Juega de wing en el CASI. Los try son suyos. Y la popularidad también. Es un lindo pibe, tiene 27 años, una novia bonita y un negocio de venta de velas de surf en San Isidro. Alejandro cumple con todos los requisitos para que aquella vecina medio chismosa comente: “¡Pero qué bien le va a ese muchacho!”. Pero no. En el sótano de su casa esconde un secreto que lo va a hundir. El 23 de agosto del ’85 la Policía lo detiene por integrar junto con su padre, Arquímedes Puccio, una banda de secuestradores y asesinos. El barrio se revoluciona. El club también. Ese secreto revelado mancha la ovalada y salpica hasta a los compañeros del club.
Al día siguiente de la detención, el CASI juega la semifinal del torneo de la URBA. Están ahí nomás de repetir los títulos del ’81 y ’82, pero el plantel está preocupado, invadido por la incertidumbre. Alex está preso, y eso es lo único que saben. Algunos piensan que cayó por alguna infracción de tránsito. Los más pesimistas sospechan de una pelea callejera. Como nadie explica nada, solo pueden especular. Por eso no festejan el pase a la final. En una semana se viene CUBA y, tal vez, otra consagración. Pero Alex está preso.
Los días previos a la final son intensos. Al club llega la versión de la banda de secuestradores. Nadie la cree, por supuesto. Intuyen que cuando se aclare el malentendido, cuando se desenrede esa maraña inexplicable, Alex volverá a ser ese wing rápido, liviano y escurridizo que todos conocen. Volverá a ser el dueño de los try.
Al final, el CASI le gana a CUBA y corona tres títulos en cinco años. Todo es tan extraño. ¿Cómo se festeja cuando un compañero está preso, injustamente preso? El capitán pone las reglas: “Vamos a esperar a que Alex salga en libertad”. El plantel lo acepta. Alejandro también fue hacedor de este logro y merece sumarse a la celebración. Pero eso nunca ocurre, claro. Pasan los días y uno a uno empiezan a aceptar la realidad: Alex es un secuestrador y un asesino impiadoso. Y entre sus víctimas había amigos suyos.
Cuando lo detienen, hace ocho años que Alejandro Puccio juega en el CASI. Debutó en el ’77 contra Pueyrredón y desde entonces deslumbra con su rapidez. Tiene como compañeros a jugadores que van a quedar en la historia del club y de Los Pumas: Eliseo Chapa Branca, Alejandro Chiquito Travaglini, Jorge Allen y Gonzalo Beccar Varela, entre otros. Arquímedes, su padre, no se pierde un partido: mira desde un costado de la cancha y no habla con nadie. Es un personaje prolijo y metódico, pero extraño: nunca un arrebato, nunca una expresión fuera de lugar. Algunos muchachos del plantel le dicen “Bernardo”, el compañero mudo de El Zorro. Puede parecer cualquier cosa, menos de líder de una banda de secuestradores.
La historia detrás de los 20 rugbiers desaparecidos
Cuando el CASI logra los títulos del ’81 y ’82, Alejandro ya se había integrado a Los Pumas. Debuta el 6 de octubre del ’79 en el partido que la Selección argentina le gana 34-15 a la de Chile, en Santiago, por el Torneo Sudamericano. Pero la consagración es en abril del ’82 en Sudáfrica, nada menos que contra los Springboks. Aunque la ovalada otra vez termina manchada.
La historia es así: todas las confederaciones de rugby del mundo le habían declarado el bloqueo a Sudáfrica por el Apartheid, ese cruel sistema que segrega a los negros para que la minoría de blancos mantenga el poder. Para saltear esa restricción, Los Pumas suman al plantel a cinco jugadores uruguayos, cinco paraguayos y dos chilenos, lo bautizan Sudamérica XV y salen de gira. La artimaña funciona. Claro que para la gran velada contra los Springboks las máscaras quedan en el vestuario: los quince titulares son argentinos. Los Pumas enmascarados ganan 21-12 con tantos de Hugo Porta. Es una hazaña histórica. Y ahí, en el césped del Free State Stadium, con el 14 en la espalda, está Alejandro Puccio. Es su último partido con la celeste y blanca.
Tres meses después, los Puccio secuestran a Ricardo Manoukian, la primera de las cuatro víctimas. Al wing ágil y resbaladizo le quedan tres años de rugby. Y 22 de cárcel.
(*) Periodista de Diario PERFIL, autor del libro Maten al rugbier