martes 19 de marzo del 2024

Miren cómo nos pusieron

Todas fuimos y somos víctimas del patriarcado. Pero ya no lo toleramos más. Queremos respeto y jugar de igual a igual.

442

Esta semana la violación se hizo carne en las palabras de Thelma Fardin. La crudeza fue la carta de fuego que la joven actriz puso sobre la mesa para que, de una vez por todas, nos crean sin peros. Ninguna mujer en ninguna circunstancia se sometería a dar públicamente los detalles que ella dio sobre la violación que sufrió a los 16 años a manos de su por entonces compañero 29 años mayor, Juan Darthés. Un escalofriante relato que nos alcanzó a todas y golpeó de lleno en la cara de la sociedad. Muchas mujeres sufrieron situaciones así de repugnantes. Muchas, muchísimas, cargaron con la mano machista que se propasó. Pero ese tiempo de silencio se acabó. Estamos juntas, ahora nos ven y nos creen. No nos callamos más, estamos hartas.

La pelea la damos en todos los ámbitos. La cotidianidad está plagada de violencia machista que intenta oprimirnos. Lo vivimos todos los días, caminando por la calle o en nuestros trabajos. Todas las carreras tienen obstáculos, pero para una mujer en el mundo del periodismo deportivo, como en toda profesión donde somos minoría, hay vallas, piedras, curvas y pocas posibilidades. Esquivar, luchar y levantarse parece ser la obligación principal. Afortunadamente, poco a poco los espacios comienzan a abrirse. Empezamos a conquistarlos.

Elegí periodismo deportivo porque me encantaba ir a la cancha. Y muchas veces, más que nada en terapia, me pregunté por qué me metí en un “mundo de hombres”, qué buscaba ahí, por qué me esmeraba y qué me motivaba a trabajar a destajo para tener “voz” en este ambiente masculino. Estudié una carrera universitaria. La terminé en tiempo y forma hace ya catorce años. Pero no me desvelaba. Seguía en pie, buceando en medios donde las mujeres no abundábamos. Jamás abandoné mi pasión. Nada más lindo que ser apasionada. A eso me aferro. Es mi motor, mi sostén. Estoy enamorada del periodismo y siento el mismo cosquilleo de aquella tarde en que cubrí mi primer partido, en el que Comunicaciones iniciaba el camino hacia el ascenso. Ganó 4 a 3, sobre la hora. Gol de Bettoni. Un 9 moderno, como los llamamos ahora. Movedizo, no muy alto pero con buen cabezazo, al que le gustaba más entrar al área que quedarse a vivir en ese rectángulo. Luciano Bettoni. Lo vi hacer varios goles y si me apuran me acuerdo del equipo de memoria. El técnico, el Sr. Lescano, que había sido clave en el último ascenso de Comu a la B. Esos datos jamás los olvidaré. Era muy joven. Muchos colectivos, varios trenes, todos para ir rumbo a la redacción. No sé si gané el campeonato, pero de que hice las inferiores para llegar a Primera no hay dudas.

Admiré a algunos, me alejé de otros, lloré más de una vez, pero seguí. Siempre. Cabeza levantada, tirando paredes, haciendo goles. Jugando en equipo, como haría cualquiera. Y no todo es lirismo. Tuve que tirarme al piso y trabar con fuerza. Porque, aun con muchos partidos ganados, siempre hay que estar demostrando. La vara con la que nos miden a nosotras no es la misma. La hinchada te exige más. En muchos casos, hasta tus pares. No formar parte de lo convencional al ambiente del periodismo deportivo tiene todos estos condimentos nefastos. Algunos se relamen a la espera de un error para poder descargar la ira misógina y mandarme a la cocina o a cualquier otro lugar en el que no opine de lo que ellos, prejuiciosos, creen que no sé.

No anhelo que compartamos las mismas pasiones y coincidamos en todo. Solo deseo poder construir espacios de comunicación donde fabriquemos puentes que nos ayuden a pensar, a mejorar, a entender, pero nunca a juzgar.

Tiremos conceptos en la mesa y mezclemos las fichas para aprender a jugar mejor. No busco ganarle a nadie más que a mí misma. Nosotras no somos la amenaza, al contrario. No ando armada ni llevo una granada en el bolsillo. Solo queremos respeto y jugar de igual a igual. Porque feminismo no es machismo al revés. El machismo nos quiere sumisas. Las feministas nos queremos a todas y todos igualados.

En los tiempos que corren, trabajar de lo que a una la apasiona es un privilegio. Pero aún más lo es poder expresar lo que pienso, tener lugar para decir lo que siento y haber ganado el aire para analizar fútbol. Eso lo valoro con más fervor.

Algo está cambiando. Luego de la denuncia de Fardin, hasta el mundo del fútbol se expresó: muchos clubes compartieron imágenes y consignas sobre el consentimiento y la violencia de género, haciéndose cargo de su rol de espacios sociales y culturales, con una clara bajada de línea a las juventudes que vienen. El deporte como herramienta de conciencia social. A lo acontecido estos últimos días se le suman distintos casos en los que el feminismo atravesó la piel y se metió en la sangre. Lucía Barbuto fue elegida como presidenta de Banfield, en San Lorenzo se aplicó el cupo femenino en la comisión directiva, de forma institucional en Racing utilizaron lenguaje inclusivo, en River existe la comisión de la mujer, que impone una agenda de género. Muestras del cambio que se viene en el deporte. Hay esperanza. Tengo esperanza.

Desde el martes que el orgullo no se va de mi cuerpo. Por ese grupo inmenso de actrices y en particular por Thelma. Pienso en el miedo y la tristeza que transitó para llegar a este desahogo. La contención fundamental de todas las mujeres que abrazamos esta lucha y nos hermanamos. Nos encontramos y nos bancamos entre todas. El silencio no va más. Ganamos los espacios para gritar que no tenemos miedo. Cada cual pelea en su ámbito y a su modo. Todas fuimos y somos víctimas del patriarcado. Y ya no lo toleramos más. Miren cómo nos pusieron.

Esta nota fue publicada en la Edición Impresa del Diario Perfil.