jueves 28 de marzo del 2024

Jeremy Lin, la revolución de la NBA

Es el primer jugador de origen taiwanés en competir en la liga. Egresado de Harvard, fue desechado por dos equipos antes de explotar en los Knicks.

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“Agarré el diario y, de repente, me encontré leyendo que el chico que usaba mi fotocopiadora en mi oficina había anotado 38 puntos contra los Lakers.”

Senador Joe Simitian

Es la historia de Jeremy Shu-How Lin en una frase. El sueño americano hecho realidad. En Estados Unidos, la tierra de las oportunidades, un chico de 23 años salido de la nada –así se refirieron a él–, que en realidad es graduado de Harvard, pudo convertirse, con la velocidad de la luz, en un fenómeno sin precedentes en la NBA, capaz de lograr que los New York Knicks –una de las franquicias más populares del mundo– ganen siete partidos consecutivos, que se generen récords de audiencia, de ventas de camisetas, de ventas de entradas, de suba de acciones en Wall Street y de cualquier ítem con los que él tenga relación. Where amazing happens.

Lindemonium. Encontrar una explicación racional al fenómeno Lin puede resultar complicado. En siete partidos –el primero como suplente y los restantes como titular– fue protagonista de una revolución que va más allá de las estadísticas. Es su historia la que genera que todos hablen de él. Hijo de inmigrantes taiwaneses, Shirley y Gie-Ming, no llegó a la liga más importante del mundo como lo hace la mayoría de los jugadores juveniles, por medio del draft. A él no lo tuvieron en cuenta. Casi nunca lo habían tenido en cuenta –hasta ahora–. Entró a la NBA casi pidiendo permiso, en julio de 2010, cuando Golden State lo contrató como agente libre. Eso no le aseguró el éxito.

Hasta ese momento, su mayor logro había sido egresar de Harvard, la universidad más prestigiosa del mundo, como licenciado en Economía con un promedio 3,1 sobre 4. Incluso fue a buscar su diploma cuando ya estaba en la NBA (video: http://bit.ly/A7Q9Yf). Pero para llegar a Harvard tampoco la tuvo sencilla. Ninguna universidad le ofrecía una beca tras terminar la secundaria de Palo Alto, en California. Stanford, la que él quería, las tenía reservadas primero para Will Paul y los hermanos Brook y Robin López y después para Landry Fields y Da’Veed Dildy. Todos parecían tener mejor futuro en el básquet que Lin. “Vamos, entrenador, puedo jugar para cualquiera. Confío en mí”, dijo en aquel momento, según Peter Diepenbrock, su coach en la secundaria.

Fue paciente, y se movió para que lo vieran: en su último año de secundaria envió videos a los equipos de la Ivy League, que nuclea a las ocho universidades privadas más prestigiosas de Estados Unidos. Sólo Harvard y Brown mostraron interés, pero no mucho. En un torneo de verano en Las Vegas, un asistente de Harvard, Bill Holden, lo vio por primera vez. “No sobresalía”, le dijo a The New York Times. En otro torneo los terminó de convencer. “Si yo les decía a los otros chicos del equipo que Jeremy algún día iba a jugar en la NBA, nadie lo hubiese creído”. Harvard le dio ocho presidentes a los Estados Unidos (el último, Barack Obama) y sólo un jugador a la NBA desde 1954: Lin.

Ayuda divina. La fe no mueve montañas; la versión moderna es que te hace jugar en la NBA. Lin es profundamente cristiano y suele twittear (en tres días su cuenta pasó de 70 mil a 400 mil seguidores) citas de la Biblia. Dice que eso le da fuerzas. No se desmotivó ni siquiera cuando los guardias de seguridad del Madison Square Garden no lo dejaban entrar a las prácticas porque no lo reconocían, o cuando tuvo que dormir en el sofá de su hermano Josh porque los Knicks no le habían asegurado un contrato. Alumno aplicado (tras ganar el campeonato estatal, en vez de festejar elogió al club de robótica de la escuela), fue editor del diario de su secundaria y realizó una pasantía de verano con el senador de California Joe Simitian. “Era un chico tranquilo, muy educado. Brillante, con un montón de talento, que se me apareció en la oficina y quería atender los teléfonos y sacar fotocopias”, recordó en estos días al USA Today. El mismo diario lo elogió al decir que “es la magia más potente desde Harry Potter”. Esa magia hizo que las acciones de la compañía dueña del equipo subieran 9 por ciento en los últimos días.

En Twitter se lamentó Daryl Morey, manager general de Houston, equipo que lo desechó en la pretemporada por exceso de bases: “Deberíamos haberlo conservado. No sabíamos que era tan bueno”. Su figura, como era de esperar, dio la vuelta al mundo. En Asia lo toman como el sucesor de Yao Ming, su amigo. El presidente de Taiwán, Ma Ying-jeou, reelegido hace unas semanas, convocó a su nuevo gabinete y le pidió que trabajara en equipo. Y citó un ejemplo: Lin.

Nada, igual, parece perturbarlo. “Es un poco surrealista todo esto. Trato de mantenerme enfocado y ayudar al equipo”. La NBA es temporaria: cuando se retire, dice, será pastor de su iglesia.

(*) Esta nota fue publicada en la edición impresa del Diario PERFIL.

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