“Para la reina no había más que una manera de solucionar cualquier dificultad, grande o pequeña. ¡Qué le corten la cabeza, ya! ordenó, sin siquiera darse vuelta para ver de qué se trataba”
Lewis Carroll (1832-1895); de ‘Alicia en el País de las Maravillas’ (1865), VIII: El croquet de la Reina.
Un rostro tallado en piedra helada, inmóvil, los ojos redondos, grandes como un mundo. Willy the Twin —o Gustavo, o ambos—, miraba sin mirar, abrumado. Segundos antes, un morenito de 18 años le había marcado un gol feo y letal.
El pobre Rossi se dejó caer, como fulminado, sobre la línea del arco. The president McCree había tenido palabras muy duras contra Venezuela en la ONU y resulta que el verdugo de su club amado es de allí, de El Cantón, Barinas. La rompía en el Deportivo Táchira y los juveniles venezolanos antes de llegar a Gimnasia, el club de la familia Barros Schelotto. Para cerrar la paradoja, su apellido es… Hurtado.
Sí, el simbolismo también nos va a matar, muchachos.
Teléfono. Atiendo. “¿La consiguieron? ¿Va a hablar? ¡Perfecto! Pásenmela al directo”, le dije a la telefonista, emocionado. Tomé el último sorbito del cortado que ya estaba frío, y esperé. Ring. Era ella, Christine Lagarde, la señora del FMI con bandera y todo.
—¡Hello excellency madame Lagarde! It is a very pleasure to speak with you about the crisis of Defensores de Macri and…
—¡Aló! (silencio incómodo). Mire Asch, su inglés es tan malo que prefiero hablar en español, así practico. Debo ganar vocabulario para cuando hable en cadena, o desde el balcón.
—Bueh. Si quiere, madame, le puedo hacer una lista de palabras del slang local así entra en confianza más rápido: mishiadura, zafar, malaria, rapiñar, garca, esas cosas.
—Está bien, envíesela a mis asistentes. Vayamos al grano, por favor, que tengo una agenda apretada. Una no puede estar en todo. ¿Qué quiere saber, Asch?
—Defensores de Macri vivió una semana trágica justo cuando usted anunció el acuerdo al lado de su chico, el miniministro Dibujovne. Perdió con River en la Bombonera y un venezolano, justo, los dejó sin Copa Argentina y les pinchó otro rentable superclásico. ¿Qué opina?
—Que ese equipo es una… ¿bolso? ¿O eso es seulement pour les Kirchner?
—Una carpa, una tienda.
—Eso. Tevez apoyó la causa cuando dijo que la crisis argentina es culpa de todos, pero no puede ser que se devalúe más que el peso en cada partido. Nosotros conocemos la mala influencia de China en la región. Charles pasó por allí y lo vaciaron. Parece un ex jugador.
—Pero la culpa no es solo de Tevez.
—¡Mais oui, bien sûr! No se puede jugar los clásicos así, sin alma, chérie. Mire la pasión que le ponemos nosotros al ajuste. Todos hablan después, eso es fácil. Izquierdoz, por ejemplo, dijo que no tuvieron actitud y que se gana con hombres, no con nombres. ¡Obvio y boutón! También lloriqueó Benedetto, después de perder con River. No ponen la patít cuando deben, hablan bla, pero vuelven a jugar como mademoiselles. No, mon chérie: ¡La actitud no se negocia!
—¿Los jugadores le están haciendo la cama a Guillermo?
—Oeehh.. (piensa). ¿Eso no lo hacen las mucamas del hotel? ¿Tan mal andan de plata?
—No, madame, eso quiere decir que los jugadores juegan como para que se vayan.
—No lo creo. Si no son capaces de dar tres pases seguidos y se pelean a los gritos, como Zárate con Cardona, menos van a armar una conspiración. Es buen trainer Guillermó, aunque demasiado ocupado por el mercado interno. ¿A quién le importa eso? Hay que ganar afuera.
—Angel Easy dijo que no lo echará. ¿Lo hará, entonces, como usted hizo con Toto Caputo?
—Oh, Angel Easy… No pega una ese garçon. Y Totó no tenía disciplina táctica. Jugaba para él. Por eso le dije a Maurice que mis técnicos pondrán mano en el club. Para los Mellizós el mejor destino será Estados Unidos. Son buena gente, merecen vivir en el Primer Mundo. Tal vez lo hagamos en diciembre, luego del G20. Pero con ustedes, bandidos, nunca se sabe. Son una máquina de dar sorpresas, y no todas agradables.
—Tenemos gente infalible en el error madame, sobre todo en el gobierno. ¿A quién imagina como DT?
—A Maurice le gusta Almorrón. Es su favorito para la Selección.
—Almirón, madame. Jorge Almirón, que se fue de Atlético Medellín porque Atlético Tucumán los eliminó de la Libertadores. Lo tiene libre.
—Veremos. ¿Esta Coupe Libérateurs es su pequeña Champions, verdad? Bien, Defensores de Macri debe ganarla, sí o sí. Pero no sé si conviene hablar de estas cosas públicamente. Si Cruzeiro los elimina, los pedidos de waivers de Angel Easy serán inútiles. Los mercados pierden la confianza, Asch. Y yo también.
—Usted es muy dura, madame…
—De eso trabajo, ¿o cree que hago beneficencia? Si quedan afuera habrá un ajuste, comme il faut. Zárate podrá trabajar en esos shows de lucha libre, haciendo de malo, Cardona irá a México y Tevez podrá ser dirigente, si quiere. Pero debe retirarse ya, y cobrar la mínima. Total, ya está hecho. Como Totó, que también jugaba en Champions (calla por un instante). Se me hace tarde, Asch, le ruego que me libere.
—Lo mismo le iba a pedir yo, madame. Suerte con Defensores de Macri. Y sea piadosa con nosotros, s’il vous plait.
—Oh, vamos. Abandone ese discurso radical demodé, Asch. Por su bien se lo digo. ¡Adieu!
Cortó. ¿Me habrá hablado con el corazón? Hum… Christine Lagarde es amable, y tan cálida y flexible como un bloque de hormigón. Mi inglés es malo, lo sé, pero su español no es mucho mejor.
Una pesadilla es, todo, compatriotas.
Esta nota fue publicada en la Edición Impresa del Diario Perfil.