Patria. Pater. Padre. Te voy a contar una historia y vos después me decís que te parece. Un niño sin recursos tiene un sueño. Está obcecado con llevarlo a cabo. Pero tiene un problema: necesita muchas operaciones para cumplir su sueño. Para colmo, su mayor obstáculo, es que su padre -quien naturalmente debería apoyarlo- lo niega. No confía en él. No invierte en él. Por el contrario, distraído, mira su reloj pensando el momento en que se le pase la ilusión o que cumplidos los años, la edad le demuestre con objetividad la imposibilidad de sus anhelos.
Transcurrido un tiempo. A punto de perderlo todo. La historia pega un giro inesperado. El venturoso destino le ofrece a este niño un padre adoptivo que sí confía en él. Que aunque no vea resultados ni haya un reaseguro que lo fuera a haber en un futuro, convencido por su lucha, apuesta por el niño y su sueño. El niño, casi desesperado, se aferra a él. El padre "de corazón" le paga todas las operaciones y tratamientos. Su rehabilitación. Sus entrenamientos. Su comida. Su estadía. Durante años y años...
Este padre adoptivo lo ve crecer, atento a cada logro. Orgulloso de cada mejora. El niño, profundamente agradecido, se entusiasma con retribuirle a este padre. Con el tiempo, a base de esfuerzos consigue multiplicar exponencialmente cada peso que éste invirtió en él. Tanto es así, que se convierte en el mejor referente de su sueño a nivel mundial. Y es justo ahí que su padre abandónico y perverso ahora "se acuerda" de su hijo y reclama por él; ávido de aprovechar las nutridas recompensas que éste niño (ahora joven) puede le puede "por derecho" dar.
Este joven, sabe en su fuero íntimo quién es quién. Pero algo de recuperar aquel amor perdido, de enmendar su desilusión primaria, lo hace volver con este padre para reconquistar su amor hasta ahora fallido. El joven se esfuerza. Lo hace muy bien. Y ante el primer error. Este padre lo insulta. Lo compara con otros. Y, sin decirlo, insinúa "nunca debí haber confiado en ti, estúpido". El joven lo intenta de vuelta. Y ocurre lo mismo. Y así sucesivamente...
El biológico es Argentina. El adoptivo es España. Para el bien del fútbol mundial -siguiendo esta teoría- Messi debería jugar en la Selección de España, o, caso contrario, llevar a cabo un extenuante trabajo mental para reconciliarse con un padre abandónico, interesado, maltratador e injusto; y conseguir rendir para él con todo su potencial.
Esta teoría se apoya en el principio indiscutido que el inconsciente influye poderosamente sobre el consciente a través de actos fallidos, lesiones, casualidades que no lo son y... ¿penales? En mi caso particular, veo mas lógica que perplejidad en el comportamiento de Lionel. ¿Vos -ahora- también?
(*) Psicólogo y novelista, autor de La Llave Maestra
Twitter: @llavemaestraok