“Te das cuenta, Benjamín. El tipo puede cambiar de todo. De cara, de casa, de familia, de novia, de religión, de Dios. Pero hay una cosa que no puede cambiar, Benjamín. El tipo no puede cambiar de pasión”
Pablo Sandoval a Benjamin Espósito, en “El Secreto de sus Ojos”. Premio Oscar a la mejor película extranjera (2009)
El fútbol ofrece algo concreto, sentimental e imperecedero. Reflejo cuasi perfecto de la sociedad, se convierte en extrapolación de dinámicas de hogares y ambientes de trabajo. El fútbol es un hermoso juego y, no deja de ser también, un gran negocio. El vínculo que une al hincha con su club es eterno, porque la relación con “la camiseta” nace generalmente de una emoción, emoción que con el tiempo se vuelve sentimiento y termina convertida en pasión.
El deporte como mecanismo de sublimación de los deseos más profundos, expone fielmente la esencia de una comunidad: sus nexos, actos, valores y conflictos. El presente del fútbol argentino puede resultar un buen ejemplo.
Con la AFA acéfala, a pesar de tener conjuntamente una autoridad designada (Junta Normalizadora) y una autoridad legitimada (Asamblea), la volatilidad es tan grande y el quiebre tan fraccionado que las dicotomías históricas entre Primera vs Ascenso, grandes vs chicos, ricos vs pobres, porteños vs interior, no son modelos exactos para dimensionar la dispersión, aunque puedan servir para explicarlo.
La Asamblea, como órgano independiente y soberano de la AFA, decidió que habrá elecciones el 15 de febrero. Días después, la Junta Interventora dictaminó que serán el 28 de abril, luego del cambio de Estatuto. La fecha aún no está definida y la FIFA mira el tema de costado.
“Modernidad líquida” es un concepto que nació para definir el estado de una sociedad sin valores sólidos, donde la incertidumbre es una constante y los vínculos humanos se deterioran con celeridad. Su autor, el sociólogo polaco Zygmunt Bauman, falleció a comienzo de la semana en Londres, a los 92 años. No era un amante del fútbol pero lo disfrutaba y, a pesar de que su teoría no fue pensada en relación directa con el deporte, es plausible de ser extrapolada.
Sociológicamente, la “modernidad líquida” es una figura que representa cambio y transitoriedad, desregulación y liberalización de mercados, egoísmo y búsqueda exclusiva de la propia conveniencia. Bauman intentó, a través de la metáfora de la liquidez, dar cuenta de la precariedad de los vínculos humanos en una sociedad individualista y privatizada, marcada por el carácter transitorio y volátil de sus relaciones.
Como toda organización humana, la Asociación del Fútbol Argentino es una estructura sujeta a cambios. Para conducir esa progresiva transformación se deberían definir los objetivos, las realidades y las futuras expectativas. Con Superliga o sin ella, con Fútbol para Todos o sin él, con torneos regionalizados o federalizados, lo que está claro es que el problema en AFA es mucho más profundo.
Bauman se empeñó en demostrar cómo la esfera comercial impregna todo y las relaciones se miden en términos de costo y beneficio. En el “fútbol líquido” hay relaciones cambiantes y lealtades frágiles, muy pocas certezas e infinidad de especulaciones: quienes hoy son oficialistas, mañana pueden ser opositores.
Al momento del análisis, afloran muchos ejemplos de malos manejos y de pésimas administraciones, con mudanzas constantes de criterio y resoluciones sin lógica. El formato de competencia ha sido un ejemplo perfecto: los mismos que hace unos años apoyaron el campeonato de treinta equipos, hoy abalan la Superliga y mañana será un “todos contra todos”.
En este estado de liquidez posmoderna, donde los dirigentes cambian y los que no cambian pueden fácilmente cambiar de idea, son los clubes y sus asociados los que deben transformarse en islas sólidas, diques de contención, para una marea que amenaza con arrasarlo todo. Las nefastas experiencias, en otras partes del mundo, con las inclusiones de los Sociedades Anónimas deportivas tienen que servir como señal de alerta.
Nuestras centenarias instituciones constituyen una parte importante del acervo sociocultural del pueblo argentino y, pese a tener malas administraciones, no deben ser vendidas al mejor postor, ni pueden transformarse en “liquidez” para el bolsillo de algún mecenas; son sociedades civiles sin fines de lucro que tienen como finalidad promover el “bien común”, a través del deporte (no sólo el fútbol) y la cultura.
Pero más allá de lo que dicte la cabeza y lo que definen los estatutos, los clubes son representaciones sempiternas porque, como le dijo Sandoval a Espósito, “un tipo puede cambiar de todo, de casa, de auto, de novia, pero no puede cambiar de pasión”. Y como todos saben, la pasión no se compra ni se vende, la pasión no tiene precio.