viernes 29 de marzo del 2024

Elogio a los bolitas

El crecimiento de la Bolivia de Evo Morales, un apasionado por el fútbol. El cantito infame de los barras a un país que no necesita de los cuatro mil metros para ganarnos con altura.

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“Es cierto que raramente confiamos en aquellos que son mejores que nosotros.” Albert Camus (1913-1960), de su novela ‘La caída’ (1956).

Siempre dije –digo– que estudio para uruguayo, porque Uruguay viene a ser como la Argentina inalcanzable, amable, democrática, plebiscitaria, amplia, racional. En abril ya me quería ir a vivir a Montevideo y ahora que recorro Bolivia hace semanas, ya me dan ganas de mudarme aquí, a la bella La Paz, entre montaña y culturas. Lo que definitivamente me convierte… en un argentino de manual.

Trabajé en Uruguay en otoño, y hoy, por un tiempo, en Bolivia. La Bolivia de Evo, que parece el mismo país, pero ya no, por suerte para ellos. La Bolivia humillada, despreciada, sin dinero ni futuro, pobre de toda pobreza, es hoy es un país orgulloso de ser. Nada menos.

A ver. ¡Números! Cuadriplicaron su PBI. El ingreso per cápita era de 1.051 dólares en 2005 y hoy llega a 2.919. Las reservas no llegaban a los 2 mil millones de dólares en 2005 y hoy alcanzan los 14.558. Quintuplicaron la inversión pública, redujeron el desempleo al 3,2%, triplicaron el salario mínimo, bajaron la pobreza extrema, nacionalizaron los sectores estratégicos y, sin embargo, tienen el segundo ratio más alto de inversión extranjera de la región: 5,9%; sólo superados por Chile, con 7,2%.

¿Cómo decía aquel cantito infame de los barras? “…Ooohhh, son todos neeegros puuutos de Bolivia y Paraguaaay” Aj. No pretendo que los autores de esos versos babeantes lo comprendan, pero al menos me gustaría que sí lo hagan aquellos que asienten con sonrisa perdonavidas: “Simpáticos los bolitas, divertidos los paraguas, je. Y no, nosotros somos otra cosa, somos Argentina, que es como decir Europa, Manhattan, París, la civilización…”.

Sí, sí claro. A ver, repasemos otra tabla, la del crecimiento. El puntero, el campeón, es Paraguay, con un asombroso 12%. Subcampeón –y no da para que nadie se saque esa medalla de plata, eh– es Bolivia, con 6,8. ¿Argentina? 3,5% y gracias. Mirá vos. No somos cola gracias al mal año de Brasil: 2,5% y de Venezuela, apenas 1%.

Los bolitas juegan con un candidato de fierro que no necesita ir a bailar a lo de Tinelli con una novia monja. Evo baila con la gente. Yo mismo lo vi en el barrio sur de Cochabamba, saludos, puños en alto, besos, apretón de manos, abrazos. Es muy gratificante ser testigo del éxito de un candidato no fabricado por el marketing o la publicidad. Evo puede gustar mucho, poquito o nada, pero es de verdad. Auténtico. Y ahí lo tienen.

A mí me gusta, lo digo por honestidad intelectual. Me gusta lo que hizo y lo que hace en su país. Ganó con el 54% de los votos en 2006, fue elegido otra vez en 2009 con el 64,22% y en octubre las mediciones indican que superará el 70%. ¿Cómo logra un político sumar, tras nueve años de gestión, casi 20 puntos a su caudal electoral? Buena pregunta para nuestros candidatos, tan dependientes del acting, la dentadura nueva, el afiche, la noviecita, el traje nuevo, las lindas promesas de campaña. Los bolitas nos ganan en la altura porque la pelota no dobla; y nos ganan con altura porque, ahora, ellos no se doblan. Chapeau.

Fui de aquí para allá en Bolivia y poco me enteré de lo que pasa en Argentina, más allá de los fuckings fondos buitre, la estúpida moda de los baldazos helados o los escraches con huevazos a Cavallo –¡ops!, justo cuando saca un libro nuevo, qué pena– y a López Murphy, villano fugaz. Está mal, eso. Se los digo a todos. A los tiradores compulsivos de productos de granja y a los que juegan en Defensores de Von Mises, equipo con pocos hinchas pero mucha chequera. Ojo con ellos. Cada tanto mojan y ahí todos terminamos renovando el pasaporte.

¿De qué más me enteré? De que Pipi Romagnoli se fue al Bahía de Brasil, pero se arrepintió y volvió a su primer amor, a su lugar en el mundo. ¿Huracán? No… San Lorenzo. San Lorenzo de América y el Papa. ¡Campeonazo!

También supe de la lesión de Riquelme, aunque no estoy seguro de si es una noticia nueva o de archivo. A verrr… No, si está con remera roja es de ahora. Qué mal pensado fui. Cuando no viajó a Córdoba dije: “Mmm… demasiado lejos para él, seguro que se resiente de algo”. Y fue un desgarro en el gemelo, nomás. A no desesperar, fans del Enganche melancólico. ¡Vuelve en tres o cuatro partidos! Tampoco Keith Jarrett toca tan seguido, viejo...

¿Y Bianchi? Desde que me hace acordar más a Woody Allen que al Larry de los Tres Chiflados me da cierta ternura, con ese caminar medio escorado, la sonrisa sabia que le dan los años y su equipo, que juega mal, pero bien. Es decir, uno lo ve jugar horrible desde hace mucho y con diferentes nombres, pero él lo ve fenómeno. Y bueh.

Gran momento como para hacerse amigo, consultarlo sobre temas de la vida y levantar la autoestima:

—¿Qué le parecen estos chupines ajustados que me compré para hacerme el péndex? ¿Me quedan bien?

—Muy bien le quedan. Parece Doman.

—¡Gracias, Carlos!

Racing, por alguna extraña razón, juega bien, lindo, profundo. Toca por abajo, vertical, abriendo por las bandas. Cocca & La Banda del Representante han logrado que ya no bostece cuando intento ver completo un partido. Se les agradece. Bueno, así había sido hasta el viernes, antes de descarrilar en Victoria. Veremos.

¿Qué más? Qué todavía espero ver a Fabbiani acá, con la del Sport Boys, el equipo que dirige Clausen y que quería fichar a Evo. Debe estar bajando de peso. ¿Evo futbolista? Nah. La idea era anotarlo, pero quedó ahí. El hombre ya tiene 54, trabaja 18 horas por día –lo seguí, doy fe– y jugar en la liga era una locura. De todos modos, en el avión presidencial me animé a chicanearlo, mientras él contenía la risa: “Pero Evo: ¡si juega el gordo, usted también! ¡El le baja todas las pelotas, usted le pega al arco, y chau, a cobrar!”.

Minutos después lo vi trabando fuerte en una cancha de césped sintético que inauguró en Oruro. Metió uno o dos, creo. No me acuerdo cómo salió el partido. Pero ganó Bolivia, eso seguro.

(*) Esta nota fue publicada en la edición impresa del Diario PERFIL.

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