viernes 26 de abril del 2024
Mundo River

El recuerdo de D'Alessandro sobre sus inicios en River: "Gallego era medio bruto"

En Cabezón, la biografía del futbolista de 40 años recientemente publicada por Aguilar, revela lo difícil que le resultó la adaptación a ciertos códigos del fútbol profesional.

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Andrés D'Alessandro recordó con dureza sus inicios en la Primera de River, a comienzos del 2000. Por entonces, el Cabezón era dirigido por Américo Ruben Gallego: "El Tolo era medio bruto".

Editorial Aguilar acaba de publicar Cabezón, la biografía oficial de Andrés D'Alessandro, escrita por el periodista Diego Borinsky, también autor de las biografías de Matías Almeyda y Marcelo Gallardo.

Este miércoles, el diario La Nación, en el que Borinsky es columnista habitual con su reconocida sección de las 100 preguntas, publicó un adelanto del libro con varios fragmentos de la vida deportiva de D'Alessandro.

Uno de los fragmentos que recoge el citado diario corresponde a los inicios del enganche en la Primera de River. Su debut se produjo en mayo del 2000, por el Torneo Clausura ante Unión de Santa Fe. Antes había empezado a entrenar en el primer equipo bajo las órdenes de Américo Rubén Gallego, quien regresó ese año al club de Núñez en reemplazo de Ramón Díaz.

"Gallego se manejaba con los grandes, no tenía diálogo con los pibes. Era corto en el trato, un poco bruto. Con los chicos no había explicación. Era así, bancátela y listo. No tenía nada que ver con jugar o no jugar, porque era difícil meterse en ese equipo de los cuatro fantásticos, con Ortega, Saviola, Aimar y Ángel", cuenta D'Alessandro en su biografía.

D'Alessandro ejemplificó su mirada con una anécdota con el preparador físico del Tolo.

"El tema era el trato. Cada técnico tiene su estilo. A propósito de ese trato, como nunca fui de callarme, un día me crucé con Flavio Pérez, el preparador físico del Tolo. Había terminado una práctica y quise quedarme a patear unas pelotas más. ‘Vamos, vamos, ya terminó’, me apuró el profe. Yo ya había puesto las pelotas para patear unos tiros libres. No sé qué podía molestarle que pateara esas pelotas, me parecía ridículo. Agarré y pateé igual", inció.

La respuesta del cuerpo técnico de Gallego fue sancionarlo: "El profe no me bancó, pasó la data al técnico y me suspendieron. Me bajaron un par de semanas a Reserva. Me dio una bronca terrible, no es que falté a un entrenamiento o que llegué tarde o que me fui antes o que laburé menos. No. Quería quedarme a patear un rato. Me la tuve que bancar. Y eso también dilató mi presencia en la Primera".

Veinte años atrás, el fútbol profesional manejaba otros códigos. Los rigores que los grandes les imprimían a los jóvenes que subían a Primera hoy son merecedores de repudio.

"En la pretemporada (2000) tuve mis primeras prácticas con los grandes. El ritmo de entrenamiento lo aguantaba, el tema era que algunos te cagaban a patadas. Así de crudo. No lo pasé bien. Agarré nenes bravos: Celso Ayala, el Cabo Sarabia, Leo Ramos y, sobre todo, Trotta. Mamita... No solo te hacían sentir el rigor del entrenamiento. También te hacían pasar vergüenza si abrías la boca cuando no tenías que abrirla. Lo mejor era estar callado y no llamar la atención, pero yo nunca fui de guardarme las cosas que tenía para decir. Ese es mi carácter. Cuando me sacudían, los miraba y algo decía. No me callaba. A muchos no les gustaba y me lo hacían saber. "

AM

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