Primera División en cuanto a rendimientos y contrataciones. Un ejemplo claro, en este campo, es el cupo de extranjero que solo ellos utilizan siempre por completo. Cuando Grondona vivía, el Convenio Colectivo de Trabajo N°557/09 entre la Asociación del Fútbol Argentino y Futbolistas Argentinos Agremiados era de cuatro por equipo, después se incrementó a cinco y, a fines del 2017, la AFA determinó subir a seis jugadores extranjeros (pudiendo Boca incorporar a Nahitan Nández y River a Marcelo Saracchi). Increíblemente, para este semestre y por lesión, Boca consideró contratar siete. Así como va la cosa, en un momento cercano, se repetirá la situación que se vivía en plena década del 60, conocida como la era del “fútbol espectáculo” cuando en un Superclásico con Antonio Liberti presidiendo a River, y Alberto J. Armando a Boca, empataron 2 a 2 con diez extranjeros en el campo de juego.

Retomando a Wolfgang Streeck, en su artículo “¿Cómo terminará el Capitalismo?” describe con un paralelismo hipotético, como un matrimonio de conveniencia, a la relación que se fue desvaneciendo entre el capitalismo y la democracia a medida que “la toma de decisiones relativas a la distribución de recursos, escapó del ámbito de la acción colectiva hacia una esfera más remota y opaca controlada por ejecutivos de bancos y organizaciones intergubernamentales.”

En la Superliga aún están a tiempo de ir acomodando las cosas de una manera más justa y que permita el desarrollo del fútbol argentino de manera equitativa. Hay evidencia sustanciales, en distintos campos del conocimiento social, sobre como la creciente desigualdad puede ser causa del declive en el crecimiento. La competencia se cae a pedazos cuando no hay cierta equidad, cuando no se protege a los equipos recién ascendidos o a los clubes más pequeños, de ser devorados inmediatamente después de que aparecen en Primera División. Los presupuestos y las posibilidades entre los de arriba y los demás se agigantan año a año. Ni hablar en relación con el Ascenso que tiene torneos a medio definir u otros, los de los extintos Federales B y C, que se suspendieron hasta el año que viene.

Repartir con equidad o sea reducir la desigualdad en los ingresos, que ya de por si son absolutamente desiguales en cuanto a marketing, abonados y ventas de entradas, debería ser un objetivo a perseguir por la Superliga: para el beneficio del fútbol argentino en su conjunto. Aunque el costo de esto sea reducir el crecimiento de los dos equipos más grandes. Los derechos de televisación, son un ingreso que puede representar entre el 10 y el 80%, según la institución de la que estemos hablando.

Un nuevo campeonato del fútbol argentino está comenzando y se dirige, cada vez más definidamente, rumbo al duopolio español como modelo: con el consiguiente empobrecimiento del resto. Erogaciones multimillonarias, contrataciones fuera de norma pero habilitadas, cambios de las reglas del juego, goleadas exorbitantes por Copa Argentina que antes no se daban, son la cara visible de una diferencia más profunda entre un par de equipos y el resto. Si algo le faltase al fútbol argentino para transmutar su esencia por completo, es habilitar las sociedades anónimas. Podrán argumentar que con esta medida abren el fútbol argentino al mundo pero sepa, estimado lector, que es a costa de que al club lo pierdan aquellos que menos tienen, aquellos que lo viven en el día a día y en cercanía, tal vez aquellos como usted y como yo, para los que el club ha sido nuestro lugar de desarrollo y crecimiento, nuestro punto de encuentro con la familia, los amigos y, también, con los que ya no están presentes.