Hace un par de meses, ingresé nuevamente al vestuario local de Nueva Chicago: fue la última de muchas. En el aire se respiraba esa sensación de incertidumbre que rondaba en aquel momento de plena convulsión por las deudas y la huelga. El torneo de la B Nacional todavía no tenía fecha de reinicio y los jugadores, además de entrenar, acumulaban partidos de pretemporada como nunca antes en la historia. En esta oportunidad, Chicago enfrentaba a Sportivo Barracas. Luego de estacionar el auto en el playón, recorrer a pie el hall de la platea y pasar por detrás del gimnasio, golpeé la puerta de acero color oscuro y me invitaron a pasar al “recinto sagrado”.
A mano izquierda, tendido en una de las camillas del consultorio médico estaba él. Lo rodeaban cinco jugadores a los que doblaba en edad, sentados de manera repartida en las otras dos camillas que circundaban el sector, mientras el kinesiológo le trabajaba el isquiotibial de la pierna izquierda que se había desgarrado. Una lesión muscular, a la edad de Christian Gómez, no es algo inesperado. Al final de cuentas, son las consecuencias de ser un “primus inter pares”: un cuarentón golpeado en un mundo de púberes avanzados.
Nos conocimos en el torneo 2000/1, el del ascenso de Nueva Chicago a Primera. Para ese entonces, yo era un joven futbolista que apenas había jugado quince partidos en la Primera de Vélez y Gomito ya tenía un nombre en el fútbol: con casi diez años en primera, venía de jugar en Independiente dirigido por el Flaco Menotti. A diecisiete años de aquel encuentro en el predio del Suterh en La Reja y luego de más de cinco años de haber colgado los botines, se hace difícil comprender como él hace lo que hace.
Mientras arrancaba el amistoso entre Nueva Chicago y Sportivo, él debía quedarse trabajando en el gimnasio. Todavía no estaba en condiciones de hacer fútbol y el cuerpo técnico lo venía llevando despacio para tenerlo bien en el inicio del campeonato, que no se vislumbraba cercano. “No me pongo tiempos -me dijo, en confidencia, cuando le pregunté si tenía pensado seguir jugando después de junio- mientras me sienta bien, sigo”.
El fútbol es un cruel mundo de ensueño, al cual es muy difícil decirle adiós. Cruel, porque es tan intenso que en poco tiempo expone flaquezas propias y ajenas; de ensueño, porque a muy temprana edad te abre puertas que nunca hubieras encontrado abiertas de no ser por formar parte. Los atrasos salariales y los incumplimientos, las lesiones y los sufridos tiempos de rehabilitación, las dificultades culturales al tener que adaptarse a otro país, los agravios tanto dentro como fuera de la cancha, son inconvenientes nimios comparados con los problemas del día después. Nada, absolutamente nada, ni siquiera la lesión más grave, es peor que dejar de ser.
La carrera de un futbolista en Primera División dura alrededor de quince años. Si bien, los arqueros perduran más, también debutan tardíamente. En el deporte, aunque sigas sintiéndote joven, rápido y potente, la dinámica del juego expone brutalmente el paso del tiempo. Eso le pasa a todos, pero sólo unos pocos elegidos como él pueden lograr disimularlo con otras herramientas. El presente de Christian Gómez, con 42 años y una cirugía de rodilla reciente, parece eludir cualquier lógica cronométrica.
El sábado en Campana marcó un nuevo hito en su historia con la camiseta verdinegra que incluye cuatro ascensos (dos a Primera A y dos al Nacional B), más de cien goles y más de trescientos partidos. Fue al banco de suplentes y entró en el segundo tiempo con el equipo perdiendo y un jugador menos. Fue artífice directo de la remontada, con dos goles y la asistencia en el tercero (de 2-0 a 2-3).
Luego de la gesta de Campana, un grupo de hinchas iniciaron una movida para construirle una estatua. Todavía no está definido el lugar pero sí el día: el 7 de noviembre, su fecha de aniversario número 43. Para ese entonces, Gomito llevará nueve mil trescientos diez (9310) días como jugador desde su debut en mayo de 1992, lo que es igual a trescientos seis meses (306) o veinticinco años y medio (25,5) como futbolista profesional. Un registro descomunal, sólo digno de un crack.
En la sede del club, ya hay un cofre para donar materiales de cobre (llaves, herrajes, etc) y se está abriendo una cuenta bancaria para donaciones. Como admirador, prometo acercarme en estos días para contribuir con la causa. Si sentís lo mismo, no podés hacer menos. Gomito se lo merece.