miércoles 11 de diciembre del 2024

La desigualdad no solo cotiza en pesos

La selección masculina disputará la Copa América casi al mismo tiempo que la selección femenina participará del Mundial. Las diferencias simbólicas y económicas son abismales.

442

De cerámica blanca con flores de colores, el juego de té de Villeroy & Boch se exhibía en la muestra Pioneras del fútbol femenino alemán de Frankfurt, acaso para simbolizar las humillaciones de un pasado no tan lejano. Esa taza con dos platitos –tan coquetos, tan lugar común– había sido el premio otorgado por la Asociación Alemana de Fútbol a la selección de mujeres luego de que ganara la Eurocopa de 1989. Un año después, el equipo de hombres salió campeón en el Mundial de Italia. No hubo tazas ni platos: el premio fue en dólares.

El juego de té de Villeroy & Boch está mencionado casi al pasar en un contundente video contra el machismo que la selección alemana viralizó esta semana en redes sociales. “Jugamos para una nación que ni sabe nuestros nombres. No tenemos pelotas pero sabemos cómo usarlas”, dijeron. Alemania, dos veces campeona del mundo y medalla de oro en los últimos Juegos Olímpicos, no se aparta de lo que sucede en los demás países.

Lee también: El fútbol femenino profesional es una realidad

La desigualdad entre hombres y mujeres, que llevó a que las alemanas protagonizaran esta campaña, en Argentina se intensifica: porque aunque la AFA haya anunciado la profesionalización del fútbol femenino hace apenas dos meses, las asimetrías siguen siendo enormes. “Es un proceso lento. Nosotras vemos mejoras, hay más comodidades, un mejor trato, tenemos un vestuario propio en el predio de Ezeiza, pero todavía sigue siendo todo muy difícil”, le dice a PERFIL Virginia Gómez, mediocampista de la Selección.

Dólares que no se ven. El año pasado, como parte de una campaña que se propuso desarrollar durante su gestión, el presidente de la FIFA, Gianni Infantino, anunció que el Mundial de Francia iba a entregar 30 millones de dólares en premios, el doble que en Canadá 2015. A eso había que sumarle 20 millones más: 11,52 millones que se distribuyen entre las 24 selecciones participantes como parte del proceso de preparación y 8,48 millones a modo de compensación, destinados a los clubes que cedan a sus jugadoras para la competencia. Aunque fue un gesto, la distancia con los 400 millones de dólares que entregó la FIFA en el Mundial de Rusia 2018 es evidente.

Pero lo peor no es eso. Lo peor es que, a pesar de los dólares que anuncia la FIFA, las jugadoras de la selección argentina, que el jueves se despidió en San Luis con un amistoso contra Uruguay, siguen cobrando un viático de 300 pesos por entrenamiento. Lo mismo que en 2018. Les prometieron que ese monto iba a mejorarse, pero a 15 días del debut contra Japón, por el grupo D, ninguna tiene claro cuánto ni cuándo se mejorará.

Lee también: El atraso de Argentina con el fútbol femenino

Del lado masculino, la situación es inversa. No solo por los contratos suculentos que los futbolistas firman en sus clubes, sino por los millones que se reparten en las competencias de selecciones. El ejemplo de lo que sucederá en junio es bastante elocuente: la Conmebol repartirá más dinero en premios por una Copa América masculina que lo que reparte la FIFA por un Mundial femenino.

Solo por participar en Brasil, cada uno de los diez países sudamericanos recibirá 4 millones de dólares. Japón y Qatar, los invitados insólitos de esta Copa América, recibirán 1,25 millones cada uno. Después, en las instancias finales, la Conmebol distribuirá 29,5 millones de dólares en premios (el campeón se llevará 7,5 millones, el subcampeón 5, el tercero 4, el cuarto 3, y los eliminados en cuartos, 2 millones de dólares).

Parar la olla. Cuando era adolescente, Virginia Gómez abandonó la secundaria para ayudar a su mamá y a su papá a mantener a sus siete hermanos y hermanas. Primero hizo de todo: cartoneó, pedía comida y hacía changas. Después, ya de grande, ya futbolista, trabajó en un bar de Playa Pérez, en Rosario: ahí fue bachera, hizo sándwiches, cocinó y después se convirtió en la encargada. Pero el bar cerró y su situación se complicó. Ahora viajará a Francia, dormirá en hoteles de lujo y tendrá una dieta a medida. Todo lo contrario a lo que le pasa a diario en su vida. “La desigualdad se ve en todo momento. Nosotras vamos a tomar un helado y, aunque a veces el heladero nos reconoce y sabe que jugamos en la Selección, siempre nos va a cobrar. Si fuera Di María o Messi, ¿vos te creés que le cobraría?”, se pregunta. A veces, las diferencias más dolorosas están en las escenas cotidianas: las que no pueden traducirse en pesos ni en dólares.

El saludo y las fuerzas que les envió Messi a las chicas en noviembre, antes del repechaje contra Panamá, entra en esos sucesos invaluables que ayudan a romper las desigualdades. “Para nosotras es clave”, coinciden en el plantel. Lo mismo la presencia y apoyo de viejos ídolos como Juan Pablo Sorín, que siempre les manda videos y fue a visitarlas a Ezeiza antes de la clasificación. En el plantel de la selección femenina coinciden: dicen que eso no puede achicar la brecha económica con los hombres, pero sí puede generar lazos. Después, solo es cuestión de fortalecerlos.

Esta nota fue publicada en la Edición Impresa del Diario Perfil.