La apuesta fue arriesgada. Traer a un ídolo de origen porteño, repatriar a algunos de los jugadores que brillaron fugazmente en la última década y media, apostar a una línea de fútbol agresiva y vistosa en lo posible, buscar con lupa y acertar con otras incorporaciones. Las decisiones de los dirigentes de Rosario Central tuvieron el complemento perfecto: la pelotita entró en el arco de los rivales y el equipo se fue afianzando con el correr de los partidos.
Eduardo Chacho Coudet dotó al grupo de jugadores de una mística, de un camino y de cómo recorrerlo siendo audaces y confiados.
Para torcer los malos resultados de los últimos años, se apostó a la vuelta de algunos cracks. La increíble derrota por penales ante Huracán en la final de la Copa Argentina dejó los ánimos por el suelo. Se alejó Miguel Ángel Russo y también un grupo de futbolistas importantes como Sebastián Abreu, Fernando Barrientos, Hernán Encina, Rafael Delgado, Antonio Medina y el colombiano Valencia.
Subieron a los chicos del club: Franco Cervi (tenía 3 partidos oficiales cuando llegó Coudet), Víctor Salazar (apenas había jugado 2), Wálter Montoya (contaba con 7) y varios más que iban a ir ganando espacio en la primera mitad del año, como el colombiano Yeimar Gómez, Maxi González y el otro Gómez, Elías.
Para redondear la apuesta por una ilusión fuerte, volvieron Marco Ruben, César Delgado, Cristian Villagra y sumaron la experiencia de Pablo Álvarez y José Luis Fernández. El inicio no pudo ser mejor: cinco triunfos seguidos, una racha invicta de 13 fechas, pero una materia pendiente que ahora duele: varios empates seguidos en Arroyito, con equipos que tenían niveles inferiores, como Colón, Huracán, Vélez y Sarmiento.
El receso obligado por la Copa América, encontró a Rosario Central dueño de un estilo agresivo y homogéneo en todas las canchas. Tenía al goleador del torneo –Marco Ruben ya había conseguido 10 goles en las primeras 15 fechas) y una cosecha de puntos que lo ponía a tiro de la punta: 28 sumaba, producto de 7 victorias, 7 empates y la caída ante River. El líder San Lorenzo sumaba 32, Boca tenía 31 y River 28. Los centralistas estaban ahí, pero los desafíos eran varios: mantener la regularidad, ganar más seguidos de locales y seguir acechando a los poderosos.
En la segunda parte del campeonato, Central eligió y acertó: llegaron Javier Pinola para reforzar la defensa y tras una larguísima campaña en Alemania. Desconocido para la mayoría de los Canallas, se ganó a puro fútbol y entrega, el cariño de todos. Adelante, le buscaron y le encontraron una gran compañía a Ruben, porque Marcelo Larrondo, que se había asomado al fútbol grande nacional pocos meses en Tigre, se adaptó muy velozmente y contribuyó con su cabezazo, su potencia física, su experiencia, para formar una buena dupla con el mejor jugador del campeonato. Marco Ruben, por si se perdió en la lectura.
Coudet fue corrigiendo por el camino: el pibe Salazar se adueñó del laterla derecho, Villagra y Álvarez pelearon en buena ley el izquierdo, Pinola armó el castillo inarbodable con el lungo Donatti y la presencia de un juvenil llamado Giovanni Lo Celso, le otorgó al aspecto ofensivo, una frescura y una imprevisibilidad que antes no tenía. Ruben mantuvo la mecha encendida porque hizo 11 goles más (tiene 21 en total) y Larrondo lo acompañó con 5 tantos. El gran nivel del chico Montoya le posibilitó la titularidad por la derecha y en la otra banda creció José Luis Fernández.
En esa segunda mitad del torneo, cuando faltan apenas seis puntos. Central está segundo a cinco de Boca y debe recibir al poderoso cuadro xeneize en la última fecha. La localía ahora la está resolviendo mejor que al principio: mantuvo el invicto de todo el torneo, pero además, ganó cuatro de cinco últimos, sumándole victorias en Mar del Plata, el Parque Independencia (nada menos), Santa Fe y Mendoza. Dejó escapar dos puntos ante San Lorenzo de visitante, en un partido que dominó y mereció ganar. Una única derrota ante el resucitado Quilmes del Colorado Sava lo dejó con una mueca amarga.
Como detalle adicional: es finalista de la Copa Argentina, igual que el año pasado, pero ahora se las verá con Boca, el otro equipo de la segunda mitad del año. Tiene enorme capital político, tiene un plantel numeroso y valioso, incorporó a Carlos Tevez que le dio ese plus que le permitió crecer aún. Es incomprobable saber qué hubiese pasado si el Apache no decidía sumarse al club que ama. Todo indicaría que Central sería el líder.
Los datos suman, ayudan, agregan y estimulan a un concepto: Central merece ganar alguna de las dos competencias que pelea. Finalista y ya clasificado para la Copa Libertadores, busca el éxito final de un proceso que fue creciendo, pero que vale aclarar, desde el inicio tuvo una impronta que le dio su entrenador y se fue perfeccionando paso a paso, con valentía, con decisión y con la alegría que envuelve a Coudet casi siempre.
Un ejemplo para técnicos jóvenes, para ser finos a la hora de buscar refuerzos, para hurgar en las siempre nutritivas divisiones inferiores, para confiar en los ídolos que vuelven por más gloria que dinero, afirmados en su amor por la camiseta. Todo eso lo ha conjugado Rosario Central. Agreguemos el buen juego, los chispazos de los chicos (Lo Celso, Cervi, Salazar, Montoya, Aguirre) y el cóctel de fiesta está asegurado. Gane o pierda la final argentina, sea campeón o segundo o tercero, el mérito es gigante, como su estadio.