Comienza el 2017 para Boca y sobresale, como noticia, la rutilante ausencia de Carlos Tevez. Emblema del equipo. Favorito de la hinchada. Bisagra institucional. Su salida consternó al mundo xeneize, que lo soñaba como baluarte durante muchos años. Su determinación es el reflejo de una nueva realidad, signo de una clara disrupción: en el fútbol mundial hubo un antes y un después del 15 de junio de 2013.
Como proceso histórico vinculado a la globalización, el flujo de dinero y los medios de comunicación, el deporte fue adoptando una dinámica específica de migración que le es propia pero no exclusiva. Desde mediados del siglo XX, en varias áreas del conocimiento y de las artes, se ha desarrollado y propiciado un sistema de captación de talentos por parte de los países poderosos, que repercutió aumentando la brecha entre ellos y los otros (en vías de desarrollo). Por lo tanto, la dinámica que no es exclusiva del fútbol, ni del deporte en general, puede complementarse o asemejarse a la fuga de cerebros, el robo del patrimonio artístico y cultural, la integración económica asimétrica (donde unos venden solo materias primas y reciben productos manufacturados), etc, etc, etc.
Mundiales y Juegos Olímpicos, son momentos ideales para comprender este proceso: varios de los atletas que triunfan no son oriundos de los países que representan. Al fin de cuentas y como dice el refrán, en el deporte profesional “el dinero no hace el talento, sino que lo compra ya hecho”. Se promueve la inmigración a través de una universalización de las aspiraciones y del aprovechamiento de las ansias de movilidad ascendente. La tentación es lógica y el deseo irresistible para el joven deportista: el acceso a estilos de vida, competencias y pautas de consumo, inalcanzables en sus lugares de origen. Particularmente en el fútbol, la Meca es Europa pero algo empezó a cambiar y algunas figuras empezaron a emigrar antes de tiempo. Ese algo, tiene nombre y apellido: “Chinese football reform and development program”, un manuscrito de cincuenta puntos donde se desmenuza de manera detallada el futuro del fútbol chino.
El deporte de alto rendimiento en China se ha caracterizado por un arranque tardío (mediados del Siglo XX), una agresiva política de selección de talentos y estricto entrenamiento, y un fenomenal desarrollo en las especialidades preferentemente individuales. En los últimos treinta años, a nivel olímpico, pasó del onceavo lugar del medallero en Seúl 88 al primero en Beijing 08. En gran medida por los logros en disciplinas como gimnasia o atletismo. Ahora, el nuevo proyecto busca conducir al gigante asiático hacia el ápice en un deporte colectivo.
Actualmente, China se ubica en la 82º posición en la clasificación mundial que realiza la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA), muy por detrás de competidores directos como Arabia Saudita, Emiratos Árabes y Uzbekistán. Un lugar no acorde a la envergadura poblacional, económica y deportiva de una potencia mundial.
No es casual que, en su primera entrevista como presidente de la FIFA, el abogado suizo descendiente de italianos Gianni Infantino, hiciese público “su sueño” de ver a Asia, fundamentalmente China e India, desarrollándose en el fútbol mundial. “Corea - Japón 2002” fue su única presencia en un Mundial, justamente cuando los dos anfitriones no participaron de la Eliminatoria asiática.
El plan chino de los 50 puntos busca, por un lado, desarrollar una gran base deportiva de practicantes y, en el mientras tanto, potenciar el negocio económico de la máxima categoría para aumentar también la afluencia de público. El proyecto es audaz porque procura incrementar exponencialmente la infraestructura y empalmar el sistema escolar formal con el desarrollo deportivo en fútbol, dándole rango de materia obligatoria en las escuelas primarias y secundarias. Aunque suene inverosímil, hoy son doscientos millones de niños chinos los que reciben semanalmente clases de táctica y estrategia (de fútbol) en la escuela. Pensar una reforma curricular de tamaña dimensión en la Argentina, rápidamente sería considerado un barbarismo.
Por su parte, la SuperLiga china cuenta con dieciséis equipos, se juega durante ocho meses y tendrá su puntapié inicial recién en marzo. La temporada pasada fue récord en contrataciones y la próxima va camino a destronarla. En 2016, más de cuatrocientos millones de euros fueron invertidos para el arribo de Lavezzi, Jackson Martínez, Freddy Guarín, Alex Teixeira, Ramires Santos, Paulinho y Demba Ba, entre otros. Para el torneo que comenzará en tres meses, ya se invirtieron 100 millones de euros y están confirmados el brasileño Oscar en el Shanghai SIPG, que pagó 60 millones de Euros al Chelsea, superando los 55,8 M que le había costado Hulk: su fichaje más caro en el verano pasado; Kyung-Won Kwon, al Tianjin por 10,5 M; Akhmedov, al SIPG por 7 M; Junior Urso, al Guangzhou RF por 2,8 M; Donj Wan, al Tianjin por un millón; y el mencionado Carlos Tevez, que pasó al Shanghai Shensua a cambio de 15 M.
Todo este dinero y las demás medidas económicas son consecuencias directas del manifiesto diseñando por Xi Jinping, actual Presidente del Partido Comunista Chino, y su gabinete. En la temporada pasada, los canales nacionales se comprometieron a pagar 1600 millones de dólares por los próximos cinco años, para retransmitir el torneo. Importantes empresas invirtieron comprando clubes para desgravar impuestos, como hizo Alibaba que pagó 192 millones de dólares para obtener el 50% del Guangzhou Suning Evergrande, reciente campeón. Así, y sólo así, puede entenderse la abrupta y desproporcionada lluvia de dinero.
El 15 de junio de 2013 fue el momento determinante para encarar el nuevo proyecto. Mientras Xi Jinping cumplía tres meses como secretario general del Comité Central del Partido Comunista Chino y como nuevo Presidente de la República Popular China, la selección de fútbol masculina caía por goleada 5 a 1 (de local) ante Tailandia, que estaba en el puesto 142° del ranking FIFA. El resultado le costó el puesto a su entrenador: el español José Antonio Camacho. Tres años y medio después, muchas cosas han cambiado. China sigue estando lejos de ser un rival de cuidado para las potencias futbolísticas del mundo pero las transformaciones deportivas requieren de trabajo, paciencia, pericia y dinero.
“Es una sorpresa, una distorsión. Los chinos parecen tener el poder financiero para trasladar todas las ligas de Europa allí. Sabemos que esto es una cuestión netamente económica pero para la Premier League puede llegar a ser un gran problema” comentó, muy cerca del lamento y con cara de preocupación, el entrenador del Arsenal Arsene Wenger. Los europeos no acostumbrados a la fuga de estrellas, están atónitos con el accionar de los magnates chinos que acuerdan directamente con el jugador y luego abonan las cláusulas, dejando a los equipos europeos sin otra alternativa que aceptar el dinero y la partida del futbolista, incluso en momentos inoportunos del campeonato.
Tanto rapiñaron en América Latina buscando jóvenes talentos, incluso antes de que llegaran a Primera División, que a los grandes clubes europeos les llegó el día en que, por primera vez y todavía en dosis mínimas, les den de tomar de su propia medicina. Así es el fútbol: una selva donde todo es posible.