jueves 28 de marzo del 2024

La lección de Gerard Piqué

Las lágrimas del jugador del Barça se convirtieron en una de las imágenes del conflicto en España tras el referéndum en Cataluña. El recuerdo de un viejo proyecto de Sócrates. Galería de fotosGalería de fotos

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Cuando en los ochenta lideraba la Democracia Corinthiana y fascinaba a todos con su fútbol arte en el mediocampo de la selección brasileña, Sócrates compraba diarios, los llevaba a los entrenamientos y separaba la sección deportes del cuerpo principal. Ponía las dos partes arriba de una mesa y observaba con atención lo que hacían sus compañeros. “La que no era de deportes nunca nadie la tocó. Nunca nadie quiso saber de economía, ni de política, ni de cultura ni de nada”, contó angustiado en el documental Mundialito, de los directores uruguayos Sebastián Bednarik y Andrés Varela.

Sócrates tenía una idea para que esa situación, que vivía día tras día, pudiera cambiarse. Quería promover una “reforma constitucional”, o lanzar un proyecto para que los jugadores de Brasil estuvieran obligados a formarse. Algo así como el poder del fútbol aplicado a la pedagogía y a la educación. Su teoría sigue vigente, hoy más que nunca: “El futbolista es muy importante para las futuras generaciones en un país como el mío. Es la persona más oída. Es la referencia de muchos chicos y de mucha gente”, decía. Neymar, el ídolo indiscutido que tiene Brasil hoy, ni siquiera había nacido.

Sócrates –que además de mediocampista exquisito era médico y gran lector de filosofía (“Estoy aquí para leer a Gramsci en su lengua original”, dijo en 1984 cuando lo fichó Fiorentina)– murió el 4 de diciembre de 2011. Como había deseado treinta años antes, fue un domingo en el que Corinthians festejó un campeonato. Un sueño cumplido post mortem. Su otro deseo, el de los jugadores emancipados, no sólo ídolos de niños y niñas sino maestros sin pizarrón, no lo pudo cumplir. Y quizás nadie pueda hacerlo.

Sin embargo, para muchos brasileños, latinoamericanos y futboleros del mundo, cada vez que un jugador habla de algo que excede al juego, el legado de Sócrates aparece como una revelación. El último domingo, el que lo hizo fue Gerard Piqué.

Después de la victoria del Barça frente a Las Palmas en un Camp Nou sin hinchas -se jugó a puertas cerradas “para que el mundo vea cómo estamos sufriendo en Cataluña”, según aseguró el presidente del club, Josep Maria Bartomeu-, el defensor salió a cuestionar al gobierno de Mariano Rajoy, se angustió por la feroz represión de la Policía Nacional y la Guardia Civil, y reafirmó su apoyo al referéndum para decidir la independencia de Cataluña.

“Cuando se vota, se puede votar 'sí', 'no', 'en blanco'... Pero se vota. En este país hubo muchos años, con el franquismo, en los que no se pudo votar. Soy y me siento catalán y hoy más que nunca me siento orgulloso de la gente de Cataluña”, dijo Piqué entre lágrimas. Su llanto se hizo viral en pocos minutos. Era el llanto de los que deciden.

Aunque muchos se sorprendieron, Piqué es uno de esos futbolistas a los que Sócrates hubiese tomado como ejemplo: el futbolista con mirada social y con inquietudes. De hecho, este año llegó hasta la universidad de Harvard para asistir al curso 'El negocio del entretenimiento, los medios de comunicación y el deporte', a cargo de la catedrática Anita Elberse. Junto a él estaban el basquetbolista CJ McCollum (Portland, de la NBA), el rugbier Jamie Heaslip (capitán de la selección irlandesa), la basquetbolista Alisson Feaster (retirada recientemente) y el jugador de la NFL Rashean Mathis.

Este fin de semana, el discurso de Piqué sirvió para ilustrar la fractura social que evidenció lo que algunos llaman la crisis catalana, que no es ni más ni menos que la crisis española. Piqué, emblema de la selección de España, reconoció que si el técnico Lopetegui o la Federación se lo pedían, él daba un paso al costado. Un grupito de hinchas fue al primer entrenamiento de la selección española, que el viernes enfrentará a Albania por las Eliminatorias, para insultarlo y pedirle que renuncie. Pero hasta el momento, lo único que cosechó Piqué de sus compañeros y del DT fue apoyo: “El deporte une. Las opiniones personales son de cada uno y estamos aquí para hablar de la selección y no de debates políticos y públicos”, declaró Lopetegui.

Pero Piqué sí quiere hablar de política: sobre todo porque cree que decidir, en un país que no pudo decidir durante cuatro décadas, es algo innegociable. Se vale de su condición de jugador para dejarlo en claro, y sabe que en su voz, como entendía Sócrates, cabe la voz de millones de catalanes y catalanas que no tienen miedo ni de decidir ni de decir lo que piensan.

(*) Especial para 442.

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