En estos últimos tres meses, se han disputado los Juegos Olímpicos, los Paralímpicos, la Copa América, la Eurocopa, Wimbledon y el US Open entre otros eventos deportivos convocantes. Detenernos sólo en la emoción despertada por el deporte de élite puede ser atrapante, pero no debe sacarnos del foco más angustiante: la epidemia de sedentarismo, que ya existía previo al Covid-19, que la cuarentena exacerbó y que el show deportivo no fomenta.
“The Olympic Games and raising sport participation: a systematic review of evidence and an interrogation of policy for a demonstration effect” es una revisión bibliográfica realizada por Weed, Coren, Fiore y colaboradores, que buscó explorar cinco grandes áreas vinculantes entre los Juegos Olímpicos y la práctica deportiva general: valores de participación, procesos que acercan al deporte, actividades generadas por el evento (p. ej. trabajador, voluntariado, espectador) que conducen a cambios en el comportamiento, la forma en que los procesos y los resultados deportivos impactan en la población y la influencia de los medios de comunicación. Entre los resultados, se ha comprobado que hay baja evidencia de asociación entre los Juegos y las mejoras en el nivel de actividad física de la población. Si se ha visto que se han reacomodado sus prácticas deportivas escogidas, especialmente vinculándose a resultados locales, pero no un aumento en la cantidad total.
“Los grandes eventos hacen que la gente se interese en el ejercicio, pero algunos pueden pensar que ese deporte está por encima de sus capacidades o de sus habilidades, por lo que aprovechando el momento tenemos que ofrecer programas para la gente de todas las edades y niveles de actividad” afirmó Adrian Bauman, investigador de la Universidad de Sídney y uno de los autores de la reciente publicación de la revista The Lancet enfocada en la actividad física. Los grandes eventos deportivos son una importante oportunidad para la salud pública por el momento poco aprovechada.
No es necesario ser médico o personal sanitario para conocer los beneficios vinculados al ejercicio físico, sea o no deporte. Es recomendado para la prevención secundaria y terciaria de las enfermedades crónicas no transmisibles (ECNT) porque reduce el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, disminuye la presión arterial y el estrés, ayuda a controlar el perfil lipídico (colesterol, triglicéridos y ácidos grasos) y permite descansar mejor. También existen beneficios colaterales ambientales de la promoción de la actividad física en la población, como la mejora de la calidad del aire y la mitigación del cambio climático, entre otros.
Sin embargo, pese a que toda esta información es de público conocimiento, década tras década es menor el porcentaje de la población que cumple con los requerimientos mínimos recomendados por la Organización Mundial de la Salud.
¿Cuáles son esos requerimientos? Para niñas y niños una hora de actividad física diaria, para la población adulta: 150 minutos semanales, separados en 30 minutos, 5 días a la semana.
Antes de la pandemia, la OMS había publicado el primer plan de acción mundial para la actividad física, que proporcionaba un marco de políticas basado en pruebas para su promoción, asociados al cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y la meta de reducir la inactividad física en un 15% para 2030. La inactividad física ya era un tema en agenda pero la pandemia de COVID-19 la exacerbó.
En la Argentina, no existe un organismo nacional oficial encargado de monitorear datos referidos a bienestar, actividad física, deporte e intereses. El “Observatorio social del deporte” del IDAES de la Universidad de San Martín hizo un relevamiento de fuentes de datos sobre actividad física y deporte en el país. La recopilación utiliza distintos estudios publicados y saca algunas conclusiones como que:
- Entre 4 y 6 de cada 10 personas registra “baja” actividad física, dependiendo de la forma de medición.
- Existe una asociación estadística entre la actividad física/deporte y el nivel socioeconómico: las personas de menor nivel socioeconómico realizarían menos actividad física.
- El principal motivo esgrimido por el cual las personas no realizan actividad física es “falta de tiempo”
- Los datos existentes no son concluyentes respecto del nivel de actividad física de ciertos grupos poblacionales: adultos mayores, mujeres o jóvenes.
La información nacional se puede extrapolar a lo global, siendo mucho más bajos los niveles de actividad física en los países de ingresos bajos y medios, donde el monitoreo también es más irregular. Se sabe que las restricciones durante la pandemia han reducido los niveles de actividad física en general y han ampliado las diferencias socioeconómicas, con la particularidad diferencia que en algunos países el ejercicio fue considerado una actividad tan esencial como la comida, el refugio o la búsqueda de atención médica. No siendo ese el caso de la Argentina, donde no hay datos concretos y se estima que los resultados son aún peores.
Fomentar e incrementar el deporte en los distintos espacios sociales debería ser uno de los objetivos de nuestro país de cara a lo que viene. La actividad física debe integrarse en la forma en que las personas llevan sus vidas todos los días. El desarrollo de una vida activa, la utilización de la bicicleta o el transporte público que invita a caminar, la potenciación de la educación física obligatoria en las escuelas y la generación de actividades extraescolares. Asimilar esos cambios son medallas que nos colgamos para una vida más plena.