“Muy señor nuestro: Los bajo firmados tienen el honor de invitar a Vd. a una reunión que deberá celebrarse en los salones de la Sala de Comercio, avenida Independencia entre 46 y 47, el viernes, a las 8 de la noche, con el objeto de ocuparse de la fundación de un Club de Gimnasia y Esgrima…”
Así comenzó esta historia que testimonia tres siglos. Los finales del XIX, cuando La Plata surgió en medio de un páramo para ponerle fin a 60 años de luchas intestinas y Gimnasia nació como “mens sana”, para que los prohombres porteños tuviesen en la ciudad naciente un lugar de encuentro similar a los de Buenos Aires. El siglo XX, en el que el club pasó de patricio a plebeyo, fundándose el arraigo popular que derivó en el apodo de “Tripero”; y este inicio del siglo XXI, con deportes súper profesionales e hinchas que hacen de la pertenencia, la identidad y la solidaridad, sus banderas.
Seguramente, aquel 3 de junio de 1887, cuando poco más de 50 hombres constituyeron el club y eligieron a Saturnino Perdriel como presidente, nadie imaginó que en pocos años el eje de la vida del club pasaría de los salones, al aire libre; de la esgrima, al fútbol; del centro, a la periferia y, de los ministros, legisladores, gobernadores y hasta un vicepresidente de la Nación, a los reos que la yugaban día a día en los frigoríficos Swift y Armour de Berisso.
El fútbol platense nació con Gimnasia. El 21 de abril de 1901 se jugó el primer partido en la Plaza de Juegos Atléticos, de 1 y 47. De las canchitas de la ciudad, Gimnasia pasó al fútbol metropolitano de la Asociación, pero, pronto, la Universidad reclamaría esos terrenos y el fútbol dejaría de existir en 1905. Así, nació Estudiantes y, una década después, un cisma en el rival de toda la vida, llevaría a que sus futbolistas que emigraron a Independencia terminaran siendo nuevamente jugadores de Gimnasia por la absorción por parte de los triperos de la sección fútbol del club de los hermanos Felices, que pronto pasarían a ser símbolos de la camiseta blanca con la franja azul marino al pecho.
El resto es historia más o menos conocida. El ascenso en ese año 1915, la cancha en 12 y 71 y el regreso definitivo al Bosque en 1924, pegadito a ese barrio de laburantes llamado “El Mondongo”. El primer año en el nuevo campo deportivo depararía el subcampeonato y, un lustro más tarde, llegaría el gran festejo con el título de 1929, al derrotar 2 a 1 a Boca Juniors, en la final disputada en cancha de River. Martín Malianni se llamó el primer héroe, el autor de los dos goles del primer grito de campeón. Ese equipo se fue de gira a Europa y, de la mano de José María Minella, sorprendió al viejo continente con triunfos sobre Real Madrid y Barcelona.
No todas serían alegrías. En el ’33, al “Expreso” del revolucionario húngaro Hirschlle le hicieron saltar las vías con arbitrajes sospechosos. De un momento aciago, el descenso de 1943, surgiría “Arriba Gimnasia”, un movimiento social impactante que impulsó al equipo nuevamente a Primera División un año después. En el ’62, la gran campaña del equipo de los hermanos Bayo –seguida desde Cleveland por un joven cirujano llamado René Favaloro -orgullo del corazón tripero-, bautizó al equipo como “Lobo”, por un dibujo de Pilo Trouet. En los ‘70, haría historia "la Barredora", pero ésa sería la época dorada del básquet, con los campeonatos metropolitanos de 1978 y 1979, de la mano de Gehrmann González y del americano Metcalfe.
La década del ’90 sería sinónimo del “gol del terremoto” de Perdomo en un clasico del ’92 y de los grandes equipos de Carlos Timoteo Griguol. Pero, antes, con el “Mariscal” Perfumo en el banco, el triperío volvió a gritar campeón en la final del Torneo Centenario, con triunfo sobre River Plate 3 a 1, con goles del recordado Hugo Guerra, Pablo Fernández y del mellizo Guilllermo Barros Schelotto, el mejor jugador de la historia albiazul. Tiempos, también, de los múltiples triunfos del vóley, de la mano de Alicia Casamiquela, con un apellido que es sinónimo de Gimnasia. Y con un espacio para la mujer que el club tuvo desde los tiempos viejos, cuando la atleta Leonor Celi pulverizaba los relojes en atletismo. En tiempos más cercanos, de la mano de Troglio, estuvo cerca de gritar campeón nuevamente. Y, hoy, la ilusión la encarna nada menos que Diego Armando Maradona, director técnico de una relación simbiótica con la hinchada que lo adora como a un Dios.
Hoy Gimnasia, “el Tripero”, "el Lobo”, cumple 133 años de vida. La pandemia del coronavirus no opaca los festejos: en lugar de la reunión de cada año en el Bosque, se ayuda a los más necesitados con 22 ollas populares en distintos puntos de la ciudad, y con la tradicional donación de sangre tripera, tan necesaria en tiempos de encierros y miedos. 133 años de pasión y amor por los colores. 133 años de identidad y pertenencia. 133 años de un mito platense, un enorme movimiento deportivo, social y cultural llamado Gimnasia y Esgrima.